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Varios minutos habían pasado cuando Inuyasha regreso, con una gran presa colgada de su hombro. Se sorprendió al ver a sus amigos fuera de la cabaña pero sin Kaghome. ¿Que estaba ocurriendo?

- Inuyasha, ¿Que traes allí? - Pregunto el pequeño zorro. 

- Carne. Kaghome estaba cansada y es bueno para recuperar fuerzas - Miro hacia todos lados, pero aun así no encontró a la pequeña azabache - ¿Y Kaghome?

Sus amigos comenzaron a mirarse unos a otros algo nerviosos, ¿Como le dirían lo que esa pequeña estaba planeando? 

- Mira, Inuyasha, la señorita Kaghome solo quiere ayudar a Kikyo...

- ¿Donde esta Kaghome, Miroku? - El monje sintió un escalofrió correr por su cuerpo al ver esa intensa mirada dorada. Casi estaba seguro que lo destajaría en menos de un minuto si no se lo decía. 

- Ella esta adentro - El hanyou intento caminar hacia allí, pero el monje le impidió el paso. Su mirada llena de molestia fue pregunta suficiente - No puedo dejarte pasar. 

- ¿Que demonios dices?

- Que la señorita Kaghome me pidió que no te dejara pasar porque... 

- Porque le esta dando parte de sus almas a mi hermana - Termino la frase la anciana, notando como Inuyasha se tensaba. Con un leve empujón corrió a Miroku y se adentro en la cabaña. 

Pudo notar como una luz salia del pecho de Kaghome para entrar en el cuerpo de Kikyo. La azabache se desvaneció pero el hanyou la tomo en brazos antes de que tocara el suelo. 

- Kaghome, háblame. ¡Kaghome! - Al escuchar ese grito todos sus amigos se adentraron. Inuyasha miro a Kikyo, completamente curada, que le devolvía la mirada fijamente. 

- Estará bien - Fue la escueza respuesta de la sacerdotisa, pero Inuyasha solo la ignoro. 

- ¿Como se encuentra? - Pregunto Sango, sumamente preocupada por su amiga. 

- Agotada - Murmuro el hanyou. Acaricio con delicadeza su rostro y luego la tomo en brazos, comenzando a caminar hacia la salida. 

- ¿A donde van?

- La llevara a su casa. Volveremos cuando se recupere - Se detuvo frente a su amigo y este, por segunda vez, creyó que moriría - Nunca, jamas, vuelvas a dejar que Kaghome haga algo asi si no estoy yo aquí - Y sin esperar respuesta, se fue, dejando que el monje respire aliviado. 

Ni Naraku le causaba tanto temor como Inuyasha enojado.

***

Su cabeza dolía horrores. Apenas podía abrir los ojos sin que una punzada la atravesara de lado a lado. Se sentía algo mareada y con un sentimiento extraño dentro de ella. ¿Acaso era la falta de sus almas?

Intento mover su mano derecha, pero sintió un leve peso que se lo impedía. Giro su cabeza hacia un lado, encontrándose con unos ojos ámbar que la miraban fijamente. Su rostro se coloreo, pero le sonrió. 

- Hola, Inuyasha - Intento sentarse, pero su mundo comenzó a girar. El peliplata la tomo de los hombros, ayudándola con delicadeza. 

- Con cuidado - Susurro - ¿Como te encuentras?

- Bien - Mintió - Ese sueño fue reparador. Estoy como nueva - Intento bromear, pero Inuyasha no sonrió. Tampoco la regaño ni se ofendió, y eso era raro, ¿Que le sucedía?

- ¿Por que lo hiciste? - Esa pregunta la descoloco y su corazon comenzo a latir con rapidez. ¿Que le diria? No queria hablar sobre el tema. Queria que se vaya junto con Kikyo porque, a pesar de que sufriria, no tendria que escuchar de sus labios que estaba feliz porque la sacerdotisa vivia. 

ANTE TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora