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Al despertarse, lo primero que la azabache pidió fue volver a la aldea. A pesar de sus sentimientos encontrados, Kikyo le preocupaba y, aun con la negación del hanyou, terminaron yendo. 

Con sus manos tomadas y con lentitud, disfrutando del sol de la mañana, caminaron hacia la aldea. El primero en verlos fue Shippo, que corrió a toda velocidad hacia los brazos de esa azabache.

- ¡Kaghome! - La aludida lo abrazo, mientras besaba su cabeza - ¿Como te encuentras?

- Bien, Shippo - Dándole una ultima mirada a Inuyasha, comenzó a caminar hacia la cabaña de la anciana Kaede - Vayamos a ver a Kaede y Sango. 

- Están cocinando la presa que trajo ayer Inuyasha.

- Genial. Vayamos a ayudar. 

- ¿Como se encuentra? - Pregunto Miroku al quedarse a solas con su amigo. 

- Mejor. Algo débil, pero insistió en venir. Esta preocupada. 

- Lo se. Tu igual - El hanyou lo vio y solo asintió con su cabeza. No podía negarlo, estaba preocupado por Kikyo, pero no por los motivos que seguro pasaban por la cabeza de su pervertido amigo. 

- Se lo diré - Aseguro, sorprendiendo al monje. 

- ¿De que hablas?

- A Kaghome. Le diré lo que siento cuando todo esto se tranquilice. 

- ¿Que le dirás exactamente? - Inuyasha lo miro fijo y trago duro, sin saber que decir. Si le costaba decírselo a su amigo que lo apoyaba plenamente, no quería ni imaginar lo difícil que seria poder decírselo a esa azabache. 

- Que... Que yo... Bueno. Que hable con la pulga Myoga y que... Bueno...

- ¡Inuyasha! - Se escucho el grito de Kaghome y el hanyou internamente suspiro. Salvado por la campana - Ve a buscar agua, por favor. 

- Claro - Y sin dejar que su amigo lo detuviera, comenzó a caminar con rapidez hacia el arroyo. Miroku sonrió. Tenia una mínima idea de lo charlado con la pulga Myoga, ya que le había comentado algo, pero deseaba que ese hanyou terco se decidiera de una vez. 

- Lo entiendo. Tiene que decidir entre dos mujeres guapas - Murmuro para si mismo, comenzando a caminar hacia la cabaña, pero antes de poder entrar, se cruzo con la fría mirada de la sacerdotisa - Kikyo - Sama. 

- ¿Donde se encuentra Inuyasha? - Miroku abrió sus ojos al escuchar esa pregunta. ¿Por que todos lo ponían en compromiso a él?

- La señorita Kaghome lo envió a buscar agua - El pelinegro se sorprendió al ver como las facciones de esa mujer cambiaban levemente al escuchar el nombre de su amiga. 

- Muchas gracias - Y con paso lento, usando su arco de soporte, comenzó a caminar hacia donde su amigo se había ido. 

- Kikyo-Sama, no es seguro para usted caminar en ese estado...

- No pregunte tu opinión - Corto sin siquiera mirarlo y prosiguió su camino. Miroku suspiro. No podía obligarla a quedarse. 

Con mucho esfuerzo logro llegar hasta el borde del arroyo, donde vio una mancha roja en la orilla. Tenia que hablar con él, no comprendía su comportamiento cuando vio que esa copia suya le pasaba sus almas. Se había ido con ella y no había vuelto en toda la noche.

Ni siquiera le había dirigido la palabra.

- Inuyasha - Lo llamo, notando como su cuerpo se tensaba. La miro fijamente y noto algo de vergüenza en su mirada, ¿Que diablos le ocurría?

- Kikyo - Se acerco a ella, ayudándola a tomar asiento en unas ramas, pero luego de eso tomo distancia como si ella tuviera alguna enfermedad.

- ¿Que te ocurre? - El peliplata corrió su rostro, algo intimidado por esa pregunta. ¿Que le contestaría? No sabia porque, pero Kikyo lo ponía mas nervioso de lo normal.

ANTE TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora