Dificil Decision.

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Karin suspiró pesadamente mientras veía el ya familiar paisaje a través de la ventana del carruaje que la estaba transportando de vuelta a Juubantai, el precioso lugar de donde venían sus pesadillas.

Una vez que Rangiku se calmó lo suficiente para dejar de llorar, la pelinegra la dejó a cargo de Shimo para ir a hablar con su padre y su hermana e informarlos de la situación y que necesitaba viajar al otro reino de inmediato. Ellos se mostraron preocupados y quisieron insistirle en que esperara para viajar mañana, pero aún era muy temprano y ella no quería esperar siquiera un segundo más, por temor a que el idiota que tenía por marido cometiera alguna estupidez. Luego de asegurarles al menos unas mil veces que estaría bien, la dejaron partir en el mismo carruaje donde su ex dama había venido a las pocas horas.

Ahora estaba atardeciendo y estaban a medio camino de llegar a Juubantai. Rangiku estaba sentada a su lado, meciendo a Shimo suavemente, tratando de mantenerla calmada y riendo para no concentrarse en su primera experiencia viajando en carruaje.

Suspiró, preguntándose cuántas veces tendría que estar así desde ahora en adelante por gran parte de su vida, viajando varias horas solo para llevar a su pequeña a ver a su padre idiota al que odiaba.

La verdad, no deseaba que su hija creciera de este modo, dividida entre sus padres, y mayormente lejos del reino que iba a gobernar en cuanto creciera, pero no había otra opción. Se divorciaría de Toshiro y su hija tendría que vivir con ella como era lo correcto. No le gustaba, pero le gustaba menos el tener que ver a su futuro ex esposo algo más que lo absolutamente necesario.

Se llevó una mano a la frente, alterada por la idea de tener que volver a verlo nuevamente, mas era necesario, quería que fuera un padre para su hija, era lo mínimo que su pequeña merecía pesé a cuánto pudiera odiarlo ella, sabía que su hija necesitaba a su padre a su lado, y no pensaba negarle la oportunidad. Por eso estaba tan furiosa de que el bastardo rey monstruo siguiera poniendo más y más excusas para evitar conocer a su hijita, y ahora hasta matarse quería.

Ja, no si ella lo mataba primero.

Miró a las otras ocupantes del carruaje, notando a su bebé plácidamente dormida en brazos de su casi-abuela y sonrió un poco, a lo que Rangiku pareció notar su mirada y volteó sonriente a verla.

-Shimo-chan ha crecido mucho.- comentó en susurros, acariciando con adoración las hebras de cabello blanquecino. –Me… me habría gustado mucho haber estado ahí contigo mientras la criabas.- sonrió nostálgicamente, sus ojos celestes aguados.

-Podrías haber estado allí de haber querido, ya sabes…- le recordó suavemente, a lo que ahora su sonrisa cambió a ser amarga.

-Sabes que no lo dejaría. No es mi hijo biológico pero… tú ya sabes.- suspiró, ahora acariciando las mejillas rosadas de su casi-nieta. –Es mi niño… Y así como yo sé que tú nunca abandonarías a tu hija, yo nunca podría abandonarlo. Ya eres madre, debes entender.-

-Sí… es cierto, lo lamento.- bufó. –Es solo que también te has convertido en algo así como una segunda madre para mí, y sabes lo que pienso de Toshiro así que… es un poco difícil de aceptar, supongo.- apartó su mirada de regreso al paisaje.

-Yo sé, querida.- colocó una mano en su hombro con comprensión. –Sé que es duro… pero yo lidiaré con lo que sea que tú consideres lo mejor, nadie merece más que tú tener el derecho de decidir cómo serán las cosas a partir de ahora.- afirmó seriamente.

Anocheció y Shimo despertó de su siesta, por lo que la tomó en brazos para alimentarla en lo que se adentraban en la colorida ciudad de Juubantai hacia el palacio que contrastaba tanto por su aire lúgubre y moderno, sin dejar de ser hermosamente cautivante.

Mi Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora