Realizó su caminata de rutina en la base de la montaña, llamando a sus tres hijos y a su esposa. Los había perdido de vista, pero tampoco se encontraba alterado. Ellos solían esconderse y jugar a las atrapadas.
Pensó en que debía cortar su barba, la cual ya cubría su pecho. Sin embargo, al mover su brazo izquierdo, sintió una increíble punzada.
Un mes atrás, él mismo cayó desde el árbol en donde se encontraba su hogar, e inevitablemente, quebró su brazo.
Sufrió al acomodarlo, porque ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo. Pero se detuvo al sentir como añicos de su hueso se incrustaban en el músculo.
Solo se conformó con atar el brazo con una soga al cuello, y dejarla descansando cerca del pecho.
Aseguraba que una quebradura no duraría mucho más que dos meses, por lo que se estaba preparando para librarse del dolor.
Se había convencido completamente de que no sentía dolor alguno, aunque a veces fuera una total mentira. En verdad, su brazo se veía hinchado y eso no significaba nada bueno.
Sin embargo, Senkuu estaba seguro de que sobreviviría a esta. No por nada estuvo sobreviviendo 30 años en este salvaje mundo de piedra. Y sentía que a sus 47 años ya había vivido todo lo que tenía por vivir.
Incluso tenía una hermosa esposa, dos hijas y un hijo. Ya ninguno era un niño, por lo que prometieron ayudar a su padre a encontrar una cura para la despetrificación de sus amigos.
Pero era inevitable que las sonrisas se transformen en muecas y el sol sea cubierto por las nubes.
Senkuu se encontraba jadeando ante la fuerte fiebre que poseía, todo debido a la importante infección de su brazo.
Con enojo, volvió a preguntarse en dónde estaba su familia. Una parte de él dijo que seguían jugando a las escondidas en medio de la noche, aunque otra parte de él le dijo que aquellas personas nunca existieron.
Su mente se debilitaba. Sentía que finalmente moría.
Con el rostro nublado, se acercó a la ventana y vio a las estatuas vestidas y rodeadas de flores. Había grabado dibujos y escrituras en los cuerpos de cada uno.
Vio a la Reportera, la cual ya tenía la edad de su primera hija imaginaria. Esperó que pueda triunfar en su trabajo.
El Primate más Fuerte del la Secundaria lucía menos intimidante, sin embargo, pidió que deje de preocuparse y mantener un semblante serio. Le gritó que valía la pena sonreír de vez en cuando.
A su amigo el Mago, le pidió que sorprenda a las generaciones futuras con sus trucos bajo la manga.
Su padre era más joven que él, y seguía con esa brillante sonrisa en su rostro. Deseó que tuviera otro hijo. Uno que si valga la pena consentir.
Observó a Yuzuriha, tan joven y delicada como siempre. Lucía como una niña a comparación de él, y esperó que ella gozara de una vida llena de felicidad.
Finalmente, con los ojos llenos de lágrimas, vio a su mejor amigo. Taiju Oki.
Los sentimientos lo invadieron y fue incapaz de formular todas las palabras que pensaba en aquel momento. Aunque solo pudo decirle, con cierta tristeza, que desearía encontrarse con él. Tal vez en otra vida.
Y así fue como Senkuu Ishigami murió a sus 47 años de edad. Sintiendo como toda su desesperación desapareció junto con el dolor en sus extremidades y manos deformadas por las cicatrices. Su mente desapareció, al igual que su demencia, al igual que la familia que alguna vez deseó formar, al igual que los amigos que él mismo creó a base de simples estatuas, al igual que toda esperanza que tuvo en lograr algo.
Pero finalmente, llegó a la conclusión que no era más que un hombre común, viviendo la vida de un hombre común.
Porque la verdad era que, si hubiera sido superdotado, podría haber salvado a sus amigos o incluso a él mismo.
Y aún así, Senkuu Ishigami se maldijo a él mismo desde el primer hasta el último minuto que vivió esta interminable pesadilla.
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𝔼𝕩𝕥𝕣𝕒 𝒐𝒓𝒅𝒊𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐
Fanfic¿Qué hubiera sucedido si Ishigami Senkuu no fuera un genio? ¿Y si se hubiera tratado de un ordinario adolescente? Mini-fic de ocho capítulos que relatan la vida de un joven que, por obra de la naturaleza, se despetrifica 3700 años después de que aqu...