-“Take my breath away with you…”- Tres estaba cantando, no podía creérmelo.
El momento le volvía tan joven, tan relajado. Era como entrar en una realidad paralela, en la cual no estábamos huyendo de una horda de asesinos, y él no me había secuestrado; éramos una pareja en un viaje de placer por la carretera.
En realidad, él no sabía que le escuchaba. Había fingido estar dormida desde hacía un rato, para evitar hablar con él.
Robarme estos momentos de su personalidad, era una joya verdadera; que guardaría para las ocasiones en que me exasperara tanto que quisiera golpearlo con todas mis fuerzas.
Me había cansado de estar con los ojos cerrados, sin poder dormir, así que al finalizar la canción, comencé a moverme sutilmente, para que tomara cuenta de que estaba ´despertando´.
Abrí mis ojos y estiré mis brazos cuanto pude en el reducido espacio del coche, por arriba de mi cabeza, ahogando un amplio bostezo.
-“¿Dónde estamos?”-
Tres me miró de reojo, y sin mucha explicación, dijo:
-“Lejos. A tres mil kilómetros de donde nos comenzarán buscarán.”-
Se suponía que conocer la distancia, y saber que estábamos lejos, debía hacerme sentir segura, pero no era el caso. Estábamos lejos, sí. ¿Pero a dónde íbamos? Y ¿para qué me llevaba con él? Pudo haberme entregado a la policía o dejado a la orilla de alguna carretera, para que me perdiera de su vista. Pero nada de eso había pasado. Mis sentimientos hacia dichas situaciones no estaban muy claros.
Para ser sincera, no me hubiera alegrado demasiado de que me dejara tirada en el camino; pero tampoco me atraía la idea de que me llevara a alguna jefatura de policías. Mi incertidumbre nada tenía que ver con él, definitivamente, con él o sin él; la situación era la misma. Definitivamente, eso me decía a mí misma.
-“¿Cuándo me tendrás la confianza suficiente, para decirme tu nombre?”- me incomodaba de sobremanera llamarlo por un número.
Sonrió. Y de nuevo, me miró, regresando su vista al camino.
-“¿Cómo sabes que ése no es mi verdadero nombre?”- rodee mis ojos como una adolescente y dejé salir un aliento exasperado.
Eso le hizo reír.
-“No me agrada que te rías de mí, TRES.”-
-“Está bien, lo siento.”- carraspeó y no dijo más. Yo había esperado que después de su disculpa, me dijera su nombre, pero aún me mantendría ignorante de esa importante pieza de información en el rompecabezas que estábamos viviendo.
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CIEGA
Short StoryArrebatada de su vida cómoda y segura, Irene se encuentra en un lugar oscuro; no solo por la tortura de estar lejos de su familia y con la incertidumbre de si vivirá un día más; sino, porque sus secuestradores le han cubierto los ojos de día y de no...