Capítulo I

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¿Cómo de maravilloso puede ser el hecho de compartir piso con tu mejor amiga, con la que estás muy unida, que es tu mayor confidente y que esa convivencia ha afianzado más, si se puede, vuestra relación? Supongo que algo digno de personas afortunadas, pero la cosa cambia drásticamente cuando estás completa, loca y perdidamente enamorada de tu mejor amiga, que al igual que tú es bisexual, pero que tiene pareja, y aún encima (por si esto no fuera suficiente), su novio es el mayor capullo del mundo.

Pues Alba estaba exactamente en esa situación, y era una putada, de las grandes.

Alba Martínez Reche y Natalia Lacunza Sanabdón se habían conocido cuando la primera tenía cinco años y la segunda tres. Natalia compartía por aquel entonces clase con Marina, la hermana pequeña de Alba. En el tercer cumpleaños de Marina, que había celebrado en su casa, Natalia, que por aquel entonces era inseparable de Marina, estaba en busca del baño. En el camino hasta él, escuchó unos sollozos y se paró para ver que pasaba. Y ahí la vio. La pequeña Alba, que le sacaba dos años, y a la que ya conocía de vista por ser una de las "niñas mayores", como así las tildaban en el colegio, estaba sentada en su alfombra rosa, llorando, mientras sostenía en sus manos un osito marrón de peluche.

Natalia, que nunca había hablado con ella por ser más mayor, lo cual, le imponía, decidió acercarse a Alba y darle un abrazo, y es que la sensibilidad de Natalia no le permitía ver a alguien llorar y no hacer nada para evitarlo.

Alba se sorprendió de sobre manera, pero no hizo nada. Al contrario, disfruto del abrazo que la otra niña le ofrecía.

Al cabo de un par de minutos, cuando parecía que Alba ya se había tranquilizado, Natalia la soltó y se sentó en la alfombra frente a ella. Con miedo y mucha timidez, la miro a los ojos enseñándole su más sincera y reconfortante sonrisa, gesto que hizo que la pequeña Alba se enterneciese y agradeciese la presencia de la amiga de su hermana allí.

-¿Qué te pasa?-preguntó Natalia con precaución, pues no se podía hablar con una niña mayor así como así, según las reglas inventadas del patio del colegio- ¿Por qué estás llorando?

-Porque Rodrigo, un niño de mi clase-comenzó a relatarle Alba, ya más tranquila- me llamó fea. Me dijo que era la niña más fea del curso y que no quería jugar conmigo en el patio. Y después me empujó en el arenario, y por su culpa me he hecho una herida en la rodilla. Además, mi madre me ha reñido porque he roto la media al caerme. No le he dicho que me han empujado, pero ella me ha dicho que tengo que tener más cuidado.

-Pues Rodrigo es tonto, y seguro que él si que es feo-Natalia sonreía mientras hablaba, contagiando a Alba- A mí tus ojos me parecen muy bonitos. Son los más bonitos de España.

Alba mostró la sonrisa más grande que le cabía, y es que Natalia había conseguido ayudarla y tranquilizarla.

-Gracias, amiga de mi hermana.- Alba se echó a reír, y es que solo conocía a Natalia de vista, puesto que era más pequeña que ella-¿Como te llamas?

Y ahí comenzó su gran amistad. Esa misma tarde, ambas se presentaron y hablaron largo y tendido. Natalia, una niña alta de ojos color chocolate y una sonrisa preciosa, que se había mudado a Madrid desde Pamplona por el trabajo de su madre, y que tenía, por aquel entonces, un hermano de un año, Santiago. Alba, que encandilaba con su bonita melena rubia, sus ojos avellana y su corta estatura, pues era adorable. Ella también se había mudado a Madrid por el trabajo, pero de su padre, aunque ella era de Elche, Alicante, y tenía una única hermana, Marina, dos años menor.

Natalia olvidó por completo el cumpleaños de Marina, pues estaba muy a gusto con Alba.

Al día siguiente, en el colegio, Alba, que solía jugar con sus amigas María y África, decidió que prefería pasar el recreo con Natalia, y se fueron a jugar juntas, siendo ese, el primer día de muchos.

TODA UNA VIDAWhere stories live. Discover now