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Varias horas habian pasado desde que Kaghome quedo inconsciente. Inuyasha no se habia movido de su lado. Miroku, Sango e incluso Kaede le ofrecieron descansar, para que pudiera comer algo, pero se habia negado.

- No me movere hasta que despierte - Aseguro a su amigo. Miroku solo asintio con su cabeza. Seria imposible moverlo de alli.

- Sera mejor dejarlo solo - Aseguro el monje al ver el rostro preocupado de su amada - No se movera de alli hasta que la señorita Kaghome despierte.

- Por favor, Kaghome. Por favor - Rogo el peliplata, tomando su mano con fuerza. Su rostro habia tomado color, lo podia notar. Su cuerpo ya no emanaba el aroma a muerte, entonces ¿Por que no despertaba? - Tienes que despertar. No puedes dejarme.

Kikyo asomo su cabeza en la cabaña viendo a ese hanyou cabizbajo sobre el cuerpo de esa copia suya. Nunca, desde que lo conocia, lo habia visto asi de preocupado. Asi de descorazonado.

¿Tan importante era esa mujer? Que pregunta estupida. Claro que era importante en su vida. Solo bastaba con mirarlo para darse cuenta de que si esa mujer moria, él lo haria tras ella, sin que tuviera que pedirselo.

No hacia falta ser muy inteligente. Mas veces de la que le gustaria aceptar, los habia espiado a ellos y a su grupo de amigos. Kaghome no solo lo aceptaba como el hanyou que era, si no que tambien lo amaba, con el amor que ella tambien le tenia, pero diferente al mismo tiempo.

Kaghome no se amilanaba en demostrar sus sentimientos, ni con el ni con nadie, ni tampoco cuando tenia que defenderlo, que protegerlo o abrazarlo. Sabia muy bien que a ella la habian criado para ser una sacedotisa que se entregara en cuerpo y alma por su pueblo, que demostrar sus emociones estaba prohibido y juraba que no era lo que ella queria.

Mas de una vez habia deseado decirle a Inuyasha que lo amaba, que era importante para ella, pero ¿De que serviria? Ella no podia casarse, no podia tener familia, no podia entregarse a él con devocion como ella hubiese deseado, y lo habia pensado miles de veces, pero nunca se habia atrevido a decirselo.

Conocia muy bien a Inuyasha como para saber que nunca la hubiese dejado y, a pesar de que le dolia la poca alma que le quedaba, se alegraba que Kaghome estuviera en su vida. Ella era la calma que ese hanyou necesitaba.

Ella era todo lo que él necesitaba.

Con cuidado se entro, sentandose al lado de Inuyasha. Solo en ese momento el peliplata noto su presencia.

- Kikyo - Susurro, casi sin mirarla - ¿Sucede algo?

- No, solo queria saber como se encontraba esta copia... Digo, Kaghome - Inuyasha la miro algo sorprendido.

- Se encuentra mejor, lo se, pero no despierta - Sus manos se ajustaron aun mas a la pequeña de la azabache - No se porque no despierta - Murmuro con temor, con su voz algo quebrada.

- Inuyasha, creo que se porque no despierta - El peliplata la miro con algo de esperanza en sus ojos. Sabia que tenia que hablar con ella y explicarle las cosas, pero en ese momento nada mas importaba que el bienestar de su pequeña.

- Dime, por favor.

- Primero, quiero que hablemos - Inuyasha asintio con su cabeza, escuchandola - En realidad, quiero que me escuches - La sacerdotisa lo miro fijamente y, luego de suspirar varias veces, comenzo a hablar - Se que Kaghome, en este momento, es lo mas importante para ti y no, no quiero que lo desmientas ni me des explicaciones, porque yo de verdad estoy feliz con eso - Inuyasha abrio su boca pero se cayo al oir eso, ¿Acaso habia escuchado mal? - Se que siempre quisiste o, mejor dicho, necesitaste alguien asi en tu vida. Alguien que de verdad te demostrara lo importante que sos en este mundo y que tu condicion de hanyou no define quien eres.

ANTE TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora