Aquellos ojos tristes

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—Por última vez, Eren, levántate de una maldita vez, por el amor a lo que se te dé la gana.

—Carajo, hermanito, qué carácter tienes hoy —el chico moreno de ojos verdes le contestó a su hermano, aún cubierto por las sábanas de su cómoda y calientita cama—. ¡Déjame dormir! No pienso ir al puto colegio hoy.

—Eren, no digas malas palabras porque papá me va a matar si te escucha —le replicó Zeke desde el umbral de la puerta de su habitación—. ¡Voy a llegar tarde a clases si no te alistas ya!

Eren, cual estatua, permaneció recostado cómodamente en su cama, ignorando todas las palabras de su medio hermano mayor, Zeke.

—Al diablo, me voy. Ya te las arreglarás tú solito para irte al instituto.

—Oh, ¿qué haré ahora? —exclamó con sarcasmo el menor—. ¡Ten lindo día, hermano mayor!

Zeke bufó, se acomodó los anteojos, y salió del cuarto de su hermano menor, azotando la puerta. Desde que Eren vivía en el departamento de Zeke, era difícil salir temprano para llegar a tiempo a la escuela; y aunque Zeke y Eren compartían horarios totalmente distintos, su padre, Grisha, había insistido mucho para que ambos se fueran juntos y pasaran "tiempo de calidad como hermanos."

Zeke subió apresurado a su auto y se encaminó hacia la universidad. Manejó con precaución y debajo de los límites de velocidad, a pesar de la prisa que llevaba encima; cuando llegó a las instalaciones de la universidad, se estacionó en el primer lugar que encontró, y se adentró casi corriendo para llegar a tiempo a clases.

Recorriendo los pasillos para llegar a su salón, sintió un pequeño jalón de la manga de su saco –cosa que le molestó un poco ya que la prenda se encontraba perfectamente planchada y lisa– y giró desconcertado. Reconoció el rostro asiático de la muchacha que había tirado de su saco: era Mikasa Ackerman.

–Hola, Zeke. Perdón por interrumpirte. ¿Llevas prisa? –preguntó, algo tímida.

–Una poca, sí –el muchacho respondió mirando el reloj que llevaba en la muñeca–.  Tengo un par de minutos aún. ¿Qué necesitas, Mika?

La chica se sonrojó un poco. Tsk. Sé que te cuelas en las noches por la ventana de Eren para acostarte con él: no te portes tímida ahora.

–Eh... bueno... ¿ha venido Eren contigo?

–No. El muy flojo no se levantó hoy; pensé que te lo diría.

–No contesta mis mensajes y mucho menos mis llamadas desde hace unos días... Como sea; hablaré con él más tarde. Gracias, Zeke –la muchacha dijo lo último agitando la mano a modo de despedida.

El rubio suspiró, y continuó su camino al salón mientras texteaba un mensaje en el chat de su hermano. "Tenemos que hablar en cuanto llegue a casa."

Finalmente, como todos los días entre semana, se sentó en su lugar para tomar la primera clase del día. Cómo ansiaba ya graduarse de la universidad.





*******************





–Jeagër, por favor, venga un momento –el profesor llamó a Zeke después de que terminara la última clase del día.

Había estado repartiendo las calificaciones de los exámenes anteriores, sin embargo, jamás llamó a Zeke para darle las suyas. Esto le había extrañado al chico, ya que siempre sacaba buenas notas; por lo mismo, no le parecía congruente el hecho de haber reprobado los exámenes.

–No reprobé: estoy seguro —dijo con un aire egocéntrico al llegar adonde estaba el maestro.

–Tienes razón Zeke. Tienes una mente brillante, y por eso jamás repruebas los exámenes. Sin embargo, tu promedio bajó dos puntos, y me gustaría que habláramos sobre eso.

–¿Dos puntos? Dios... –Zeke suspiró.

–Así es, señor Jeagër. ¿Hay alguna razón por la que esto esté sucediendo?

Eren.

–Mi... mi hermano se ha mudado a mi departamento porque estudia ahora en esta Universidad. Está cursando la preparatoria a penas. Es rebelde, malicioso, y estúpido. Se la pasa comiendo y eructando a todas horas, pone música a todo volumen mientras intento estudiar, y en las noches, cuando intento dormir, su novia se escabulle por la ventana de su habitación para tener sexo con él. Es incómodo y... desagradable –dijo, neutro como siempre.

–Ya veo... Entonces, ¿cree que esa sea la razón de su distracción?

–Totalmente. Lo lamento, profesor. Me esforzaré un poco más a partir de ahora.

El muchacho tomó sus exámenes, y se encaminó a la salida del aula.

–Eh, Zeke –el profesor le volvió a llamar–. Sé que piensas que estudiar es una pérdida de tiempo, y sé que para ti estudiar no es algo relevante, pero creo que sería bueno que lo intentaras. Ya sabes, ir a la biblioteca y leer libros acerca de los temas, repasar las notas, y participar más en clase.

–Lo haré. Muchas gracias –contestó, y salió sin más del lugar.

¡¿Estudiar?! ¡¿Para qué cojones Zeke iba a estudiar?! Él era demasiado inteligente como para perder el tiempo llendo a la biblioteca y leer libros estúpidos que no le servirían de nada. Prefería permanecer en casa, poner música clásica a un volumen prudente, y tomar una taza de café mientras se recostaba plácidamente en el pequeño sofá que tenía adentro de su habitación.

Estudiar... Estudiar no iba con una persona inteligente. Estudiar no iba con Zeke.

—Joder, Eren, esto es tu culpa. —No...

Esto no era culpa de Eren. Al final de todo, la culpa era de Zeke por dejar que un chico tan estúpido como su medio hermano le distrajera a tal grado de bajar su promedio. Cielos, ¿qué pensará su padre cuando se entere?

Con mil y una dudas y quejas en la cabeza, el muchacho rubio se dirigió a regañadientes hacia aquel aburridor lugar: la biblioteca.

Al entrar, saludó amablemente a la bibliotecaria y le pidió que le dijera en dónde estaba la sección de filosofía; al parecer, la nota más baja se encontraba en esta materia, así que sería la única que estudiaría por hoy.

—Está en el segundo piso, a la derecha, al fondo. Sólo hay una mesa como para cuatro o seis personas, pero generalmente está vacía esa área.

—De acuerdo. Muchas gracias, bella dama —Zeke replicó de una manera coqueta causando que la mujer de avanzada edad soltara una risilla.

Acató a la perfección las órdenes de esa mujer, y llegó a la sección de los libros de filosofía; un lugar oscuro, frío, con un intenso olor a libros viejos y guardados, y por supuesto, vacío. Vacío, salvo por la chica que se encontraba dormida sobre la única mesa del lugar.

Zeke se acercó despacio para posar sus cosas en la mesa, y se tomó el tiempo de examinar a la muchacha frente a él. Nunca la había visto; su rostro le era desconocido. Le causo bastante gracia el hecho de que fuera la única persona ahí, y estuviera durmiendo. Se rió por lo bajo, y se acercó un poquito más...

Ahora Zeke ya no reía más, y no lo haría de nuevo, en definitiva. Repasó con detalle las facciones delicadas de la muchacha, y en el proceso, percató que los ojos de ella se encontraban tristes: como si estuviese a punto de llorar, o como si estuviese teniendo un muy mal sueño. Zeke sintió lástima; ¿qué podría estar soñando esta chica para tener esos ojos tan tristes y ese semblante tan melancólico al dormir?

Sólo Entre Nosotros (pieckxzeke)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora