Capítulo 5

7K 76 0
                                    

Me pongo a cuatro patas en la cama y él se pone el condón. Y cuando me agarra por la cintura, sé que empieza el espectáculo de verdad. Noto la dureza de la polla en la entrada de mi coño, que no necesita lubricante porque ya estoy muy mojada. En el momento en el que Rick me penetra, suelto un gemido ruidoso. No estoy fingiendo, no con Rick. Él entra y sale unas cuantas veces a un ritmo vertiginoso y muy placentero. ¡Bendita locura! Jadea y percibo su esfuerzo. Intento aguantar el equilibrio con una mano mientras que con la otra logro tocar su pecho y sus brazos sudados.

Entonces deslizo la mano a mi coño y me masturbo sin dejar de recibir sus envestidas. Mi clítoris está hinchado por la excitación y el roce. Rick sigue aferrando mi cintura esbelta con las dos manos y en ese momento aprovecho para disfrutar de mi placer. Froto mi botoncito rosado con fogosidad mientras Rick penetra duro, sin descanso.

Como siempre, nuestros encuentros están llenos de lujuria y deseo. Sexo prohibido. Y cuando una cosa es prohibida, su logro la hace aún más apasionante. Rick no me pertenece como hombre, no es mi marido; pero sí me pertenece su sexualidad. Dudo mucho que haga el amor así con otra mujer, ni siquiera con su esposa...

Frotando el clítoris, siento un calor tórrido que nace de mis entrañas mojadas y, después, noto una sensación explosiva de placer y goce que sólo el orgasmo es capaz de dar. Grito con fuerza justo cuando me corro, y mi coño empieza a palpitar.

No obstante, Rick no se detiene. Aprovecha la excitación que le da ver mi corrida para incrementar el ritmo y la intensidad de las penetraciones hasta el punto en el que veo en sus ojos que está al límite. Me enviste potentemente una última vez y cuando se corre noto su pene muy profundo dentro de mí, prácticamente uniéndose a lo más hondo de mi ser. Y se queda así, inmóvil, unos segundos en los que ambos recuperamos el aliento.

Diario de una prostitutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora