Capítulo 2

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Bajó con paso cansino las escaleras, en la cocina podía oir a sus padres murmurando

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Bajó con paso cansino las escaleras, en la cocina podía oir a sus padres murmurando. Ya estaba preparada con el aparatoso uniforme de chaqueta azul nocturno del St Thomas. Una escuela de adinerados, pero no tan forrados como para que en su curso estuviese el hijo o la hija de algún famoso empresario o artista de cine y televisión. Se detuvo en el rellano y se desperezó por última vez, con un bostezo sonoro. Si su madre la sorprendía más obnubilada que lo usual se pondría de un humor de perros. "Bien, vamos a seguir con el show." Dijo mientras miraba su reloj en el celular que indicaba eran las siete de la mañana. El aroma a café que sobrevolaba el hogar no era suficiente como para despabilarla.

Apenas entró en la moderna y práctica cocina con la mesada de metal y banquetas en el centro de la estructura, sus padres dejaron de conversar y cruzaron miradas como si un rayo invisible los hubiera inmovilizado en el acto. Victoria y Daniel parecían algo alterados, su madre jugaba inquieta con sus aros y Daniel desviaba la mirada a su tablet nervioso. Luz pensó que quizás estaban discutiendo y no querían hacerlo frente a ella, muchas veces sucedía esto último: ellos creían que su hija no sabía de sus problemas maritales, pero esta vez, la joven no recordaba haber escuchado nada que indicase una discusión o tensión entre ellos. Los murmullos parecían cautelosos, a diferencia de violentos o indignados.

Sin otro remedio más que lidiar con la situación y en medio del incómodo y gélido silencio, se dirigió a saludar a su padre primero, con un beso en la mejilla y a su madre con un abrazo extraño, como siempre lo eran las demostraciones de afecto entre madre hija. Parecía como si Luz la estuviera intentado ahorcar mientras que sus brazos fueron respondidos fríamente con un gesto con la mano, golpeando dos veces el antebrazo, ligeros como las pinceladas de un pintor sobre el lienzo y un leve asentimiento con la cabeza, que bien podría interpretarse como "Bueno ya basta de abrazos" o "Gracias, buen día para ti también".

Luz se sentó en su lugar, al extremo de la mesada, cerca de la gran ventana, desde donde podía ver llegar la combi que la llevaría a su escuela. Finalmente el silencio se hizo tan insoportable y tan corpóreo, como un muro de piedra que los separaba, que Luz no tuvo mas alternativa que preguntar mientras desmenuzaba una galleta de canela y miel:

— ¿Sucede algo?

El silencio vivo, corpóreo, se prolongó unos segundos más, sus padres cruzaron miradas y luego de dedicarle algo que Luz interpretó como una profunda mirada de asentimiento a su marido, su madre, fue la primera en quebrar esa corporeidad. Victoria era una mujer bella aparentaba mucho menos que sus cuarenta y seis años, muy parecida a Luz en su aspecto físico pues ambas eran altas y rubias, aunque lo de su madre ahora era solo peluquería. Algo que las diferenciaba era que a su madre si le importaba demasiado su apariencia, por eso pasaba buena parte del tiempo maquillándose y peinándose para ir a la clínica, pero hoy, una expresión de tristeza y turbación cubría su rostro; entonces, habló con su hija:

—No sé cómo decirte esto. — Lo cual era extraño en ella. ¿Victoria dudando? ¿Qué clase de tragedia se había abatido sobre el mundo para que su madre dudara de algo? Luz enseguida supo que sería algo muy grave para que su madre, acostumbrada a dar malas noticias, no tuviera las palabras para hablar con ella. Un millón de ideas se le cruzaron por la mente a la muchacha: desde que sus padres pensaban divorciarse hasta que había ocurrido algo malo con alguno de sus abuelos o sus tíos y primos. Sintió un pánico inexplicable, una opresión en su pecho que no la dejaba pensar con claridad, como si el mundo se desdibujara a su alrededor, al contemplar la gris figura que era su padre, revolviendo su taza de café.

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