Capítulo 2: Como en los viejos tiempos

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Como en los viejos tiempos, la reina cambiante se había salido con la suya. Llena de júbilo por un trabajo bien hecho, Chrysalis regresaba de su vuelo a Canterlot a sus propias tierras, o al menos a unas cavernas inexploradas a las afueras del Bosque de Everfree, locación que temporalmente adoptaron como un especie de hogar provisional en lo que lograban recuperarse y reinstalarse a tu antiguo reino, tras el fracaso de la invasión a la capital de Equestria. Ese amargo recuerdo esfumó toda pizca de dicha que sólo le había durado un par de horas, endureciendo su rostro enseguida.

   Al aterrizar a las afueras de una montaña más del paisaje, la yegua cambiante pareció atravesar piedra sólida que no era más que una ilusión para despistar ponis u otras criaturas indeseables. Dos guardias la recibieron con un saludo real pero ella los detuvo enseguida.

   —Tomen una vasija y entréguensela de inmediato al comandante Forewing, que se asegure de racionarla bien y que cada cambiante hambriento se alimente hoy. Me llevaré la otra vasija para alimentar a los simuladores más enfermos en la sala de mi trono, y no quiero ser molestada hasta entonces, ¿entendido?

   —¡Sí, su alteza! —Los dos guardias asintieron al unísono.

   Sin perder más tiempo, se dirigió enseguida a donde estaban los cambiantes moribundos con intención de alimentarlos personalmente con el nuevo amor recién adquirido, pero a unos metros de llegar a su destino, se paró en seco, pues creyó escuchar unos sollozos. Extrañada, la reina Chrysalis reanudó su trote y entró con algo de temor creyendo que uno de sus cambiantes estaba sufriendo por la falta de su único alimento.

   —¡No teman, mis pequeños, he vuelto con amor suficiente para...! —la cambiante enmudeció enseguida al ver al causante de esos llantos—. Ah, eres tú... Agitha —comentó en un tono decepcionante.

   —¡Reina Chrysalis! ¡Lo siento, lo siento mucho!

   Con una voz aguda y claramente femenina, lo que parecía ser una joven yegua cambiante sollozó desconsolada una vez que su monarca se apareció ante ella.

   Agitha no era una cambiante ordinaria, ella era una variación de su especie similar a la reina, pues tenía una melena natural azul cielo y sus ojos eran como los de una poni, sólo que más grandes y con iris de color turquesa; de forma similar a Chrysalis, Agitha contaba con un cuerno retorcido y un par de alas insectívoras, y, al igual que sus congéneres, la quitina que recubría su cuerpo era de un color parecido a las cenizas y sus cascos así como sus alas poseía pequeños agujeros como característica más llamativa y típicas de un simulador. La diferencia más grande entre la reina y la otra cambiante era quizás su fisonomía, pues a diferencia de Chrysalis, Agitha era además de joven, de menor estatura y mucho más robusta, aspecto que parecía indicar que consumía más amor que otros cambiantes; otra diferencia fundamental era su peinado juvenil, en vez de tener una cabellera suelta y completamente lacia como la reina, Agitha tenía dos trenzas a los costados y un flequillo, además de que su crin era más corto y ondulado.

   —¡Deja de lloriquear y guarda silencio! —La reina espetó furiosa, pero luego suavizó su voz para no incomodar más a los enfermos de su sala de trono—. Guárdate tus sentimientos de culpa para otro momento, necesito tratar a estos cambiantes pronto, y si no vas a ayudarme, ¡mejor lárgate de una vez!

   —¡Pe-pero su alteza!

   —¿No escuchaste? ¡Baja la voz y lárgate! —Mientras mostraba los colmillos como signo de intimidación, Chrysalis miró de reojo por toda la habitación buscando al cambiante más delicado del grupo que había antes de irse a su misión—. ¿Dónde está el pequeño Hornet? No lo veo...

   Un incontrolable sollozo salió del hocico de Agitha mientras más y más lágrimas abandonaban sus ojos.

   La reina entonces comprendió el porqué de sus quejidos. Había llegado tarde; el joven y moribundo cambiante había perecido ante el hambre y las heridas de la batalla.

El beso de una reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora