XXIII

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Anika y Austin

Humillada.

Echada a menos.

Sin una pisca de valor.

Así era como se sentía mientras abandonaba Rothesay Palace, tras un intento fallido de querer recuperar el hombre y el titulo que deberían pertenecerle.

Pero lo único que obtuvo en las dos veces que se expuso, fue que Duncan MacGregor la tratase por lo que había sido los últimos años en su vida.

La vulgar amante que nunca pretendió reconocer por lo que también era.

El amor de su vida.

Lo último no afectándole en lo más mínimo.

Por lo menos no en el ámbito sentimental.

Resultándole al inicio un afianzamiento de lo que en un principio sería un argumento valedero, para hacerse al estatus que por años se había propuesto a llegar, porque se lo merecía.

No por nada había soportado la poca personalidad que ostentaba el Duque de Rothesay, porque su belleza, aunque resultaba un aliciente a la par de la pasión para sobrellevarlo a la hora de retozar, le faltaba la chispa que lograba prenderla por entero.

La locura asfixiante del único ser que tenía su corazón, y la había desechado por no ser suficiente para merecerse ostentar el título de Marquesa, orillándola a continuar con su vida, buscando un protector que llegase de la mano con su venganza por hacerla menos, poniéndose en bandeja de plata cuando apareció en aquel club, con ganas de perderse en la bebida por fantasmas que hasta el momento seguían sin impórtale, creyéndolo una señal del creador para aprovecharse de la situación matando dos pájaros de un solo tiro.

No sirviéndole de nada, cuando lo único que obtuvo fue ser utilizada nuevamente, pero ahora humillada delante de los hombres que en secreto pretendían sus favores, por los mismos que la despreciaban.

Se ajustó el abrigo que cubría su cuerpo, mientras era escoltada hacia la salida por el cochero del dueño de las tierras, que la tomaba del brazo sin importar su forcejeo por zafarse, demostrándole con ese gesto que nunca fue de su gracia.

Portaba la cabeza gacha, mientras se mordía el labio dejando que las lágrimas amargas escaparan de sus ojos, gritando en su interior llena de frustración.

Se las pagarían.

Si creía que dejaría aquello de ese tamaño, no la conocía.

Porque ella siempre obtenía lo que quería.

Y si no era el título de Duquesa, bien sería el dinero del que lo ostentaba.

Ese mismo que mitigaría sus caprichos, porque ella resultaba ser un espécimen inolvidable.

Solo necesitaba tiempo para que lo comprendiese.

...

Antes de subir al carruaje que la llevaría a la residencia, que con su esfuerzo se había ganado aguantando al rubio, una voz familiar puso su cuerpo en completa tensión, pasmándola en su lugar, más cuando la interceptó del brazo que tenía libre dirigiendo su atención al cochero para darle una nueva instrucción.

—Mi preciado Taffy— exclamó con retintín, provocando que el nombrado se inclinara torpemente correspondiendo al saludo—. Te liberare de esta agobiante obligación, dándote un respiro de lo que ha sido un día extenuante— tragó grueso entendiendo sus palabras, sin poder objetar puesto que la voz se le había perdido solo con oler su aroma—. Me encargare de la señorita, asegurándote que la pondré a salvo en el lugar que le corresponde ocupar.

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR (LADY ESPERPENTO) © || Saga S.L ||  Amor real IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora