Nuevo Comienzo.

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Karin entró a la oficina de Urahara Kisuke donde había dejado a Ukitake Juushiro para que descansara mientras iba a cambiarse y a dejar a sus hijos con alguien más capaz que un niño de quince años así ya poder conversar con más tranquilidad.

Su mente aún estaba hecha un revoltijo por la breve explicación que el hombre había hecho para informarla sobre sus motivos para estar en el palacio de Juubantai a esta hora y con este clima, y con Hyorinmaru. No podía dejar de preguntarse… ¿Por qué? ¿Por qué su esposo estaba en la cárcel? ¿Había hecho algo malo? No quería creerlo.

-Majestad, veo que ya ha regresado.- señaló Urahara con un humor insoportablemente alegre. –Y en un muy buen momento, si me permite agregar, trajeron el té hace cinco minutos y ya está a la temperatura ideal.- sorbió un poco de su taza para luego lanzar un exagerado suspiro de apreciación. –Absolutamente delicioso.- alabó.

-Oh, cierra la boca, Kisuke-san.- Karin rodó los ojos y tomó asiento junto a su consejero frente al hombre que aseguraba ser el director de una cárcel y tener información sobre Toshiro. –Entonces, Ukitake-san.- tomó su propia taza de té y miró al mayor tratando de ocultar el temblor de sus manos sin mucho éxito gracias al repiqueteo de la taza contra su platito. -¿Qué es lo que tienes para decirme respecto a mi marido tan importante que no podía esperar a mañana?- preguntó no sin ansiedad.

El hombre de aspecto enfermizo carraspeó incómodamente, bajando la mirada por un segundo antes de subirla con determinación, mirando directo a los ojos de la reina con comprensión así como una especie de aire paternal que no llegaba a entender del todo.

-Vera, joven reina, hace un año más o menos, uno de los prisioneros en mi cárcel me llamó bastante la atención.- comenzó a hablar sombríamente. –Por lo que me contaron, fue arrestado solo por un robo menor y sentenciado a unas cuantas semanas luego de que se entregara voluntariamente. Lo extraño es que en cuanto cumplió su sentencia, se negó a irse de la cárcel. Mis guardias estaban impresionados, pero finalmente decidieron que lo mejor era echarlo por la fuerza y luego me informaron al respecto. Poco después el mismo prisionero volvió a entregarse luego de otro robo menor y volvió a la cárcel, a lo que volvieron a expulsarlo, pero una vez más se repitió el proceso y yo comencé a extrañarme en serio, así que les pedí que no lo echaran y que en cambio lo trajeran ante mí para llegar al fondo de esto.- tomó un sorbo de su té, mirando tristemente directo a los ojos de la desolada reina. –Con el que me encontré fue un hombre desgarbado, casi al borde de morir por desnutrición, con una capucha que se negaba a bajar y con una voz tan triste y rota que deprimía a quien lo oyese. Le pregunte sus motivos para querer permanecer en la cárcel y lo que me contestó fue que de haber podido se mataría, pero le había prometido a alguien que no lo haría, así que en cambio quería pagar sus crímenes pudriéndose en las celdas de mi prisión, dijo que no quería volver a lastimar a nadie, pero que la única forma de redimirse era pagando por sus actos con el sufrimiento propio y no morir egoístamente, dijo que él merecía sufrir.-

-Ese idiota…- murmuró Karin por lo bajo, teniendo graves problemas para controlarse y no derramar las lágrimas que tan desesperadamente quería dejar escapar de sus ojos.

-Yo asumí que si no lo dejaba quedarse él seguiría cometiendo crímenes menores y entregándose, así que simplemente lo dejé permanecer asegurándole que de todos modos cuando quisiera solo podía pedir verme y yo lo dejaría marcharse, pero nunca lo pidió, todo lo que me pidió fue asiló para su caballo, que siempre era confiscado por mis guardias cuando lo arrestaban y él estaba preocupado de que estuviera en malas condiciones, así que me quedé con Hyorinmaru. Pronto llegaron las noticias de que estaban buscando al rey perdido de Juubantai, y yo no pude ni siquiera imaginarme que se trataba de él. Por lo que me dijo, su nombre era "Shiro" y siempre estaba encapuchado y con la vista baja, todo lo que tenía para hacer la conexión es que escuche que huyó en un caballo blanco llamado Hyorinmaru, pero descarté rápidamente la idea porque… ¿cómo podría alguien imaginar que un rey quisiera voluntariamente ser encarcelado? Al menos yo, no fui capaz.- bajó la mirada. –Pasaron los meses y me quedé realmente intrigado por este nuevo prisionero voluntario, él casi no salía de su celda ni siquiera al patio, apenas comía y nunca hablaba a menos que fuera absolutamente necesario. Un día se desmayó del hambre en su celda y yo me preocupe y trate de hablar con él para que me dijera qué le pasaba, pero todo lo que obtuve fue su promesa de que no volvería a descuidar su alimentación. Estaba sinceramente preocupado por él, porque no parecía ser un mal hombre pese a que afirmaba lo contrario, así que empecé a visitarlo con más frecuencia, trataba de hacerle conversación pero solo hablaba conmigo cuando se trataba de su caballo. Un día comenté mi pena por usted, joven reina, cuando nuevamente a la ciudad vinieron a buscar a su esposo, y lo note tensarse y comenzar a temblar, me pidió que me fuera después de eso, que quería estar solo, lo note tan afectado que no discutí. Entonces comencé a sospechar.- suspiró.

Mi Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora