Todo por una apuesta || Uruguay x Chile

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Nota preliminar: Como no me quedo tranquila nunca, decidí corregir por mi cuenta este oneshot viejo de esta pareja media crack que a mí me encanta porque qué diablos, Uruguay es mi favorito entre todos los de LatinHetalia. La idea tiene hartos años, advierto; no me lo tomen mucho en cuenta por favor. Ah, y hay lemon.

Publico porque mi Beta ahora mismo está muy ocupada por su ingreso a la universidad así que no puede corregir mi ChilexNyoArgentina que publicaré acá. Por mientras, traigo este coso fugaz.

 Por mientras, traigo este coso fugaz

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TODO POR UNA APUESTA

Pasearse en la sala de su casa nunca le había parecido tan adictivo. Ansioso como nunca antes, sus pies fueron y vinieron por la misma dirección, y ya comenzaban a arderle aún teniendo apenas unas adorables pantuflas y encima de eso, ya estaba empezando a marearse. Tenía que detenerse si a ese paso no quería dejar una brecha en el suelo.

Entonces se detiene de golpe. Se masajea las sienes con impaciencia al tiempo que frunce el entrecejo como si tuviera la peor de las resacas y finalmente se abandona al sofá a cuerpo muerto. Resopló, se abrió de piernas y brazos como un muñeco de trapo, y miró el techo. Después, el teléfono. El techo, y el teléfono. El techo, y el teléfono.

No era como si pensara que el aparato de repente fuera a mutar en alguna especie de robot asesino venido del futuro para matarlo y hacerlo charqui, ni que fuera a salir algún bicho venenoso que lo hiciera agonizar por horas antes de morir.

(O que, simplemente, fuera capaz de tomar el teléfono y hacer una trivial y divertidísima llamada a un fono gay).

—¡Por la chucha! —Gritó, hecho un lío consigo mismo—¡Quién cresta me manda a andar apostando weás con ese saco' weas! ¡Cuando lo vea lo voy a hacer mierda al conchesumare! ¡Fleto culia'o ese, si yo no estoy ni ahí con andar weiando con esos weones y el weón va y me obliga a hacer esta weá...!

Gracias a todos los santos que veneraba como buen sudamericano, su discurso infestado de improperios no fue escuchado por nadie más salvo su propia demencia y estrés, porque el pitito de la censura hubiese colapsado. Y menos mal, porque si alguien lo hubiera escuchado, pensarían que al pobre muchacho lo estaban amenazando de muerte si no cumplía cierta orden, o que simplemente se estaba volviendo loco. O fingiendo una valentía que, a todas luces, no tenía.

—¡Ah! No pienso hacer esta weá. ¡Que el Tincho se vaya a la chucha!

Se puso de pie y caminó hasta la chimenea, con una repentina decisión que ni él se creyó. Sacó el papelito de su bolsillo, lo arrugó en su puño y luego estiró la mano hasta el fuego.

Pero cómo, pensó; no, no podía flaquear ahora. Cerró los ojos y volvió a fruncir el ceño, suspirando pesadamente. Separó los párpados con toda la fuerza de voluntad que le iba quedando, miró el papelito y se imaginó a un odioso argentino diciéndole que era un cobarde.

Suspiró pesadamente, derrotado ante esa irritante imagen mental. Maldito sea ese rubio, hasta en su propia cabeza lo convencía así.

Y aunque odiara admitirlo, igual le entraba cierta curiosidad... Y debía cumplir con su palabra.

Con las manos temblando mientras sostenía el papel odioso entre los dedos, se terminó de convencer. Apuestas son apuestas, susurró para sí.

APLH: Si somos americanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora