IV

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Ángeles

La semana para Ángeles paso sin ningún contratiempo.

El recuerdo de ese gigante escaso de cerebro desapareció dándole paso a la alegría, dejando de lado el trago amargo que le produjo su sola presencia, y el de solo imaginarse teniendo que excusarse, postergando el momento al escuchar que ya no estaba en Escocia.

No obstante, su tía la traía de un lado a otro, adecuando algunas prendas que quería obsequiarle para su inicio en la temporada social que ocurriría unas semanas después de su arribo a Londres.

No sentía ningún entusiasmo, pero al ver todos sus baúles montados en la carroza no hizo más que suspirar cansinamente, y acceder a todas las imposiciones.

Ya no era miedo al ser rechazada, pues una coraza contra las habladurías se formó tras su primera temporada en España, y no creía que algo peor le ocurriera.

—¡Ya es hora Ángeles! — salió su tía casi corriendo del castillo exultante de alegría.

Estaba radiante, y hasta parecía que fuera ella la que iba a hacer debut, proclamándose sin duda alguna en la incomparable de la temporada.

Pensar en aquello la hizo sonreír, y negar al mismo tiempo.

Detrás de una eufórica Catalina emergió su tío y primos.

Uno de estos iba con ellas, y se notaba que no estaba para nada contento.

Lo más probable es que se sintiera como una carabina, y no era para menos. Con su notoria juventud, se percibía a todas leguas que le huía al matrimonio tanto como a las locuras de su madre.

...

Su relación con el mayor de los Stewart no había cambiado en lo absoluto.

Por el contrario, solo se simplificaba en la cordialidad y esporádicos saludos cada vez que se encontraban en la mañana.

Ni siquiera la miraba y algo dentro de ella se oprimió, porque en el fondo siempre deseó un hermano mayor que la cuidara y protegiera, hasta había estimado que, nadie mejor que su primo para esa tarea, pero eso al parecer no podía ser posible.

Se notaba que la odiaba.

Siendo otro cantar con Alistair y Aine.

Poco a poco en esos días se volvieron casi inseparables.

Pasando un tiempo maravilloso, observando como su primo menor le jugaba bromas a Archivald que lo sacaban de quicio, y la risa de Aine tan fresca al igual que llena de inocencia, de alguna manera le reconfortaban el alma, sobrecogiéndola de una paz que quizás no sintió hasta el momento.

Definitivamente ya consideraba Escocia, junto con el Brodick Castle como su verdadero hogar, y le daba profunda nostalgia abandonarlo tan pronto.

—Tío, le voy a extrañar— se abrió paso para abrazar al señor de las tierras de Montrose, y el desaparecido Clan Stewart.

La acunó en sus brazos, sintiendo que una parte de él se iba con ella.

Con su pequeña Ángeles, que desde que nació la veía como una hija.

Aquella que el tiempo le regaló, colmándole de alegría, pese a que los separaba un extenso mar.

Tenía a Aine, pero ella también la sentía parte suya.

De su sangre, y eso no se lo arrebataría nadie.

—Pienso sugerirle a tu padre que no te dé una dote, para que te quedes de por vida con nosotros— soltó mitad broma, mitad cierto.

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR (LADY ESPERPENTO) © || Saga S.L ||  Amor real IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora