■III■ Cambio de planes.

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El Santo Grial estaba en España.

Aquel descubrimiento tan increíble había revuelto las tripas del vampiro. Como ser inmortal, el bien material no era importante. Las pantomimas y leyendas que rodeaban la copa eran aburridas a su entendimiento.
El Grial era solamente un "símbolo" cristiano usado para promover ambiciones terrenales sin sentido.

Pero era un símbolo que haría enloquecer a cualquier hombre sediento de poder. Era tal su prestigio que era un objeto más peligroso que cualquier monstruo. Muchos matarían para tenerlo en su poder, y no les importaría a quienes tuvieran que matar, incluyendo en esa lista a Crowley, pues el secreto en realidad había sido confiado a él. Ferid no podía permitir bajo ningún concepto que eso sucediese, porque de ser así sus planes jamás tendrían el éxito que esperaba. El caballero ya tenía el destino marcado por sus pautas, y el noble se encargaría de que eso no cambiara. 

Tenía el tiempo suficiente para trazar un nuevo y meticuloso plan. Puede que aquello fuera la mejor ventaja de no poseer la necesidad de dormir.

Ferid se mantuvo gran parte de la noche sentado en la silla de su despacho, en medio del silencio taciturno y sin que nadie se atreviera a entrar para interrumpir sus maquinaciones. Jugueteaba con el cristal entre sus dedos y su mirada apreciaba aquel reflejo azulado que realizaba cuando un pequeño rayo de luz lo atravesaba.

Meditaba su siguiente movimiento. Debía ser cauteloso y meticuloso. No podía permitir ningún error. Barajó sus opciones, tenía varias a tener en cuenta.

Primera: Destruir la gema, cambiarla por una falsa y que Crowley jamás supiera del secreto del Grial.

Esta era sin duda alguna la más sensata.

Segunda: Confiar en que Crowley no quisiera buscar el Grial.

... Descartó la segunda de inmediato. Era humano, por supuesto que lo querría buscar.

Tercera: No matar a Gilbert todavía.

Gilbert aún podía ser de utilidad.

Cuarta: Buscar el Grial con los templarios.

¿Era probable usar varias posibilidades? Por supuesto que sí, sólo se necesitaba imaginación. La expresión de Ferid formó una sonrisa vencedora, adornando sus hermosos labios. Pospondría algunos de sus planes y guardaría sus cartas. Iban a buscar esa copa. Y el vampiro sabía exactamente cómo usaría la búsqueda en su beneficio. Ahora todo iba a depender de los acontecimientos que sucederían.

Se puso de pie y se dispuso a abandonar aquel lúgubre y celoso despacho, recorrió los pasillos de esa mansión hasta la alcoba donde yacía el pelirrojo sumido en un profundo sueño. Con suma cautela, regresó el ornamento original al zurrón que permanecía atado a su cinto.

Observó el rostro del mortal con algo de encandilamiento, dormía tan profundamente gracias al vino, que ni siquiera parecía estar experimentando su característica pesadilla. Su expresión era plácida. No había nada que temer.

La pregunta que había aparecido en medio de la cena, volvió a pasar por su cabeza.
《¿Qué sucedería si Crowley rompía sus votos?》
Ferid no podía permitir ningún desliz en aquel momento, sin embargo sus ojos carmesíes se clavaron en su cuello, en su yugular. Su garganta se secaba a medida que escuchaba los latidos del corazón del caballero, imaginaba cómo debía saber su sangre, podía oír cómo ésta fluía por sus venas y arterias. Era tan tentador, que él mismo sentía que iba a flaquear.

Cómo un mero humano podía ser tan interesante, más allá de haber nacido con el gen de Michaela. Despertaba sus sentidos, era un hombre poco común, distinto a los mortales de la época. Y aún así era tan inocente debido a su juventud, tan ingenuo, lo último que sospecharía era que el vampiro era el verdadero autor que movía los hilos a su antojo y lo hacía bailar y actuar como le venía en gana. Ni siquiera tenía la menor intuición que el monstruo estaba a su lado.

•El Regreso a la Orden.• Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora