Un día nuevo. Un día más en el que Jeonghan tenía que soportar griteríos y peleas en su propia taberna, que anteriormente había pertenecido a su padre. Todos los hombres que iban ahí, terminaban embriagándose y contándole sus penas al joven de veintitrés años. Algunos eran altos nobles que escapaban de sus odiosas esposas. Otros, hidalgos intrascendentes que se creían superiores por ser al fin y al cabo parte de la nobleza. Burgueses que llevaban prósperos negocios, y otros que no tanto. O simples puteros que querían ponerse a punto antes de irse al lupanar de al lado, dirigido por Choi Seungcheol.
A veces aparecían señoritas en la taberna, aunque normalmente sólo aparecían para disculparse por el comportamiento de sus esposos o de sus amantes. Aunque, muy de vez en cuando, había otras que bebían, mucho o poco, dependiendo de la mujer. Y luego estaba Yeonjung, que iba cada día. Sólo pedía agua, se la bebía y se marchaba, sin decir nada, a atender su tienda, en la que vendía plantas medicinales. Jeonghan nunca había hablado con ella, pero le encantaría hacerlo. Le daba curiosidad. Ella iba a un lugar, tradicionalmente considerado sólo para hombres, y le daba igual lo que dijesen sobre ella.
Entonces: iba a la taberna, pagaba una moneda de bronce por un vaso de agua —que bien podía conseguir por su cuenta en un pozo cercano—, se lo bebía y se marchaba. Todos los días. No era de alta cuna, pero tampoco de una clase baja. Una pequeña burguesa, cuyo negocio probablemente hubiese heredado de su padre o de su madre, como era el caso de Jeonghan. Eso era todo lo que el tabernero sabía de ella. Escasos datos, ¿cierto?
Aquel día, la taberna se abrió a la hora habitual. A altas horas de la mañana, habían pasado por allí únicamente un par de bajos nobles, en su mayoría hidalgos de pacotilla que abusaban de su título. No fue hasta el mediodía que Yeonjung pisó el lugar. Se sintió en su sitio habitual y Jeonghan no tuvo que ir a preguntar el pedido, directamente le llevó la jarra con agua. Cuando se iba a dar la vuelta para volver a la barra, oyó a la chica hablar.
— Van a renovar el Tratado de Carne y Sangre —dijo.
— ¿Qué? —respondió Jeonghan, algo confuso por no haber oído bien la afirmación.
— Que van a renovar el Tratado de Carne y Sangre —repitió.
— ¿Cómo lo sabes? —Jeonghan hablaba informalmente, al no estar hablando con ningún señor de estatus superior al suyo.
— Escucho cosas. En palacio también enferman. El otro día Jaemin, un niño que vive limpiando los suelos a su majestad Boo, vino a comprar algo para el consejero de la moneda. Al parecer, Jeon Wonwoo está resfriado.
— Cómo vuelan las habladorías. Y qué lengua más larga tienen los niños, ¿cierto? —el chico se permitió soltar una pequeña risa tras haber hablado, a lo que ella respondió con una pequeña sonrisa.
— La verdad, sí. Ah, me caes bien. Soy Yeonjung.
— Yo Jeonghan. Un placer tratar con... ¿señoritas? Como tú.
— Sí, señorita. Y qué osado que sois por usar el registro informal conmigo —se quejó ella, en tono de chanza.
— ¡Oh, disculpadme! Pero vos también estábais usando el registro informal conmigo, ¿o no es así?
— Tenéis razón. Usemos de nuevo el registro informal, ahora somos amigos.
— ¿Lo somos?
Jeonghan rió. Tal vez fuese a continuar hablando, pero escuchó que lo llamaban. Tuvo que volver al trabajo, y se despidió de Yeonjung con la mano.
Lo llamaba Choi Seungcheol, probablemente el alto burgués más rico de todo el reino, e incluso tal vez también del vecino. En verdad, su familia procedía de Sínsoca, y él también había nacido allí, aunque por razones evidentes, no había vuelto a su país natal.
— He oído que van a renovar en Tratado —anunció el tabernero.
— ¿El de Carne y Sangre? —cuestionó Choi.
— Sí. ¿Lo de siempre?
Seungcheol asintió, y Jeonghan le llenó una jarra con cerveza, para luego servírsela.
— Afortunadas noticias. De ser así, podré volver a mis tierras sin ser asesinado —pronunció, como si estuviese bromeando.
— Allí podréis buscar algunos diamantes en bruto. Dicen que las chicas de Sínsoca son unas fieras.
— Eso dicen. Pero sólo me interesa la reina. Las habladorías dicen que es una belleza impactante, de esas que no se encuentran todos los días. También se dice que tiene un carácter fuerte. Y eso me gusta.
— ¿Queréis beneficiaron de la reina?
Choi rio.
— ¿Honestamente? Sí. Si se da el caso de ser como los rumores dicen, claro.
— Os van a cortar la cabeza, Choi —dijo Jeonghan, en forma de chanza, y rio.
— A veces hay que asumir riesgos, ¿cierto? Y seguro que el riesgo de morir merece la pena sólo por pasar la noche con la reina.
— Estáis pirado.
— Lo sé. Todos los ricos estamos pirados, o eso dicen, ¿no?
El tabernero negó con la cabeza, sin dejar de reír.
— Espero estar en vuestro testamento.
— Claro. Te dejaré dinero para que le compres un anillo a la de la botica.
— ¿A Yeonjung?
— ¡Hasta te sabes su nombre! —exclamó Seungcheol, sonriendo con cierta pillería.
— Acabo de hablar con ella.
— Ya. Lo he visto. Estabas muy entretenido. ¿Cómo se siente el haber hablado con ella tras tanto tiempo observándola?
— Pues nada fuera de lo común.
— Lo que digas. Despósala antes de que se te pase el arroz, Han.
— Choi, a vos ya se os ha pasado, y seguís soltero.
— Cambiando de tema radicalmente, ¿te da cuenta de lo mucho que amo que me trates como a los señores sólo para que te dé más propina?
Jeonghan resopló.
— Eres un solecito —continuó Seungcheol—. Si no fuese un delito mortal, te daría el mejor beso de tu vida. Y la mejor follada.
El más joven se llevó las manos a la cabeza.
— Haré como que no he oído nada.
Y tras eso, observó cómo Yeonjung cruzaba la puerta, y se despedía de él agitando la mano.
— Tienes que pedirle salir —declaró Seungcheol.
— La acabo de conocer.
— Piensa antes de hablar, hermano. Así es más emocionante.
Seuncheol miró por la ventana.
— ¿Se os está haciendo tarde?
— Sí. He de irme.
Choi se tomó la cerveza de un trago y pagó, dejando propina por haber sido tratado como los señores. Sin embargo, aún así Jeonghan notó que había dinero de más.
— He invitado a tu futura esposa —declaró el mayor, mientras se levantaba, dispuesto a irse.
El resto del día, para Jeonghan, fue como siempre, soportando gritos de señores ebrios, e historietas que realmente no le interesaban.
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abdahía ,, seventeen
Fanfictionseungkwan es rey de abdahía, y el resentimiento de joshua, rey de sínsoca, hacia él es tan fuerte, que haría lo que sea para acabar con este. - homosexual + heterosexual content ¡!