Parte 20

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Estaba a dos calles del Mercadona cuando me tropecé. Casi se me cae la bolsa en la que llevaba el disfraz con las serpientes. Estaba tan nerviosa que mis piernas empezaban a perder la coordinación. Tenía un nudo en el estómago y, a pesar de que el chubasquero apenas me protegía del frío de Madrid, mis manos estaban empapadas de sudor.

Aún me dolía el pellizco que mi tía me había dado en el brazo. La muy burra se había pasado, seguro que se me ponía morado. Me había dicho que era para que no olvidara que pasara lo que pasase a las once no debía intervenir porque no estaba preparada para ello. Me podría haber hecho un nudo o me podría haber mandado un mensaje para recordármelo, pero no, la muy maltratadora me había dado un pellizco de monja.

Estaba tan alterada que mi respiración se aceleró. Me detuve antes de girar la esquina para recuperar la compostura y colocarme el pelo. No logré tranquilizarme, cada vez estaba peor, así que decidí enfrentarme de una vez a Héctor antes de que los nervios me impidieran actuar como un ser humano normal.

Había un grupo de chicas del instituto frente a la puerta del Mercadona y sentí cierto alivio al ver entre ellas a Elena. Llevaba unas alas blancas por fuera del abrigo. Todas iban disfrazadas, pero sólo se veían sus tocados y su maquillaje porque hacía frío y llevaban los abrigos cerrados. Ni rastro de Héctor ni de ningún otro chico.

—¡Cuervi, has venido! —exclamó Elena saludándome con la mano.

Su expresión era de alegría y sorpresa. El de las demás chicas era solo sorpresa.

—Joder, la Helen adopta a cualquiera —oí a Tati murmurar mientras yo saludaba a Elena.

Todas las chicas me saludaron, hasta Tatiana me dio dos besos. Iba vestida de diabla, un disfraz muy apropiado para ella. Le sentaba muy bien, le quedaba natural como si esa fuese su ropa normal y se disfrazara de persona para ir al instituto.

—Joder, Itziar dice que no llega hasta las nueve y media —gruñó Martina, que iba disfrazada de gato, mirando el móvil— Y ella iba a pillar el alcohol.

—Tía, yo a las diez tengo que estar en casa —protestó Lourdes.

—La Itziar se pisa los huevos, de verdad, siempre igual —bufó Tati. Luego reparó en mi y me eché a temblar—. Oye tú podrías pillar el alcohol ¿no? Estás repitiendo, ya eres mayor de edad.

—Aun tengo diecisiete —dije algo intimidada—. Cumplo el veintiocho de diciembre.

—¿Es una broma? —Tati se echó a reír y las demás con ella.

Llevo toda la vida oyendo el mismo chiste sobre mi cumpleaños. Nunca me ha hecho ninguna gracia.

Martina tenía el carné de identidad de su hermana mayor, y a regañadientes entró a comprar el alcohol con Elena. No tuvieron ningún problema y salieron cargadas de bolsas.

—¿Crees que habrá bastante? —preguntó Lourdes.

—Sí —Martina señaló las bolsas—, he pillado menos vodka porque al final estos solo beben ron y cali.

"¿Estos?"

—¿Hacéis botellón con los chicos? —pregunté extrañada.

—Sí, claro —me contesto Tati bastante seca.

—¿Te da vergüenza? —Elena me hablaba como si yo fuera un cachorrito—. Jo, Cuervo, es que eres tan tímida. No pasa...

—No es eso. —Me aparté con sutileza para impedir que me agarrara por los hombros—. Todos ponemos lo mismo, pero ellos beben mucho más rápido, así que beben más por la misma pasta.

Se quedaron blancas.

—Qué cosas dices —rio Elena sin malicia.

—Pues no me parece ninguna tontería —murmuró Martina.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora