■VIII■ Legado a los Santos Caballeros.

119 8 11
                                    

Habían transcurrido varias semanas desde el incidente con el cuerpo del difunto Maestre. Por las calles de la ciudad se podía respirar tranquilidad, incluso cuando los Templarios marchaban como guardia de aquellas calles, se apreciaba el rostro sereno de los caballeros, lo que hacía que sus vecinos y el resto de ciudadanos no sintieran un peso sobre sus hombros. 

Pero ese peso, sí estaba allí, estaba sobre los hombros de Crowley. 

— Recapitulemos; hasta ahora, ¿a qué te ha llevado todo esto? — Preguntaba Ferid con un tono sumamente aburrido. — Regresaste a la Orden, eres Maestre a la fuerza, y tienes que encontrar una reliquia que tal vez ni siquiera exista.  ¿Y mientras tanto? Mientras tanto yo, tu gran amigo, tengo que soportar ver esa expresión de disconformidad en tu rostro. ¿No te parece absurdo?

Sin embargo, Crowley solo respondió a esas palabras con un soplido, ya tenía suficiente, y que el aristócrata se lo recordara no era de gran ayuda en estos momentos. 

— Por no hablar de esta llave. — Continuó el vampiro, jugueteando con el objeto entre sus dedos. — La habéis probado en todas y cada una de las puertas del templo, ¿con qué resultado?

Dejó la pregunta en el aire, el pelirrojo conocía de sobra la respuesta a dicha pregunta; Nulo. Un resultado nefasto, ya que aquella llave no había encajado en ninguna de las cerraduras del templo. Entonces, ¿qué era lo que se le estaba escapando? ¿Cuál era el fin de todo esto? Los cabos estaban demasiado sueltos. ¿Por qué el anterior Maestre había protegido con su propio cuerpo aquella llave si no correspondía a ninguna puerta? ¿Cuál era el verdadero significado de dicho objeto? 

— ¿Te imaginas que fuese la llave del Arca de la Alianza? ~ — Bromeaba el de cabellos plateados con una melodiosa risilla, a lo que Crowley ya no pudo evitar seguir ignorándolo. 

— No bromees con estas cosas. 

— Oh, ¿pero tú crees siquiera que exista? El pacto de amistad entre Dios y el hombre.~ 

Cada palabra que salía de su boca era irritante, sobretodo aquel tono juguetón que no dejaba lugar a dudas que se estaba divirtiendo con semejante situación. 

¿En qué puedo creer sino?

Pero tú ya no crees en Dios, ¿no es así? ¿Entonces por qué deberías creer que una reliquia como esta exista? 

— ... 

Sin lugar a dudas, la pregunta dejó mudo a Crowley. ¿Por qué debería creerlo? La semilla de la duda estaba sembrada en su corazón, y eso hacía que, como un niño pequeño corriendo a refugiarse con su madre, llevara su mano hasta su rosario una vez más, con fuerza.

Un suspiro de hastío emanó de los labios de Ferid, ya que al verlo tocar ese rosario no pudo hacer más que una expresión de disgusto. 

— Y ya estamos de nuevo, tocando ese rosario... ~ — Comentó con cierto cansancio, pero no dejaba esa tonalidad alegre que mantenía constantemente y que al caballero le resultaba una auténtica pesadilla. 

¿Por qué no se callaba? ¿Por qué no dejaba de mencionar todos y cada uno de los hechos que habían estado sucediendo desde el encuentro de aquella maldita espada? "Cállate, Ferid" era lo que estaba pensando en esos instantes. Su comportamiento nervioso estaba más acentuado, incluso, se podía decir que el caballero estaba más irritable que de costumbre. Era todo un complejo quebradero de cabeza que escapaba a su entendimiento, nada de lo que había hecho hasta ahora parecía tener sentido. Primero, aquella joya que tenía el escudo de Aragón, y ahora una llave que no abría ninguna puerta. ¿A dónde lo llevaba todo esto? Se encontraba como al principio. Nuevamente, perdido en un punto de partida que no estaba para nada especificado. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 20, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

•El Regreso a la Orden.• Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora