Capítulo 6

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-¿Eres lo suficientemente maduro para no reírte de eso? Me tienes harta- dije resoplando. Si, amigos, me había venido la regla, el periodo o como queráis llamarlo.

*Flashback*
Fuí al baño, estaba meandome a más no poder. Me senté en la taza del váter y después de hacer pis me limpié.
-Mierda- dije al ver que en el papel había sangre. ¿Las mujeres lobo tendrían el periodo? Gael se reiría, seguramente. Me entró una vergüenza en ese momento...Pero no podía hacer nada, tenía que encontrar compresas en donde fuera. Cuando me agachaba me dolía un montón la barriga. Busqué en los cajones pero nada. Que vergüenza... Le tendría que pedir a Gael que me dijera donde estaban. Me preparé mentalmente. Le iba a pedir a un hombre lobo compresas. Literalmente. Si lo decía de esa forma sonaba absurdo, pero era la verdad. Así que con mucha valentía salí del baño y me dirigí al salón, donde Gael tenía apoyado en sus piernas un portátil. Tenía varios papeles sobre la mesa y en la mano, así que cuando lo llamé, dejó todo sobre la mesa y me miró:
-Gael...verás...emm...¿donde hay compresas?- le última palabra la dije baja y apenas se entendió. En su cara se extendió una sonrisa burlona.

*Fin del Flashback*
Él seguía riendo sin parar. Le tendría que hacer retorcerse de dolor para que me escuchara.
-¡Joder Gael!- grité abatida.- Voy a tener que torturarte para que dejes de reírte.
Él calmó su risa y me indicó que le siguiera. Le hice caso, a regañadientes, pero le hice caso. Subimos por las escaleras y fuimos a otra habitación que no era en la que yo dormía. Fue hacia la mesilla de noche, abrió un cajón y sacó un par de compresas. El color rojo inundó mis mejillas de nuevo. Él me las tendió y yo las cogí, salí de aquella habitación sin ni siquiera agradecerle y fuí al baño.

-¿Ya estás mejor?- preguntó Gael poniendo en mis manos una taza de té. Yo asentí y me acomodé mejor en la cama. Había acabado allí por los dolores fuertes de barriga, Gael me había cuidado bastante bien, tenía que admitirlo. Él salió de la habitación y entró para dejar sobre mi regazo una bandeja con comida. Lo miré. Quizás estaba exagerando, estaba cuidandome demasiado... pero bueno, debía aprovecharlo. Se sentó a mi lado y con un gesto de la mano indicó que comiera. No me gustaba que me mandase pero le hice caso. No tenía otra opción, si no quería enfadarme con él por enésima vez al día. Me comí todo, y no estaba tan mal, Gael cocinaba bien, todo lo contrario a mí.
-Voy a resolver unos papeles de la manada y esas cosas, duerme, mañana mi familia vendrá, descansa.- me dijo, se acercó para darme un beso en la frente pero yo lo frené poniendo mi dedo en sus labios carnosos y rosados. Negué con la cabeza y él asintió y salió de la habitación con sus andares varoniles. Me gustaba admirar eso...pero no, de Gael, no. Le hice caso y me hundí en la cama, que era muy blandita, y me dormí.

