Llorar o reír.

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Con su hija firmemente sujeta en sus brazos, Karin se abrió camino a través de los jardines del palacio para llegar hacia donde podía vislumbrar a su esposo junto a Niki a varios metros de donde algunos sirvientes estaban construyendo una valla con maderas de un metro de largo para bordear el estanque, de una vez.

-Buenas tardes.- los saludó algo incomoda.

-Buenas tardes, majestad.- la chica castaña de la larga trenza le dio una pequeña reverencia, mientras que Toshiro solo asintió, con su vista fija al frente.

-Toshiro, ¿tú diste la orden de construir aquella cerca inmediatamente, verdad?- solo habían pasado dos días desde el incidente con su hija y ya estaba a medio hacer.

-Sí. Yo… no creí que fuera prudente seguir teniendo este lugar tan desprotegido con una niña pequeña dando vueltas por aquí.- murmuró viendo a Shimo en sus brazos, que se estaba chupando el dedo mirando con desconfianza el estanque.

-Fue una buena decisión.- alentó. –Umm… puedo preguntar… ¿la doctora Unohana o Kisuke-san te dijeron algo más sobre tu estado?- lo miró con curiosidad, puesto que era algo que la había estado preocupando.

-Urahara habló conmigo, sí.- suspiró pesadamente. –Dijo que después de lo que pasó hace dos días era muy probable que yo pudiera volver a caminar si realmente lo intentaba. Y lo intente con ayuda de Matsumoto pero ni siquiera pude ponerme en pie por mi cuenta.- torció la boca con amargura.

-¿Volviste a intentarlo?- insistió sin saber por qué.

-No. ¿Por qué lo haría?- parecía resignado a no poder volver a caminar nunca.

-¿Qué no quieres volver a caminar?- entrecerró los ojos y él siguió evitando su mirada. –Ni siquiera te molestes en responder, yo sé que quieres.- aseguró. –Niki.- llamó la atención de la enfermera, que brincó en su lugar. –Sostén a Shimo, por favor.- le tendió a su pequeña, puesto que todavía no tenía la confianza para dejarla andar por el jardín, al menos no hasta que no terminaran la cerca.

-Claro, su alteza.- tomó a la princesita en brazos.

-Gracias.- tomó una profunda respiración, no muy convencida de lo que quería hacer pero su mente insistía en que era lo mejor. –Toma mis manos, Toshiro.- le tendió ambas manos frente a su rostro confundido y reticente. –Vamos a volver a intentar eso de que te pongas de pie.- explicó y él la miró sorprendido y negó con la cabeza.

-N-no tienes porque, no es necesario.- miró sus manos con nerviosismo.

-Claro que sí.- lo miró con autoridad, una mirada que en realidad había sacado de él. –Si tienes la oportunidad de volver a hacerlo, no debes desperdiciarla solo por inseguridad.- se encogió en su lugar pero parecía seguir indispuesto a escucharla de verdad. –No voy a creer tu circo de indiferencia, veo como miras a nuestra hija cuando está aprendiendo a caminar, sé que quieres ir detrás de ella, y sé que quieres cargarla sin ayuda.- él la miró a los ojos y pudo notar su mirada vulnerable, lo que la hizo ablandar un poco su tono. –Solo… déjame ayudarte.- volvió a tenderle sus manos.

Él se mordió el labio, mirándola pensativo y dudoso, pero finalmente tomó sus manos, un poco vacilante.

Karin entrelazó sus dedos para darle más firmeza al agarre.

-Aquí vamos.- dio un paso hacia atrás, y tiró con fuerza de él para ponerlo en pie.

Hitsugaya casi chilló mientras se impulsaba hacia adelante y sobre ella, quedando con su cabeza sobre su hombro, su peso casi tirándola abajo pero hizo un esfuerzo y se mantuvo erguida, pasando de sostener sus manos a rodearlo con sus brazos.

Mi Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora