El beso de una reina

Capítulo 1: El amor en los tiempos de hambruna

Casi cinco meses después de los acontecimientos de la boda de Canterlot entre la princesa Mi Amore Cadenza y Shining Armor, las cosas comenzaban a regresar lentamente a la normalidad en la capital de Equestria, al menos, de parte de los ponis, pues con los Simuladores o Cambiantes, la especie con características de insectos y la habilidad para suplantar a cualquier poni, la situación era más compleja.

   Luego de ser expulsados de la capital con un potente rayo mágico y de amor, todos los cambiantes, incluyendo a su reina, terminaron derrotados y gravemente heridos a las afueras de Canterlot. Los más débiles perecieron al instante, algunos por la falta de su único alimento, el amor, sucumbieron ante sus heridas y el hambre días posteriores, el resto de los cambiantes y su soberana sólo sobrevivían a duras penas en una pequeña fortaleza provisional donde menos de la mitad de la colonia original de los ponis-insecto se aferraban a la vida.

   —¡Su alteza! —Uno de los cientos de súbditos de la reina Chrysalis entró a los aposentos temporales de la soberana.

   —¡Baje la voz, Comandante Forewing! —musitó de forma golpeada Chrysalis—. Hay docenas de mis súbditos aquí que necesitan reposar para no malgastar sus energías. ¡Más vale que sea importante! —dijo de forma golpeada pero con cierta suavidad en su voz para no despertar a sus ocupantes.

   En una caverna de roca negra, iluminada por cristales similares a la esmeralda, aquella que fungía como la sala del trono provisional de su majestad, estaba siendo ocupada en ese momento por varios cambiantes moribundos que, por la delicadeza de su estado, estaban siendo vigilados por la misma reina.

   —Lo lamento, sabe que no la molestaría de no ser extremadamente necesario y...

   —Al punto, Comandante, —bufó exasperada.

   —¡Nuestras reservas están por agotarse! Sólo nos quedan dos vasijas de amor y algunos cambiantes comienzan a amotinarse y...

   —¿Qué? ¡¿Cómo qué... !? —bramó iracunda, pero enseguida se tranquilizó debido a la situación precaria en la que se encontraba—. ¡Es imposible! Había seis contenedores ayer, ¿qué demonios pasó con los otros tres?

   —En realidad eran cuatro y medio, pero pasó una tragedia. Una vasija fue secada casi por completo por Agitha, nos dimos cuenta muy tarde y...

   —¡Esa larva estúpida! ¡No es momento para ser egoístas...! Pero con dos vasijas no sobreviviremos ni una semana completa... ¡Maldición!

   Chrysalis estaba angustiada que su reino estuviera en una situación tan crítica. El fracaso en Canterlot y su daño colateral fue mayor de lo que pudo preveer, su reino caería por culpa de esa maldita Twilight Sparkle, su idiota hermano lleno de amor y su estúpida esposa. En seguida, algo hizo clic en la mente de la reina cambiante. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

   —Comandante Forewing —enunció con más calma.

   —Su alteza.

   —Prepare enseguida mi alforja y dos vasijas de amor vacías. Voy a salir.

   —A la orden. ¿Y cuántos súbditos requiere? Me ofrezco como voluntario, su maje...

   —Nada de eso, Comandante. Iré sola.

   —¿Sola? ¡Pero mi reina! Usted no debe encargarse de la recolección, mucho menos en estar curándonos en estas condiciones, aún está débil y.... ¡argh!

   Un resplandor de magia verde rodeó el cuello de Forewing y lo elevó unos centímetros en el aire.

   —¿Débil? ¿¡Yo!? ¡Para nada! Podría ir ahora mismo por la cabeza de Shining Armor y embarrar su sangre enfrente de todos para demostrarle lo fuerte y decidida que estoy, comandante. —Liberó su magia y el cambiante cayó al suelo, tratando de respirar—. Pero antes que mi satisfacción personal o mi venganza, está mi reino, mis fieles súbditos y... la supervivencia de todos nosotros, por lo que usaré toda la fuerza y magia que me queda para lograrlo, pero esto debo hacerlo sola. Además, ninguno de ustedes está en condiciones para escoltarme, sólo serían un estorbo.