Al abrir los ojos algunos rayos de sol me cegaron. Cerré los ojos. Poco a poco volví a abrirlos y parpadeé varias veces. Me sobresalté. Tapando parte del sol que entraba por el gran ventanal, había 3 cabezas. Todos hombres. Me miraban con curiosidad, como si yo fuera única en mi especie. Me encogí y los miré con temor. ¿Quienes eran? Uno era muy parecido a Gael, y los otros dos eran iguales. Osea, que eran gemelos. ¿Pero por qué estaban en la habitación? Me estaban agobiando y estaban prácticamente encima de mí. El que se parecía a Gael acercó su dedo a mi cara. Grité. Ellos se asustaron y retrocedieron. Se escuchó que la puerta se abría. Gael entró y miró a los 3 hombres muy enfadado.
-¿Qué hacéis aquí?- preguntó. Ellos se encogieron de hombros.
-Solo queríamos conocerla- habló uno de los gemelos. Su voz era aguda, pero bonita.
-Dejarla, se acaba de despertar, después la conoceréis- dijo rápidamente. Cogió a los dos gemelos de la parte trasera del cuello de la camiseta y los puso en el pasillo, afuera de la habitación. Ese gesto de coger a sus hermanos del cuello me recordó al Rey León. La manera de coger a ellos dos se parecía cuando los padres de Simba cogían a su hijo. El otro hombre salió por sí solo de la habitación. Después, Gael cerró la puerta, se acercó a mí y me retiró un mechón de pelo que se había escapado de mi coleta.
-Son mis hermanos, no les hagas caso- me dijo. Yo lo miré con el ceño fruncido. ¿Hermanos de Gael? Madre mía...- Darice, te tienes que vestir y bajar, mis padres están ansiosos por conocerte.
Yo resoplé y rodé los ojos. Me levanté de la cama, entré en el vestidor y cerré la puerta de éste. Tras unos minutos, elegí unos Jeans negros, un jersey ancho marrón bastante bonito y unas botas del mismo color. Me eché un poco de gloss labial y bajé las escaleras lentamente. Estaba nerviosa, mucho. ¿Cómo podía escapar de ésta? Mi cuerpo temblaba. ¿Y si me odiaban? Me daba igual qué pensaran de mí, lo que me preocupaba era como harían mi convivencia allí. Dura, seguramente. Como todo en esta vida. Vida que yo NO elegí, repito otra vez. Cuando llegué a la planta de abajo, mis manos temblaban a más no poder. Con los brazos detrás de mi espalda, entré intentando pasar desapercibida. Pero no, todos fijaron su vista en mí. Yo guardé silencio. Todo estaba siendo muy incómodo, yo miraba hacia mis pies, pero sentía como todas las miradas estaban en mí, quería que la tierra me tragara. Unos brazos me envolvieron. Subí un poco la cabeza y una mujer de unos 40 años más o menos me abrazaba. Ella era rubia con canas, he de decir que no le quedaban mal. Los ojos los tenía marrones, era muy parecida a Gael. Desprendía un olor a pan. Supuse que era la madre de mi mate.
-Hija mía, eres hermosa...como nos dijo Gael- dijo con una voz suave. Yo sonreí forzadamente y bajé la cabeza.- Soy Marie, la madre de Gael.
Me dió un apretón más y se dirigió a su sitio, otra vez. Todos seguían mirándome, como si yo fuese alguien diferente. Me sentía fría y sola, estaba mal. Una voz captó mi atención:
-Hola, Darice, soy el padre de Gael, Isidro- dijo un hombre con el pelo castaño, y unos ojos marrones también. Me tendió la mano y yo la tomé, todavía con la cabeza gacha, como si tuviera que tenerles respeto. Me sentía indefensa. Me daban miedo, sí, mucho miedo, aunque estaban siendo amables conmigo.
-Hola hermosura, nosotros somos Yeur...- dijo uno de los gemelos que antes estaba en mi habitación.
-...y Yasuo- terminó la frase el otro gemelo. ¿Y como pensaban que iba a reconocerlos? Eran igualitos.
-Yo soy Liam- dijo el otro chico que también estuvo en mi habitación. Cogió una de mis manos y me besó los nudillos, sonriendome con una sonrisa egocéntrica. Un gruñido me sobresaltó.
-Apartate de ella- le gruñó Gael. Liam levantó sus manos en señal de inocencia y dijo:
-Controla tus celos hermanito.
Gael solo rechinó los dientes y se acercó a mí. Me condujo hacia el sofá y se sentó, me indicó con un gesto de las manos que me sentara en sus piernas. JA. Yo no iba a sentarme en sus piernas ni muerta. Así que me senté al lado de él, pero un dolor grave en mi barriga hizo que compusiera una mueca de dolor. Gael me miró preocupado, y yo le quité importancia con un gesto de la mano. Ladridos me sobresaltaron y un perro entró en la sala. Salté de mi sitio y me subí al sofá.
-¡Ostia!- grité sin importarme la palabra que acababa de salir de mi boca. Todos me miraron con el ceño fruncido y me encogí en mi sitio, pero, seguí mirando al perro, que corría por toda la sala. Se parecía a un cachorro, era mono, pero me había asustado. Comprendí lo que acababa de hacer. Había dicho una palabrota delante de varias personas que iban a ser "mi familia" justo en ese instante. Y había gritado por supuestamente un cachorro de su especie. Genial, felicidades, Darice. Puffff...
-Darice, tranquila, es solo mi sobrino.- me dijo Gael intentando bajarme. Yo me agaché y me senté en el sofá. Respiré hondo y volví a agachar la cabeza. Pero una mano cálida me levantó el mentón. Era Marie. Me acarició la mejilla y yo me dejé, aspirando ese aroma tan acogedor, pero a la vez me intimidaba. Sacandome de mi embelesamiento, el cachorro que antes corría por la sala subió a las piernas de Marie. Me sobresalté y me eché hacia atrás, pero viendo que el cachorrito no me hacía nada, me acerqué poco a poco, le acaricié el espacio que había entre sus orejas y él se dejó. Era muy mono, debo decir que por un instante me enamoró. Y poco a poco me fui acercando más y más, hasta estar al lado de él y Marie, que observaba expectante. Todos me miraban, pero yo solo me concentraba en los ojos del cachorro, que me miraban con curiosidad y dulzura.

¿La mate del Alpha es humana? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora