Un Rayo de Esperanza

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Zeke odiaba fumar. Detestaba hacerlo, pero aún así, lo hacía. No soportaba el sabor amargo del tabaco, y esa sensación del humo recorrer sus pulmones lo mataba; pero, por esa misma sensación de morir, fumaba de vez en cuando.

Apagó su cigarrillo antes de entrar a su departamento. Abrió la puerta, y encontró a Eren jugando videojuegos en el sofá de la sala, aún despeinado, y aún en pijama. El mayor de los dos se puso frente al televisor.

–¡Muévete idiota! ¡Voy a perder esta partida por tu culpa!

–No fuiste a la escuela porque no querías ver a Mika, ¿verdad?

Eren dejó de jugar para fulminar a su hermano con la mirada.

Knock out! Fin del juego –se escuchó decir a la televisión.

Eren suspiró, apagó el televisor, y se hizo a un lado del sofá para darle espacio a Zeke de sentarse. El moreno se cruzó de brazos, aún mirando a su hermano mayor con algo de desprecio. 

–Supongo que... quieres hablar –Eren asintió–. ¿Conmigo? Pero yo no tengo novia.

–Pero has tenido antes, estúpido. Además... creo que sabes más cosas acerca de... uh... ¿vivir? –Zeke rió, y el menor sólo echó la cabeza para atrás, quejándose.

–¿En verdad quieres hablar acerca de esto conmigo? O sea, ¿estás consciente de que yo soy virgen y tú no, hermanito?

–¡No seas...! Ugh, ¡basta! –Eren pateó a Zeke, bastante enfadado, mientras que el rubio estallaba en carcajadas.

Después de unos minutos cuando el mayor se había calmado, comenzaron a charlar.

–No sé qué hacer, ¿sabes? Parece que tú tienes toda tu vida resuelta, ¿y yo? Yo ni siquiera desayuné porque no supe elegir entre cereal o una tostada. Tsk.

–Yo no tengo mi vida resuelta, Eren –se sinceró el mayor de los dos–, ni siquiera sé qué es lo que voy a hacer después de terminar la carrera; no sé en dónde voy a trabajar; no sé si me voy a casar pronto; no sé nada. ¿Pero sabes? Es bueno descubrir la vida, un día a la vez. ¿Para qué me preocupo del futuro, si ya tengo suficientes problemas en el presente? Prefiero ocuparme de las cosas de ahora, que presionarme por resolver cosas que aún no suceden –Eren lo miró, pero ahora con ojos de admiración–. ¿Qué harás al respecto?

–No lo sé... yo... supongo que tomaré una ducha, y mañana iré a la escuela. Sí, eso haré.

–¿Vas a cortar con Mika?

–No... sí. ¡No! Yo... no quiero terminar con ella.

—¿Eso significa que... la amas? —ambos cruzaron una mirada confusa, algo temerosa.

—Eh... eso creo. En realidad no sé bien qué significa amar, pero... no voy a terminar con ella. No por el momento.

—Bien —Zeke se levantó del sofá, y se acercó a la cocina para sacar algunas cosas que traía en la mochila—. Traje para hacer pasta, ¿quieres?

—Claro —Eren se giró para ver a su hermano, recargándose con los codos en el respaldo del sofá—. Zeke, ¿en serio eres virgen?

—Ja, ja, ja. No, no lo soy. Pero estoy seguro que has tenido sexo más veces de las que yo he tenido.

—Vaya, vaya, ¡sí que soy un galán!

—Un galán apestoso y en pijama. Ve a tomar una ducha —Eren acató las órdenes de su hermanastro.

Mientras Zeke ponía a hervir la pasta, y picaba algunas cosas para darle sabor, el recuerdo de Pieck arrasó con su mente.

Hablar de temas amorosos no era algo que tuviera relevancia en la vida de Zeke; sin embargo, desde hace algunos días —tal vez semanas— se encontraba a sí mismo hundido en una pregunta: ¿algún día encontraría el amor?

Sólo Entre Nosotros (pieckxzeke)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora