Capítulo 3

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La clase de física estaba avanzada y la profesora continuaba hablando sobre la energía:

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La clase de física estaba avanzada y la profesora continuaba hablando sobre la energía:

— Está demostrado que la energía del universo permanece constante; por lo tanto, la energía no puede crearse ni destruirse. Si bien no puede crearse ni destruirse, resulta posible transformarla de una forma en otra, por ejemplo... — La profesora se volteó a escribir en la pizarra blanca con su fibrón.

Para Luz era lo mismo que fueran galimatías, no escuchaba nada, estaba ensimismada pensando en el rumbo que había adquirido su vida en los últimos días. Pensaba que tres días antes ella estaba jugando The path con su amiga y que luego ella no existía mas. De hecho dudaba que se tratara de ella la que se había conectado como Osiriano, sobre todo después del incidente del chat en el momento en el que ella ya se había suicidado.

A su lado, un creciente sonido de alguien garabateando fuertemente sobre el papel la sacó de sus pensamientos. Quizás el sonido no hubiera alarmado a nadie si no fuera porque el pupitre a su lado estaba vacío. Valeria era quien solía sentarse en el. Lentamente levantó la mirada de su carpeta y allí la vio: su piel mortecina recubierta de tierra, las uñas embarradas, el cabello pelirrojo ennegrecido por la sangre coagulada cubría su rostro mientras garabateaba frenéticamente en el escritorio. Era como si se hubiera arrastrado por la tumba para salir de la misma.

Luz estaba paralizada por el terror y no podía creer lo que sus ojos veían. Quiso gritar, pero su voz se convirtió en un ruido ahogado. El cadáver de Valeria dejó de garabatear en la mesa, tiró la lapicera y con la misma mano la agarró fuertemente del brazalete alrededor de su muñeca. Su mano se cerraba con la fuerza de una garra y apretaba el brazo de Luz cada vez más.

Lentamente, el espectro comenzó a levantar la mirada y los cabellos comenzaron a correrse de su lívido rostro. Antes de poder ver ese rostro que conocía a la perfección, Luz despertó en su habitación, ahogada y completamente transpirada. Le faltaba el aliento, pero miro su brazalete con horror, allí donde la mano de Valeria se había cerrado. No había nada allí, ninguna huella, pero igualmente, se lo quitó. Lo apoyó temblorosamente sobre la mesa de noche mientras trataba de componerse del susto. Se incorporó lentamente, encendió la lámpara sobre la mesa y se dirigió al baño cruzando el pasillo. Si había gritado con el sueño, sus padres no lo habían notado.

Una vez en el baño, abrió la canilla de agua fría y se mojó el rostro con ambas manos, su corazón todavía golpeaba palpitante debido a la vívida pesadilla. Abrió el botiquín para buscar una aspirina, su cabeza tamborileaba incesantemente y la migraña era terrible. Con los ojos cerrados fuertemente y masajeándose la sien con su mano izquierda, cerró la puerta del botiquín con la otra, y allí estaba la presencia.

El ser estaba a sus espaldas, reflejado en el espejo. La cara cubierta con su cabellera roja enmarañada por la sangre seca que había formado una costra allí adonde se había golpeado la cabeza contra el pavimento. Ella salió de la habitación sin percatarse del reflejo aterrador.

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