Prólogo.

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17 de Marzo de 1997.

21:30 p.m.

Era una noche muy fria y humeda en las oscuras calles de Londres, Inglaterra. Y, a pesar de la hora tardía y el desolador hambiente, una mujer caminaba a paso rápido y constante, con un solo temor y preocupación, que su esposo se enojase por llegar tan tarde a su hogar.

Sabía muy bien que no era algo normal temerle tanto a alguien con quien se suponia que se habia unido para tener una vida "feliz", vaya que lo sabía mejor que cualquier mujer de mediana edad en su situación matrimonial, puesto que era abogada.

Sabía que lo que su marido le hacía, no era algo correcto. Pero también sabía que, en algún punto de su pasado, el había sido el amor de su vida. Su "principe azul".

Habían tenido -casi- toda una vida de ensueño, ella se había casado con aquel hombre ahora perdido que le había robado el corazón de una manera muy enternecedora, aquel hombre que la buscaba todas las mañanas en su antigua casa, dispuesto a acompañarle al colegio, aquel que diario le regalaba rosas, sus flores favoritas...

Habian sido muy felices. Pero, algo cambió, un cambio demaciado rápido que a ella no le dio tiempo de reaccionar. Él cambio. Se dejo consumir en sus adicciones y demonios, perdiéndose a sí mismo.

Pero aún así, ella lo seguía y seguría amando por siempre. Ella sabía que podia traerlo de vuelta, sabía que volverian a ser felices, que ya no habría más heridas.

Eso era lo que ella creía.

Un llanto rompió el humedo silencio que reinaba en las calles. El llanto de un pequeño.

Paro en seco al oír tal sonido, y volteo hacia los lados, dispuesta a saber de dónde salía. En una banqua de madera café, se encontraba una pequeña envuelta en unas cuantas mantas. Con el corazón hinchado de la ternura de aquella criatura, no dudo en caminar y tomarla en brazos, preguntandose como alguien podria abandonar a una pequeña como aquella.

La pequeña calló al sentirse en brazos de aquella mujer, que se enamoró completamente de ella cuando poso su penetrante e inocente mirada gris en la cansada y abrumada mirada café de la mujer.

- No llores mas... - Le susurró la mujer, pérdida en la mirada de la pequña. - Yo estoy aquí. Y no dejaré que nada te pase mientras yo viva.

Y sin darse cuenta, la mujer hizo mas que una simple promesa tranquilizante.

Hizo un juramento que después cumpliría.

PROXIMAMENTE.

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My Black Rose.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora