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—fue una maravillosa cena. —habló el platinado estando en el marco de la puerta de la salida de la casa de esa chica.
—gracias, tu compañía también fue maravillosa. —le sonrió con honestidad en sus palabras, no había por que mentir.
—hablando de eso, antes de venir acá, fui por un regalo para ti. —sacó de su bolsillo una cajita de color morado.
la menor se sorprendió ante eso, era bastante bonita, era de terciopelo, de verdad que era muy bonito detalle por parte del chico.
—¡gracias! —exclamó contenta abriendo con cuidado esa cajita, ahí había una cadenita de oro con una huella de perrito en este como dije. —es hermosa...—habló analizándola con una sonrisa en su rostro.
—¿te gusta? e-es una huella porque por un perrito nos comenzamos a llevar mucho mejor...y-yo...—rascó su nuca con nervios, esa chica lo ponía nervioso.
—sí, entiendo, porque de no ser por pongo no nos hubiéramos conocido tan a fondo. —expresó su entendimiento mientras volteaba a verlo a los ojos.
—se te ve bien el cabello así. —comentó acariciando este, la parte de atrás, teniendo que pasar sus brazos por su cuello, él aprovechó para tomar la cintura de la menor.
—¿quieres besarme de nuevo? —preguntó el pecoso sujetando aún la cintura ajena, lógicamente sus mejillas seguían color carmín.
ni siquiera respondió, simplemente se besaron de nuevo, y de pronto, una especie de humo rosado los invadió, ¿qué pasaba? rumplenstintski.