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Atsushi Nakajima,
10 años.●
Varios volantes pegados con cinta yacían en cada uno de los postes y en cada árbol de aquella calle muy poco transitada.
Dejando más de la mitad de la misma, llena de papeles, casi a reventar.Todos con el mismo anuncio y misma foto de un cachorro pomerania color marrón de ojos negros brillantes;
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¡Ayuda!
Mi perro se ha extraviado y necesitó que me ayudes a encontrarlo.Se llama Dazai y suele ser muy inquieto,
Si lo ves, por favor llama al número de abajo.××× ××× ×××
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E igualmente, un menor de cabellos blancos yacía con lágrimas desbordando, hipando continuamente mientras arrancaba la cinta con sus dientes y rápidamente colocaba cada anunció como dios le había dado a entender.
—Mocoso, si pegas todos los volantes tan juntos no lograrás que alguien los vea.— Fukuzawa, padre adoptivo de Atsushi, le regaño al ver que el chiquillo ponía tres anuncios de su perro perdido prácticamente uno a lado del otro.
El pequeño simplemente volteó a verlo y lloró todavía más al ser regañado.
—Quiero que Dazai vuelva.— Exclamó tras limpiar sus mocos y lágrimas con la manga de su suéter. Era el inicio del invierno y ya parecían estar a punto de congelarse.—. No quiero que se quede fuera con este clima...— Alegó.—. ¡...Se puede morir!— Y entonces, sus llantos aumentaron su volumen de forma considerable.
Las pocas personas que pasaban simplemente le miraron, volviendo aquella escena un poco, —Demasiado.— Vergonzosa.
Pero era inevitable, aquel cachorro era su todo, su compañero, su confidente e incluso su mejor amigo.
Fukuzawa suspiro profundamente al ver a aquel niño que desde hace tiempo había proclamado como su hijo, a veces era un dolor de cabeza, pero no lo culpaba.
Entendía a la perfección lo que sentía. Y por ello fue que no le dijo nada más.
—Dame eso.— Comentó y arrebató los volantes de las pequeñas manos de Nakajima para tomar su lugar.
Él fue pegando todas las hojas, distribuyéndolas no sólo por paredes, sino también entregando algunas a transeúntes que de vez en cuando pasaban.
Aquel era el tercer día que salían a buscar a aquel perro semejante a una rata.
Fukuzawa sabía bien que la posibilidad de hallarlo eran nulas, que tal vez ya había encontrado otro hogar, o peor aún, que existiera la posibilidad de haber muerto por causas naturales.
Pero no lo decía, ya que sabía que eso destrozaría aún más al niño.
Rompería su pequeño corazón y de seguro, no volvería a salir de su habitación por semanas. No sería la primera vez después de todo.
Era como un anheló blanco.
Donde nada yace, más que un frívolo deseó provocado por la misma mente.
Atsushi deseaba, aunque muy dentro de si sabía que sólo había una respuesta.
Una que ante todo, se negaría a ver.Aquel día se detuvieron sólo hasta que una nieve tenue comenzó a caer, blanqueando las calles y techos de hogares y edificios.
Eran las siete con treinta de la noche con exactitud cuando sus manos terminaron por congelarse y sus pies tocaron la calidez de su departamento.
Atsushi había dejado de llorar, pero sus ojos estaban hinchados y su nariz roja con notoriedad.
Aún así decidió preguntar;—¿Mañana volveremos a salir para buscar a Dazai?
Fukuzawa adoraba ver a aquel niño sonreír. Pero ahora, parecía que simples muecas eran lo mínimo que podía hacer.
—Así es.
Tal vez por ahora no pueda reír, pero si sólo esas palabras servían para brindarle un poco de paz y hacían que su alma y rostro se iluminarán tan sólo un poco, lo diría cuantas veces hicieran falta.
Sin importar el hecho de estarlo hundiendo en una mentira piadosa.
Sin importar el dinero gastado en más de doscientas copias del mismo anuncio, sin importar los dedos acalambrados por el frío a pesar del uso de guantes.
Devolvería la sonrisa al rostro de su amado hijo.
“Sería más fácil si tan sólo le compro otro perro igual...”
Pensó, más la carita roja de Nakajima viéndolo detenidamente le hizo negar mentalmente.
“No...
No podría mentirle más.”
Al final, era un niño. Y los niños suelen olvidar con facilidad luego de un par de meses. O eso era lo que esperaba que pasará.—Ve a darte un baño y luego vuelves, estaré preparando la cena.— Su grande mano se coloco sobre la cabeza del chiquillo y revolvió sus cabellos con amabilidad. Este sonrió y sin decir nada más, partió a su habitación.
Atsushi sentía una gran opresión en su pecho, aquella misma aglomeraba y le estrujaba con violencia. Pero se aguantaba.
El querer ver a su perrito Dazai de nuevo lo mantenía fuerte.
Conforme subía las escaleras, bostezo y talló sus ojos, el sueño lentamente estaba haciendo efecto en él, además de que haber caminado todo el día no lo ayudaba en nada.
Estaba realmente exhausto.
Y, tras un segundo bostezo, fue que llegó a su habitación para proceder a cerrar la puerta tras de si.
Luego miró por su ventana a lado de su cama, aquella en donde el claro de la luna azul se vislumbraba con majestuosidad.Suspiró con profundidad, se acercó al cristal que lo separaba del mundo y junto ambas palmas de sus manos antes de cerrar sus ojos;
“Quiero ver a Dazai de nuevo.
Por favor, es lo único que deseó, que vuelva a mí, no importa como o cuando, pero quiero que regrese sano y salvo.”Aquella petición fue cantada a la luna y que después fue arrastrada por los aires.
Perdiéndose, ocultándose en el vacío de las promesas rotas.Un deseó que duró los siguientes tres meses, que lentamente se fue perdiendo al igual que la luna fue apagando su brillo.
Que lentamente se oculto hasta olvidarse por completo.
Convirtiéndose en tan sólo un desastroso suceso más.
Uno que hoy en día se mantiene resguardado muy, muy en el fondo y que rara vez le causa un sentimiento de melancolía.
Y así, el tiempo paso.
Como todo niño, aquel hermoso chiquillo creció y hoy en día yace un joven de diecisiete años totalmente independiente a aquel día.
Nakajima Atsushi había vuelto a ser el mismo de siempre.
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Strange Pet.© [DazaTsu]
Fiksi Penggemar«El día en que aquel hombre llegó a la puerta de su hogar, Atsushi pudo jurar que se vio a él nuevamente de diez años, aquel él que había salido una mañana de invierno para buscar a su mascota desaparecida. La cual, jamás encontró y que con el tiemp...