Capítulo 5

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Me quedé en la habitación, mirando por la ventana o moviendome sin saber que hacer. No se oía ningún ruido, Gael no había regresado y estaba desesperandome. Me tumbé en la cama e intenté dormir. Nada. No quería bajar a abajo, no sabía como estaría Gael. Pero que nervios. Abrí la puerta de la habitación y giré la cabeza hacia los dos lados. Nadie. Bajé las escaleras con cuidado y me volví a asomar. Tampoco. A el salón, tampoco, a la cocina, nadie. Miré por el ventanal del salón y allí estaba, en una esquina del patio trasero. Dudé en ir o no, pero la curiosidad me picaba. Salí por la puerta trasera y me dirigí hacia Gael. Éste tenía un cigarrillo en la mano...¿Gael fuma? Parece que si. No me lo esperaba de él. Parecía una persona bastante sana. Lo miré con el ceño fruncido y le quité el cigarrillo de las manos. Después lo tiré y lo pisé. Él me miró extrañado y después miró el cigarrillo ya aplastado:
-¿Por qué me lo has quitado y lo has tirado?
Yo puse los brazos en mi cintura y le recriminé:
-Fumar es malo.
-Según tú, yo no te importo así que dejame hacer lo que quiera- me dijo sacando otro paquete de su bolsillo.
¿Él era una persona adicta? ¿Consumía siempre?
-Gael, eso daña los pulmones, no deberías fumar- le dije quitandole el paquete. Él lo agarró más fuerte y me lo quitó de las manos. Así que yo le hacía de comer y me disculpaba con él y me lo encontraba fumando y sin importarle un carajo el detalle de la comida.- ¡Suéltalo!
-¡Suéltalo tú!- me dijo como un niño pequeño- ¡No eres mi madre, no tienes derecho a quitármelo!
-¡Soy tu mate! ¡Así que dame ese puto paquete!- le grité. Él negó con la cabeza y yo chasqueé la lengua. ¿Por qué tenía que ser así? A mi me debería importar un carajo si él fumaba o no. Así que simplemente me fui pero antes de traspasar la puerta de cristal que daba al interior de la casa le dije- Haz lo que te de la gana, Gael. Después no me vengas lloriqueando con que no te quiero o no me preocupo por ti.
Con eso salí del patio y cerré de un golpe la puerta. Estaba muy cabreada. Ya no iba a acercarme más a él como siguiera así. Me inculcaron de pequeña que no debía de probar el tabaco, que era muy malo. Nadie en mi familia fumaba. Ahora ya no sé... Bueno, ¡No sé nada! No se en que continente estamos (si es que estamos en un continente, a lo mejor estamos en el espacio, todo es posible), no se que hora es, no se donde encontrar un móvil para entretenerme, no se nada. Todo este rollo me saca de quicio. Con largas zancadas me dirigí a la habitación y me acosté en la cama. No quería pensar en nada en ese momento. Así que cerré los ojos y me dejé caer en brazos de Morfeo.

