◐Uno

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Contempla su inexpresivo rostro mientras duerme.

Para su lobo es familiar, pero no recuerda conocerlo de ningún lado.

Es hermoso aunque no va a aceptarlo.

Su rostro es lo único que ha podido limpiar porque no cree que sea correcto quitarle la ropa.

Aunque sabe que debe hacerlo porque está completamente mojado por el tiempo que ha pasado afuera en la lluvia.

Respira profundo antes de quitarle con cuidado los zapatos y sus medias. Prosigue con su delgado suéter y luego pasa a bajar la cremallera de su pantalón.

Sus manos le tiemblan y cree que tal vez hizo algo mal porque el Omega comienza a despertar.

Su agudo grito casi destruye su tímpano.

Joel también se asusta y mira fijamente sus ojos antes de bajar la mirada hacia donde están sus manos.

Cualquiera diria que está acariciando la entrepierna del ojiverde.

—¡AUXILIO, UN PERVERTIDO!

Lo único que se le ocurre al Alfa es lanzarse sobre él y taparle la boca. Es estúpido porque nadie puede escucharlo a kilómetros de ahí.

El Omega se remueve bajo el cuerpo del Alfa en vano, aún está débil porque no ha comido en dias.

—Callate —trata de ordenar con su voz de Alfa pero falla, pocas veces ha estado tan cerca de un Omega —por favor —suplica como última opción.

El Omega lo mira curioso, nunca a visto a un Alfa suplicar. Los Alfas de su antigua manada solían ser mandones y altaneros.

Pero se queda callado por el olor del Alfa.

Huele a chocolate.

Y sorprendentemente a su lobo lo tranquiliza.

El ojiverde muerde su mano y el mayor chilla de dolor alejándose de su cuerpo.

Ambos se miran a los ojos y no saben lo que está pasando. Sus corazones se aceleran, sus lobos aullan y ellos comienzan a llorar.

Un llanto silencioso.

El Alfa limpia con la manga de su suéter y comienza a hablar para disimular el momento —Sólo queria ponerte ropa seca. Tú ropa está mojada, vas a enfermarte si sigues así.

El Omega dirige la mirada hacia el montón de ropa y sabe que el Alfa no miente.

Estornuda antes de decir algo y Joel ríe por lo tierno que se ve.

—Cambiate —pronuncia cambiando su expresión cuando el Omega lo observa y sale de la habitación.

El ojiverde sostiene la ropa y sabe que son del Alfa, puede sentir su aroma aún en ella.

Chocolate.

Siente a su lobo emocionado, otra vez.

Después de un momento se escuchan leves toques en la puerta.

—Puedes pasar —murmura sin saber que decir.

—¿Aún estas encima de la cama? —pregunta acercándose —Ya es tarde deberías acurrucarse en las cobijas.

—No te conozco —susurra con timidez.

—Soy Joel, un Alfa solitario sin manada —le extiende la mano —Tú ¿eres...?

—Erick —responde bajito —soy Omega.

—Estás muy lejos de tu manada Erick.

—¿Como lo sabes?

—Seas de la manada del norte o de la del sur, esta cabaña está al medio de ellas, nadie más vive por aqui.

—Yo ya no tengo manada —suelta con tristeza.

—Te encontré desmayado en el suelo bajo la lluvia, se nota que no has comido. Deberías volver.

—No.

—Ya te dije que nadie más vive por aquí, en kilómetros solo hay árboles y más árboles.

—Dijiste que tú no tenias una manada —recuerda.

—No quieres ser como yo.

—No pienso volver —murmura con la voz rota.

—Puedes quedarte aquí esta noche, pero mañana debes irte. No eres mi problema —finaliza la conversación el Alfa, saliendo del lugar.

Erick siempre es un problema.

El día después de mañana >Joerick<Donde viven las historias. Descúbrelo ahora