Parte I: Salvación

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Advertencia: Contiene Lemon 🍋

Un sonido continuo provocó que la chica abriera los ojos lentamente... era el sonido de una gota de agua intermitente que se filtraba a la mazmorra y la mantenía distraída de sus pensamientos.

Afuera, todo era caos. Podía distinguir perfectamente a la lejanía gritos y sonidos guturales provenientes de demonios menores exaltados por el clamor de la pelea.

Intentó ponerse de pie pero unas cadenas que ceñían sus muñecas y tobillos se lo impidieron.

Cayó en cuenta que su otrora hermoso vestido estaba hecho jirones, estaba descalza y sentía frío, mucho frío.

Observó su cuerpo maltratado, se estaba forzando a olvidar lo que hacía unos días había pasado. Mas los hematomas y contusiones que su cuerpo presentaba se lo impedían.

-¡Aghhh!- la chica de cabellos plateados se lamentó al moverse. Una herida aún fresca a la altura de sus pechos que acababa de cicatrizar se había abierto por el forcejeo de ella tratándose de librar de sus ataduras.

De pronto, se escucharon pasos por el pasillo que daba a la mazmorra. Elizabeth trató en vano de zafarse, aquellos demonios la habían torturado dejándola traumatizada para el resto de sus días, lo que para ellos era un simple juego gracias a su resistencia, para el cuerpo mortal de la chica era un martirio.

<Rápido Elizabeth ¡Sal de aquí> - pensaba la angustiada chica.

Los pasos se detuvieron a unos metros de los barrotes de la mazmorra, la tenue luz de la antorcha que iluminaba el pasillo dejó entrever dos sombras.

La figura de un demonio ricamente ataviado con joyas y sedas danzaba por el reflejo del fuego de la antorcha en la pared.

-Cuídala mucho- musitó el demonio - ya sabes que odio que se dañe la mercancía - miró con desdén a otro demonio más alto, con rostro grisáceo y picos de estrella saliendo de su cara.
Éste no contestó, simplemente se limitó a asentir con un movimiento de cabeza de arriba a abajo.
-Vendrán por ella en unas horas, ¿quién diría que una simple humana valiera 10,500 piezas de oro?- rió avariciosamente. - En cuanto llegue su majestad hazlo pasar a la mazmorra, no lo dejes esperar ¿¿¡oíste!??- el demonio grisáceo volvió a asentir mientras el comerciante salía y cerraba la puerta que daba a las mazmorras tras él.

<Entonces, fue ¡él!> -pensó Elizabeth.
<El comerciante>. Ya desde muy niña su nana del reino de Liones le había contado que a las princesas que se portaban mal un demonio apodado "el comerciante" las raptaba y vendía al mejor postor de la aristocracia demoníaca, se comentaba que era gracias a los secuestros y ventas de humanos que era como él había amasado toda su fortuna. Más nunca quizo creer en esos cuentos... ¡que error más grande había cometido!

-No.. no puede ser...- un par de lágrimas brotaron de su lindo ojo azul. Iba a ser vendida cual objeto a un ser despiadado y ruin. Intentó afrontar la realidad, después de todo ¿qué podía hacer? Estaba atrapada sin un lugar a donde ir. La falta de agua, comida y sueño le empezaba a pesar. Una a una sintió sus energías abandonar su cuerpo, se sentía tan cansada, de repente, una oscuridad nubló sus ojos.

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-ELIZABETH ¡CORRE! - gritó Margareth mientras Gilthunder tomaba la mano de la primer princesa de Liones para evacuarla y Howser junto con Hendrickson intentaban repeler a los demonios.

Elizabeth corrió desesperadamente en dirección contraria de donde venían todos los demonios cuando súbitamente una pared de roca cayó detrás de ella separándola del grupo.

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