Capítulo 8 .:Sus cuerpos entrelazados ardían por el otro:.

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Gwen me encantaba, me fascinaba, yo la adoraba, nuestros labios se estrujaban entre si al igual que nuestros cuerpos, la fricción que teníamos era gloriosa, tenía sus labios entre mis dientes y eso era increíble, ella también mordía mis labios, y entre besos y mordidas reíamos adorando nuestro encuentro. Me moví como ella me pidió y los dos gemimos, pero esta vez no necesité esperar a que ella me pidiera que no parara porque no lo hice, esta vez le hice caso y no me contuve, seguí y seguí. 

Los jadeos y gemidos de Gwen eran la música más excitante que haya escuchado, tan erótica que no podía creer que fuera yo quien provocara tales sonidos y sensaciones de placer en ella, pero sí, yo era el responsable de que ella gozara de esa manera, y el coro eran mis propios jadeos y gemidos, realmente lo estábamos disfrutando, realmente lo estábamos haciendo, en verdad estaba haciendo el amor con mi amada Gwen Stacy. Vaya que estar haciendo el amor con el amor de mi vida era una sensación grandiosa, gloriosa, inclusive celestial, ni el paraíso podría ser más grandioso que hacer el amor con mi Gwen.

Me movía en ella y eso me dejaba loco de placer, a ella también, lo podía sentir y escuchar, ella estaba jugueteando con sus manos sobre mi cabello, despeinándome y sus piernas me tenían bien sujeto de la cadera, tocando con los deditos la parte interna de mis muslos, mientras que la parte interna de los muslos de ella era lo que se aferraba a mi cadera, estaba envuelto en ella, en todos los sentidos, yo tenía mis manos firmemente puestas a los costados de su angosto torso, sintiendo sus costillas bajo mis dedos, con mis pulgares tocando la parte baja de sus pechos, justo en la línea donde se elevaban, sintiendo su curva, apretándola con cuidado y resaltando sus hermosos y delicados atributos. Todos mis pensamientos estaban en ella, concentrándose únicamente en guardar eternamente esa noche en mi memoria.

Mis cinco sentidos estaban al máximo, disfrutando de nosotros, de nuestras bocas, de nuestras caricias, de nuestros cuerpos desnudos, yo de su feminidad y ella de mi masculinidad, las velas seguían iluminándonos con su fuego pero ese no era nada comparado con el que habíamos encendido Gwen y yo con nuestra fricción. La tormenta continuaba y de vez en cuando uno que otro rayo iluminaba la ventana y un trueno se escuchaba pero eso no nos importaba. 

Yo besaba a mi novia con intensidad y ella me correspondía de la misma forma, causando más aceleración entre nosotros, girábamos y girábamos sobre la cama, abrazándonos muy fuerte, esa cama era nuestra, ya no solo mía, también era de ella y mientras girábamos sin cesar jugueteábamos con las lenguas en un beso lleno de acción, mientras que nuestras piernas (o lo que teníamos entre ellas) gozaban de su conexión. Entre ella y yo realmente había un verdadero arrebato de pasión, nuestros brazos se aferraban con una impresionante fuerza y con cada segundo y beso que pasábamos nos excitábamos más y más. Aún girábamos sobre la cama, rodando mientras nos gozábamos, de verdad dejábamos todo en esa cama, haciendo tocar una acústica envolvente en mi cuarto.

Quería tocarla, quería sentirla, quería hacerla mía y entregarme a ella y lo estaba haciendo, las manitas de Gwen apretaban mi trasero, acariciaban mi espalda, tocaban mi pecho, cosquilleaban mi abdomen, palpaban mi cara y literalmente manoseaban todo mi cuerpo. Me moví un poco más y entonces ocurrió, lo que tanto deseaba que pasara, Gwen estaba teniendo un orgasmo, pude sentir como ella vibraba y como su cuerpo se quedaba sin fuerzas, vi en su cara el gesto de máximo placer, era magnificó y ella lucía tan complacida que me sedujo con su orgasmo.

—Puedo ver que te gustó mi amor. —le dije jugando y deleitándome con lo que su cuerpo disfrutaba, y aún más porque yo lo había provocado. Gwen no me contestó, apenas y pudo verme, se veía tan frágil, tan delicada después de eso, pero también se veía tan feliz.

—Peter... —pronunció apenas, con la voz cansada y muy excitada, realmente agitada, dedicándome una sonrisa de gozo, se veía hermosa.

—Dime Gwen —le dije con la voz también agitada y excitada, pero no tanto como la de ella.

La noche de Peter y GwenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora