Orgullo.

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Tal vez por milésima vez en esa noche, Karin volvió a llevarse la mano a la boca, trazando suavemente el contorno de sus labios con los dedos, tratando de rememorar la sensación del beso que Toshiro le había dado hace no muchas horas justo en el fin del ocaso.

Se había quedado estática en los establos por un momento, con su mano cubriendo firmemente su boca recién besada y sus ojos muy abiertos, casi sin poder creer lo que acababa de suceder, casi sin creer lo que estaba sintiendo en ese momento.

Ella… se sentía feliz, y al mismo tiempo enojada consigo misma por eso.

Que haya perdonado a Hitsugaya no quería decir, de ninguna manera, que ya podría amarlo y permitir que la besara y actuaran como marido y mujer normalmente como si nada. Eso era ridículo.

O al menos, eso era lo que pensaba su mente, porque lo que sentía era un asunto completamente distinto. Por más que su consciencia le diera los mil y un motivos para no amarlo, su corazón insistía en mandar todo al diablo e ir por lo que la hacía feliz, estar con él la hacía feliz, que la besara la hizo feliz.

¿Cómo podía ser eso malo?, preguntaba desesperado su corazón. Él no merece tanto perdón, y aunque haya perdonado eso no quiere decir que vaya a olvidar, no se podrá olvidar nunca, ¿verdad? Dejar atrás el rencor no significaba que debía olvidar y darle una oportunidad para llevar a su relación a algo más allá de platónica.

Ahora, recostada en su cama después de haber arrancado a su hija de los brazos de Momo y rechazando cenar, no podía hacer más que admitir que de nuevo estaba en una guerra de su orgullo contra sus sentimientos.

No, ya no había rencor hacia Hitsugaya en su corazón, ya no había odio, mucho menos miedo, lo único que quedaba dentro de ella gritando en contra de él, era su orgullo, su orgullo como mujer.

¿Qué pensaría la ella del pasado si la viera ahora, suspirando de amor por el hombre que la forzó y maltrató?, se preguntaba. Pues, ella probablemente me patearía el trasero, se contestaba instantáneamente.

Sabía que había cambiado, y que pasaron por mucho para que lo perdonara. Pero ¿por qué? Oh, ¿por qué estaba sintiendo esto hacia él? Si bien su corazón ya antes se había acelerado ante su presencia, fue por el mero deseo lujurioso, por la pasión congelada hirviendo en sus ojos y las promesas de placer indescriptible a las cuáles no había podido resistirse por más que trato, perdiendo ante su orgullo por el mero deseo carnal. Sin embargo ahora era distinto, ahora su corazón se aceleraba ante la sola mención de Toshiro, con solo pensar en él.

Él y sus rabietas adorables de niño mimado, él y su timidez que no le salía disimular por más que intentara, él y sus formalidades, su inteligencia, sus libros aburridos, lo mucho que trabajaba, lo estricto que quería ser, lo amable que realmente era, lo mucho que adoraba a Rangiku y Momo, su curiosamente confuso pero extrañamente entrañable vínculo con Gin, su cariño hacia Hyorinmaru, la admiración que le tenía su pueblo, lo buen padre que era y su inmenso amor y dedicación a su hija… Él y la forma en la que la miraba completamente enamorado… él y la culpa de sus errores pasados que se notaba que le pesaban todos los días y probablemente le pesarían siempre.

Suspiró, llevándose una mano al pecho.

Lo siento orgullo, pero esta vez tendré que mandarte al diablo, pensó volviendo a palpar sus labios con los dedos. Lo amo.

Pequeñas lágrimas se deslizaron silenciosamente por sus mejillas. No era fácil admitirse esto a sí misma, pero lo amaba. Era inútil seguir negándoselo, no tenía sentido. No podía tener control sobre su corazón, que apenas perdonó a Toshiro y se permitió acercarse a él cayó totalmente enamorado.

Mi Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora