Capítulo 9

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Gente corriendo. Gritos. Personas en el suelo. Disparos. Garras. Dolor. Desapariciones. Gael arrastrándome. Una cabina transparente. Gael cogiendo el micrófono y alertando. Lobos. Lobos. Lobos. Lobos. Lobos. Sangre. Gritos, más gritos. Angustia. Miedo. Desoriento. Gael chillandole al micrófono. Giro la cabeza. Debajo de la cabina, dos cachorros. Desorientados. Llorando. Perdidos. Solos. Bajo rápidamente las escaleras de la cabina tropezandome. Lobos. Lobos. Y bajo aquel escenario sacado del Guernica, yo. Los cachorros giraban en mi cabeza. Debía ir a por ellos. Disparos. Gente por aquí y por allá. Lobos dañados repletos de sangre. El miedo. Puro miedo, recorrió mis venas, hasta llegar a mi interior. Terror puro. Disparos. Desesperación. Miedo. Miedo. Más miedo. Me acerco a los cachorros, todavía estaban llorando. Los agarro con mis temblorosas manos. Ellos gimen asustados. Se ve el puro terror en sus caras. En sus ojos negros que suplicaban salir de allí. Un disparo me sobresalta. Salgo corriendo esquivando como puedo a las personas. Sólo me importan esos dos indefensos cachorros. Gritos. Disparos. Rugidos. Temor. Salgo como puedo de allí.

-¿Están bien? ¿Están vivos?- pregunté con ansiedad.
-Sí, tranquila señorita, ellos están bien- dijo un doctor que salía de la habitación donde estaban los dos cachorros. Me senté en la silla. Froté mi brazo, donde había una venda por una caída en asfalto. Cuando salí del centro comercial llegué como pude a un centro de salud cercano. Lo encontré corriendo detrás de una ambulancia. Maldita sea. Me había perdido, estaba bastante desorientada, pero nada de eso se podía comparar con las huellas que había dejado ese ataque. O atentado. No sabía que era exactamente, pero si sabía que había sentido el puro terror. La piel se me erizó. Todo mi cuerpo estaba tenso... Espera...¿¡donde estaría Gael!? ¿Y los gemelos? ¿Cómo estarían? ¿Les habrían...dañado? Ahora sí, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
-¿Señorita Darice?- preguntó una voz grave. Subí la cabeza y vi al guardaespaldas. Clavó su mirada en mí y se acercó- Tenemos que irnos.
-Verás...traje al hospital unos cachorros que se habían perdido y...bueno, quiero llevarlos a la casa- dije agachado la cabeza. El asintió no muy convencido.

-Están bien, solo están asustados.- resumió el doctor. Asentí con la cabeza, le di las gracias y cogí a los dos cachorros. Salí de aquella habitación que olía a hospital - un olor que no me gustaba- y seguí al guardaespaldas, que me llevaba a un coche negro. Me monté en el asiento del copiloto y puse a los cachorros en mis piernas. No podía parar de mirarlos, eran hermosos. Odiaba este mundo por el simple hecho de que me habían obligado, pero los cachorros me enamoraron desde el primer momento. Estaban asustados y trepaban mi torso para que les acurrucara. Acaricié sus pelajes: uno era negro y otro color café.

-Señorita, llegamos- dijo el guardaespaldas abriendome la puerta. Bajé la cabeza ante su penetrante mirada, me ponía demasiado nerviosa. Con pasos cortos y temerosos me dirigí hacia la casa. Sujeté a los dos cachorros fuertemente contra mi pecho y les besé las cabecitas. Me abrieron la puerta tras una reverencia en la que yo no supe como actuar y entré en la casa. Fuí hacia el salón. El pasillo estaba desierto, no había absolutamente nadie. Pero, de lejos se oían gritos y golpes. Me asusté y caminé rápidamente hacia el salón. Allí estaban los dos gemelos, apoyados en el sofá, magullados, con vendas por aquí y por allá. Estaban haciendo  muecas de dolor cuando me vieron. Los ojos casi se les salen de las cuencas al encontrarme allí. Se levantaron rápidamente y corrieron hacia mí. Me rodearon en un abrazo y yo me dejé. Sí, ¿Por qué no? Solté a los cachorros en el suelo y me resguardé en sus brazos. Noté como uno de los dos sollozaba. Subí la cabeza y efectivamente, uno estaba llorando. Lo envolví con mis brazos y lo atraje hacia mí. Miré a su otro gemelo y lo estaba observando apenado. Supuse que habría visto cosas terribles. A mi tampoco me gustó nada la experiencia.
-Vamos, Yasuo...- susurró el otro- Sé perfectamente que te vas a recuperar de esto. Eres una persona sensible, hermanito, pero estamos para apoyarte. Sabemos que lo que has visto es horroroso, pero vas a salir de ésta. Tú nunca has vivido un ataque así, pero cuando yo viví mi primer ataque, cuando nos fuimos de vacaciones y tú te quedaste en casa de la abuelita, yo lo pasé muy mal. Porque recordaba el ataque, todo lo que viví me venía a la mente, y todo fué muy doloroso y angustioso. Pero te aseguro que saldrás de ésta.

Esas palabras me sorprendieron. Pensaba que los gemelos eran espontáneos, bromistas, infantiles... pero ver ese lado de la historia me hizo entender mejor todo. Miré a Yasuo, que seguía llorando en mis brazos, y le acaricié el pelo. El otro, que supuse que era Yeur, tomó de la mano a su hermano y lo llevó al sofá, donde se sentó y se arropó con las mantas. Cogí de nuevo a los cachorros, que estaban encima de mis pies, agarré una manta que había allí y los envolví. Así me resultaba más fácil cogerlos, ya que no se estaban quietos.
-¡Darice!- chilló la conocida voz de Marie. Me abrazó y me envolvió con ese aroma a canela.- Dios mío, Darice. Pensábamos que te habían hecho daño... Santa Madre del Señor, Gael está arriba, pobrecito....Está fatal, como loco gritándole al teléfono y rompiendo cosas. Tienes que ir a detenerlo. Sólo tú vas a poder hacerlo, nadie más, porque sus 8 sentidos de lobo están puestos en ti. Están tan puestos en ti, que no ha reconocido tu olor al llegar a casa, tampoco a oído tus pasos...nada. Está loco. Por favor, ve con él.
Tragué saliva. Vale, sabía que Gael estaba bien. Bueno, bien bien, no, pero físicamente sabía que estaba bien. Pero, ¿y si se enfadaba por haberme separado? No quería tener que enfrentarme a él otra vez.
Subí las escaleras, agarré fuertemente a los cachorros y me dirigí al final del pasillo: donde provenían los gritos. Abrí la puerta lentamente con una mano, y con la otra puse a los cachorros contra mi pecho.

-¡¿CÓMO QUE NO LA HABÉIS ENCONTRADO?! ¡TENÉIS QUE ENCONTRARLA! ¡¿Y SI SE LA HAN LLEVADO?!- Gael estaba de espaldas a mi, gritándole sin piedad al teléfono. Hizo una pausa en la que sólo se oía un murmullo del otro lado de la línea- ¡¡JODEEER!!

Tosí un poco y Gael se giró bruscamente. Y vi su cara: una cara que tenía mucho mucho enfado, la vena de su cuello se iba a desatar en cualquier momento, sus ojos estaban rojos, me dieron mucho mucho miedo, su mandíbula estaba tensa y su boca era una línea.
Al verme, el teléfono se le resbaló de las manos y su cara se mostró menos tensa. Sus ojos dejaron de ser rojos y se volvieron al color original.

-Darice...-susurró. En un visto y no visto estaba ahogandome de lo fuerte que me estaba abrazando. Sus músculos seguían tensos pero su olor a Doritos seguía allí. Se separó de mí y me observó detenidamente, como si no se pudiera creer lo que había visto.- Estás aquí... ¿Cómo has llegado?

Agaché la cabeza, eso ya era manía.
-Fuí a un hospital y después el... guardaespaldas me encontró y me trajo aquí- la voz se me quebró en la última palabra. Él me abrazó lentamente y aspiró mi aroma. Pasó su nariz por mi cuello y me estremecí. En otra situación lo habría apartado pero él estaba muy mal. Y tampoco iba a negar que era reconfortante un poco de cariño. Me elevó y me cogió en brazos. Repartió besos por toda mi cabeza y salió de aquel despacho. Se dirigió a la habitación y me dejó en la cama suavemente. Se sentó a mi lado y me acarició el pelo sin dejar de contemplarme. Bajó su mirada y vió a los cachorros. Los miró durante varios segundos y después subió la vista.
-¿Quienes son?
-Bueno... Cuando, cuando me llevaste a la cabina...yo los vi, y bajé a cogerlos. Y después salí corriendo. Estaban solos y asustados- le informé. Pensaba que me iba a reprender, pero no lo hizo.
-Intentaremos encontrar a sus padres.- me dijo con voz decidida. Se tumbó a mi lado y acarició a los cachorros. Ellos fueron a su pecho y él jugueteó con ellos hasta que se cansaron y se durmieron en su regazo.
-¿Sabías que los licántropos machos duermen a las crías? Nos resulta algo muy bonito, sobre todo cuando la hembra duerme con ellos.- Algo se removió en mi interior al escuchar esas palabras. Me parecía muy tierno.  Él había tenido la vista siempre en los cachorros dormidos. Dirigió su mano a mi pelo y me acarició, con mucha ternura. En un impulso, puse la cabeza en su pecho. Él se sorprendió un montón, pero después sus caricias aumentaron, y me dormí en su pecho. Lo que no pensé era en que más tarde me iba a arrepentir de eso.

¿La mate del Alpha es humana? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora