Embarazada. Esa era una palabra que a la mayoría de las mujeres se le hacía hermosa, y Karin estaba entre esa mayoría, pero cuando salió de la boca de la doctora Unohana, informándole que ese era el estado en el que se encontraba y el porqué de que últimamente sintiera tantas nauseas, se le antojó como una palabra aterradora. Una palabra que destrozó su mundo y sus esperanzas.
Se acabó, ya no podría escapar de Hitsugaya Toshiro, ahora tenía algo que la uniría a él por el resto de sus vidas creciendo en su interior. Al demonio con su plan, al demonio con huir, al demonio con olvidar…
Escapó de la enfermería de la doctora y corrió al cuarto más cercano, que resultó ser una bodega de limpieza, y se acurrucó en un rincón, llorando y sollozando desconsoladamente, maldiciendo a la vida, maldiciéndose a ella, maldiciendo a Hitsugaya, maldiciendo a ese b…
Frenó sus pensamientos antes de completar una sentencia tan horrible.
Las lágrimas siguieron deslizándose solo que ahora silenciosamente mientras reposaba su cabeza contra el muro, pensando con miedo lo cerca que había estado de ser una persona lo suficientemente horrible como para maldecir al alma más pura que alguna vez podría existir, un bebé, su propio hijo… No, se había prometido que el odio hacia Hitsugaya nunca la haría caer tan bajo.
Ni modo, pensó secando sus lágrimas y levantándose tambaleante de su anterior posición fetal en el suelo, este bebé ya estaba aquí. Ahora ella estaba atada para siempre al rey y él tendría al heredero que quería. ¿Qué podía hacer al respecto?
Ya debería haberse resignado a su terrible destino, había sido estúpido albergar esperanzas de poder escapar de esa vida algún día.
Limpió los rastros de lágrimas de sus mejillas y se fue tambaleante hacia su habitación designada, subiendo cuidadosa y lentamente las escaleras sin siquiera darse cuenta sino hasta que llegó al final de las mismas.
Con su cabeza dando vueltas, siendo un revoltijo de confusión y emociones encontradas, llegó a su cuarto y de inmediato se lanzó sobre su cama, volviendo a sollozar solo que ahora mucho más tranquila en la privacidad de su habitación.
O al menos pensó que allí podría tener privacidad hasta que oyó la cantarina voz de su dama principal anunciando que iba a entrar sin autorización solo porque se le placía. Adoraba a esa mujer, pero a veces realmente quería golpearla.
Ni siquiera tuvo tiempo de secarse las lágrimas por completo antes de que Rangiku ingresara a la habitación con una gran sonrisa que se esfumó al momento de ver en el estado lastimoso en el que se encontraba.
-Oh, cielos.- pareció espantadísima. -¿Qué te hizo él ahora?- se llevó una mano a la sien masajeándola como rogando por paciencia a alguna divinidad. –Esta vez sí que lo mató, seriamente está muerto ahora…- masculló entre dientes mientras Karin solo la ignoraba meditando si contarle era buena idea o no.
-Me embarazó, Rangiku-san.- admitió finalmente, decidiendo que no tenía ninguna razón para mentirle a su querida dama principal.
La mujer mayor se quedó en blanco por un momento, antes de soltar el mayor chillido rompe-tímpanos que la ex Kurosaki había escuchado en toda su joven vida, justo un segundo antes de correr hacia ella con una enorme sonrisa.
-¡Oh por Dios! ¡¿En serio?! ¡Esto es una gran noticia! ¡Es… es…!...- calló cuando de repente notó su rostro abatido. –Pues diría que es genial y motivo de celebración, pero tú no pareces muy feliz.- suspiró y luego su gesto se contrajo en uno de rabia peligrosa que hasta a ella le dio miedo. -¿Volvió a forzarte? Porque si lo hizo…- comenzó a amenazar pero Karin negó con la cabeza, avergonzada.
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Mi Rey.
FanfictionEl día de su boda fue horrible, el resto de su vida con ese hombre lo sería aun mas...