La tarde estaba ya entrada cuando los compañeros volvían de una falsa información acerca de Naraku y los fragmentos. Una jovencita azabache venia detrás de todo, quejándose de su dolor de piernas.
Su bicicleta, nuevamente, se había estropeado, así que tenia que caminar. ¿Como se lo diría a su madre? Era la tercera ese año.
Quizás lo mejor era que, de ahora en mas, fuera caminando como sus amigos.
- Quiero tomar un baño - Suspiro nuevamente, cerrando sus ojos por el cansancio. Al abrirlos se encontró con Inuyasha arrodillado delante de ella - ¿Inuyasha? - Pregunto con curiosidad.
- Sube. Estas cansada - La azabache sonrió, sintiendo como sus mejillas se coloreaban un poco. Con suavidad se trepo a su espalda y, luego de la sorpresa primera, ajusto sus brazos sobre sus fuertes hombros. Se sentía como en el cielo. Era una de las muy pocas veces en que ese joven la llevaba por gusto, no porque estuviera lastimada, ni porque estuvieran apurados, solo para complacerla porque se sentía cansada.
- Gracias - Susurro en su cuello y escucho un pequeño gruñido de agradecimiento de su parte. Sus amigos, viendo esa escena, montaron a Kirara para alejarse y darles un tiempo a solas. Luego de todo lo que había vivido esos días, lo merecían - ¿Tu estas bien? - Pregunto con algo de preocupación. Ella estaba cansada, pero no se había puesto a pensar que quizás él también lo estuviera.
- No te preocupes por mi. Sabes que mi cuerpo es mas resistente - Kaghome asintió con su cabeza sonriendo. No podía evitar sentirse completa al estar en esa situación. Luego de tanto tiempo Inuyasha se estaba acostumbrado a ella, a su cercanía y su toque. Sentía una intimidad tan profunda con ese hanyou que tenia ganas de llorar de la felicidad.
Al divisar el pozo devorador Kaghome sonrió. Allí había comenzado su historia. Gracias a ese pozo había podido conocer a Inuyasha, había conocido a sus amigos y se encontraban juntos. Gracias a ese lugar, ambos compartían un lazo especial, que no compartían con nadie mas. La azabache se acurruco mas contra el peliplata, esperando un quejido que nunca llego. Eso hizo que sonriera aun mas.
Kaghome sonreía por todos los lindos recuerdos. Inuyasha sonreía por lo mismo.
No sabia que seria de él si esa niña no hubiese aparecido en su vida. No quería ni pensar que hubiese pasado con él.
No quería imaginar una vida sin ella.
Ambos iban enfrascados en sus pensamientos cuando, al terminar de pasar por el pozo sintieron una presencia muy conocida para ambos. Incluso dolorosa para la azabache.
Kikyo se encontraba en el árbol sagrado.
Kaghome noto como el cuerpo de Inuyasha se tenso y una sonrisa triste se pinto en su rostro. Cuando creía que nada podía ir mal al estar con ese joven, nuevamente hacia aparición esa mujer. El eterno amor del hanyou.
- Ve, Inuyasha. Kikyo te llama - Intento bajarse al ver como una serpiente venia hacia ellos, pero el peliplata no la bajo. Aun con ella a cuestas comenzó a correr hacia donde la sacerdotisa lo llamaba - No. No quiero - Pero Inuyasha la ignoro. Kaghome solo se prendió de sus ropas. No podía ir contra sus deseos. Lo seguiría al fin del mundo si él se lo pedía.
Al llegar se encontraron con una imagen horripilante.
Kikyo se encontraba sobre las raíces del árbol, lastimada, ensangrentada y boqueando por algo de aire.
- Kikyo - Murmuro la azabache y de un salto bajo de la espalda del hanyou que estaba estático, sin saber que hacer - ¿Que sucedió?
- Un... Demonio - Murmuro la pelinegra, con sus ojos cerrados.
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ANTE TODO
RomanceDaba miedo verlo transformado, lo sabia mejor que nadie, pero eso no era motivo para no defenderlo cuando alguien intentaba lastimarlo. Aunque ese "alguien" fuera Kikyo.