Desperté escuchando la lluvia contra los cristales de la ventana. Me incorporé poco a poco para evitar los dolores grandes de cabeza. La habitación estaba igual que antes, excepto porque alguien había dejado una manta sobre la mesa. Me levanté y decidí cambiarme de ropa, así que me dirigí hacia el vestidor y allí encontré un conjunto muy bonito. Eran unos pantalones vaqueros ajustados, una camiseta de manga larga blanca y una chaqueta larga y negra. Quedaba genial y era bastante cómodo. No debería arreglarme mucho para estar encerrada en una casa pero me daba un poco igual, así que me calcé unas zapatillas cómodas para estar por casa y bajé. ¿Donde estaría Gael? ¿Seguiría enfadado conmigo? Ojalá que no, porque si no estaría un poco aburrida. Aunque yo podría hacer lo que quisiera...¿no? Si él hacía lo que quería, yo también. Me decidí a mostrarle que yo también tenía carácter y derecho a hacer lo que quisiera. Bajé las escaleras lentamente, para hacerme notar. Gael estaba en el sillón recostado, mirando a su teléfono móvil. Genial, él tiene teléfono y yo no. Pasé de largo y me dirigí al ventanal, donde las gotas chocaban contra el cristal, componiendo música para mis oídos. Me encantaba la lluvia. Eso era lo bueno de este lugar, que llovía mucho. Un rostro se pegó a mi cuello, era Gael, ¿Quién si no? Me alejé bruscamente y lo miré con el ceño fruncido. Él bajó la cabeza, después se acercó a mi rápidamente y me abrazó. Otra vez me alejé.
-¿Qué se supone que haces?- le pregunté. Empezó a retorcerse los dedos y después me miró.
-Darice...yo, lo siento, no...no quería hacerlo, no quería hablarte así, lo siento, sabes que...- empezó a decir rápidamente y trabándose en las palabras.
-Nada, Gael, con palabras no se soluciona nada, además, no tienes derecho a abrazarme ni besarme- le dije bien claro. Él resopló y se sentó en el sofá.
-Ya lo sé...sabes que haría lo que sea por ti, solo que me descontrolé y me comporté mal, muy mal. Yo quiero abrazarte y darte mi cariño...- me dijo con los hombros hundidos. Me senté a su lado y medité sus palabras.
-Vale, pero eso ahora no- dije enfurruñada, recordando la comida que le hice y que todavía no me agradeció. Yo no quería hacerme la importante, pero prepararle la comida a alguien que me secuestró y que me llevó a una manada de hombres lobo...- ¿Sabes donde hay una caja de tabaco?
Quería arriesgarme para que él notara lo que yo podía hacer. Él me miró extrañado pero después se sacó la caja de sus bolsillos traseros. Me la tendió y yo la miré durante un rato. Si, iba a enseñarle a Gael lo que iba a hacer. Lentamente saqué de la caja un cigarrillo, cogí un mechero que guardé en mi pantalón en la habitación y lo encendí. Gael me miró asombrado, con los ojos abiertos como platos. Me acerqué despacio el cigarro a la boca y le dí una calada.
-¿¡QUÉ COÑO HACES!?- gritó Gael haciendo que mis oídos dolieran. Yo, con una normalidad actuada, me encogí de hombros, y le dije con la voz neutra:
-Tú haces lo que quieres, yo también.
Parecía que la vena de su cuello se iba a salir en cualquier momento. A mi no me gustaba fumar, me decepcionaba, pero me prometí no volver a hacerlo. Gael abrió la boca a más no poder. Me sentía mal por desobedecerle, pero yo no podía ni iba a ser su sumisa. Definitivamente no. Él puso las dos manos en su cabeza y se las frotó desesperado y con mucho enfado. Después se levantó, golpeó una silla que había allí y subió las escaleras. Yo apagué el cigarro en el cenicero de decoración que había en la mesa y fuí detrás de él. Iba rápido y evitándome, mis piernas se movían lo más rápido posible pero sus grandes zancadas me adelantaban mucho. Abrió la puerta de la habitación y entró en ella. Yo lo seguí y arrojó macetas, sillas...De todo. Le agarré los brazos y él se dejó. Un poco más y echa espuma por la boca. Me daba miedo, pero la culpa había sido mía. Me puse en frente de él, todavía sujetándolo y le acaricié la mejilla. Sabía que era un cambio de actitud gigante pero en esos momentos era lo único que podía calmarlo.
-Lo siento, Gael. Pero quiero que te des cuenta de que si tú haces lo que quieres, yo también.
-¡Ya lo sé, pero tú tienes 18 años y yo tengo 234!- gritó. Me quedé callada. Los lobos eran inmortales ¿no? Supuse que si. Pero lo que quería en ese momento era tranquilizarlo.
-Gael, no me importa, estás poniendo en riesgo tu salud, aunque no siento lo mismo que sientes tú por mi, me preocupo ¿vale? Por lo menos, intento preocuparme- suspiré. En esos momentos estaba soltando todo lo que sentía y pensaba.- Pero lo que no voy a consentir es que hagas algo que te perjudique. Así que haz un esfuerzo por dejar el tabaco, por favor.
Me había encariñado mucho con él. ¡En un día y medio! Eso era un truco: los mates eran así. ¡Mierda! Sin querer ya me preocupaba por él. ¿Me acabaría enamorándome? No es justo... Él ya estaba tranquilizado, aunque todavía respiraba con profundidad. Me miró y en sus ojos vi un brillo. Sus comisuras estaban boca a abajo y después me abrazó, hundiendo su nariz en mi cuello.
-Lo siento, Darice- se disculpó él. Yo no le devolví el abrazo, solo puse los brazos en mi espalda.- Prometeme que no vas a tocar un cigarro en tu vida.
-Gael, te lo prometo, no fumo, solo quería quedarte claro que eso es malo. Tú quieres que yo no fume, pues te digo lo mismo- dije separándome. Él bajó la cabeza y asintió. Después intentó volver a abrazarme pero yo lo rechacé:
-Gael, recuerda que me has secuestrado y que no estoy aquí por gusto.
Él solo suspiró.

¿La mate del Alpha es humana? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora