Nota preliminar: este en un oneshot que tenía escrito hace tiempo, pero recién anoche fue beteado por la linda Mile_Faraday, a quien una vez más le agradezco tan bonito trabajo.
Universo Alterno (uso de nombres humanos); Chile es Manuel y NyoArgentina es Agustina (no quise ponerle Martina porque era muy mainstream (?). Ambientado en los años '30, plena recesión de la empresa salitrera en el norte de Chile. Geográficamente, es Antofagasta (o más o menos por ahí).
HASTA OLVIDAR
«Te vas porque yo quiero que te vayas / A la hora que yo quiera te detengo / Yo sé que mi cariño te hace falta / Porque quieras o no, yo soy tu dueño»
(José Alfredo Jiménez, La Media Vuelta)
Después del cierre de las industrias salitreras, lo que más abundaba en el norte del país era la pobreza. Huérfanos, viudas, obreros sin trabajo y lo peor de todo: una ola de inactividad económica que amenazaba con un final mucho peor. La Gran Depresión afectó a la nación como a ninguna otra. Alemania se alzó con el salitre sintético que terminó por dejar a Chile casi sepultado en la ruina.
Manuel era hijo de un obrero salitrero. Su madre, una mujer venida desde el sur en un barco a vapor hace muchos años para probar suerte en el norte; donde se amasaban inimaginables fortunas para campesinos de trigo y cebo animal. De las pocas familias obreras de la oficina, la de Manuel aún podía contar con un trabajo en la salitrera, donde su hermana podía desempeñarse como vendedora en la pulpería, su madre podía ocuparse como sirvienta y cocinera en la casa de la familia de uno de los trabajadores de confianza de los Kirkland, los capitalistas, dueños ingleses del salitre.
Los Hernández se llevaban bien con los Kirkland a niveles muy evidentes, así como los Jones, los norteamericanos. Eran las tres familias más ricas de la oficina, se codeaban entre ellos cuando se trataba de cerrar negocios y enviar el producto, tenían las casonas más grandes en casi toda la región de Antofagasta, en pleno desierto y pampa árida. Martín Hernández fungía como el ingeniero a cargo de examinar el mineral, y su hija menor, Agustina Hernández, la luz de sus ojos.
De esbelta figura, piel blanca y delicada, manos finas y suaves que jamás se verían ultrajadas por la fuerza del trabajo. Su cabello rubio era el despertar de la curiosidad entre todos los jóvenes casaderos de su clase. Agustina se mostraba de modales ácidos, sonrisa traviesa, aniñada, muy dulce cuando pretendía serlo. Asistía a los bailes, a la iglesia, se la veía frecuentar la plaza con su andar caprichoso y sus deseos de salir a mirar, a conocer. Era curiosa, bella, tan inalcanzable para Manuel como si fuera la más lejana estrella del firmamento.
La conoció cuando los Hernández llegaron a la oficina. Él había ido a visitar a su hermana a la pulpería porque deseaba un nuevo par de cordones para sus zapatos de vestir, los únicos que tenía además de los que usaba en el trabajo. Mientras Tiare envolvía unos cordones en un paquetito de papel craft, Agustina entró del brazo de su padre, don Martín. Manuel, casi por instinto, se echó hacia atrás para darle paso al flamante químico y a quien, supuso inmediatamente, sería su hija menor.
Manuel la miró durante largos segundos, tantos, que memorizó en detalle su vestido celeste, de tela liviana, sus zapatos brillantes, sus guantes blancos y su cabello medio recogido, rubio y largo. Venía del brazo de su padre sonriendo con encanto como si el mundo le perteneciera.
—Papi, acordate que tenés que comprarme listones nuevos —canturreó ella en ese acento que tan bonito se le hizo a Manuel. El señor Hernández fue atendido por la propia Tiare, quien permanecía conversando con su hermano pero ni así Agustina se dignó a mirar a un pobre obrero, como si su elegancia y fineza fuera a verse contaminada sólo por ponerle los ojos encima.
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APLH: Si somos americanos
FanfictionSerie de oneshots y/o fanfics de este particular fandom. Distintas parejas o protagonistas. Los personajes pertenecen todos, absolutamente, a la comunidad de LatinHetalia.