Capítulo XI

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IR A SU TERRITORIO

DICIEMBRE 2014, LOS ÁNGELES

De solo pensar que tendría que mirar a los ojos a Lucifer me aterraba, la idea de pasar un solo segundo con él... Solo quería correr lejos y no aparecer sin antes enterrar el anillo lo más profundo y cercano al infierno.
Pero sabía a la perfección que el anillo me perseguiría la eternidad incluso en mi muerte.

Me levanté en la madrugada un domingo, ya hacía días que no veía a Herickson pero esa misma noche dijo que sí o sí se pasaría por casa a contarme algo más por mucho que quisiera odiarle pero no podía odiarle si lo que sentía era justo lo contrario. No sabía lo que significaba la tanta atracción que los dos emanábamos, pero sí sabía lo que yo sentía por él.
Puede que él pensara eso y yo no le iba a discutir, solo por el hecho de que si le decía lo que sentía en voz alta, ese sentimiento se haría más real de lo que quería que fuera.
Así que solo le hice creer lo que él ya pensaba, que no le soportaba.

Me duché, elegí un vestuario adecuado para él y me peiné. Me observé en el espejo del baño durante casi media hora hasta que el timbre al fin sonó, revisé mi chaqueta de cuero marrón y mi vestido blanco con un lazo del mismo color en mi cintura. Últimamente me quedaba observándome pero para ver si encontraba algo en mí que me dijera que era.
Bajé las escaleras y por más que estuviera contenta y asustada por verle, le quería hacer entender que no mostraba ningún sentimiento por él. Respiré hondo, puse mi cara de póker y abrí.

Le invité a pasar aunque ya podía hacerlo de todos modos. Cerré la puerta y fue directo a la cocina.

—¿Como nos comunicaremos con Lucifer?— Le pregunté nada más entré por la puerta observando lo que hacía. Registraba los armarios en busca de algo.

—¿Los vasos?

—Al fondo a la derecha—. Caminó hacia allí mientras me acercaba a la pared para apoyarme en ella.

—Existe un lugar que es tierra sagrada—. Sacó dos vasos y los dejó en el banco. —Allí iremos y abriremos un portal para que Lucifer salga de su reino o nosotros tendremos que ir, a su territorio—. Sacó Cocacola de la nevera y la dejó junto los vasos, para continuar buscando algo. —¿Palomitas?— Me separé de la pared y me acerqué al primer armario de la derecha que tenía más cerca de la parte de arriba. Las saqué junto a papas fritas. Cogió el paquete de palomitas y lo metió en el micro. Mientras tanto abrí el armario que se encontraba encima del fregadero, en el estante más bajo estaban los platos y en el del medio los cuencos, unos de cristal y otros de plástico de color azul marino. Cogí uno de estos y cerré las puertas dobles. Coloqué el cuenco al lado del microondas a esperar que los tres minutos llegaran a su fin. —¿Qué película te apetece ver?— Levanté los hombros en respuesta, realmente no tenía intención de ver una peli. Era lo último que pensaba que haríamos si él entraba en mi casa ya que lo único que buscaba eran respuestas.
Nos dirigimos al salón pasando por las escaleras a la vez que llevábamos la comida. Cogió el mando de la mesa nada más dejó el vol y la botella de Cocacola. Dejé los vasos de cristal y le robé el mando de entre las manos para poner la primera película de la Saga Underworld. Me senté a su lado observando su sonrisa de medio lado que formó cuando le quité el mando haciendo que eso provocara que algo dentro de mí despertara, hizo que quisiera sonreír en respuesta a él. Coloqué mi mano sobre mi boca para taparme disimuladamente.

Mientras el principio de la película transcurría hablamos de diversas cosas sobre lo que se mostraba en la pantalla, en general eran tonterías pero no nos daba importancia. En algún momento nuestras manos se rozaban cuando nos disponíamos ambos a coger palomitas o papas del mismo cuenco. O nuestras miradas se cruzaban cuando nos hablábamos. Sentí un momento de debilidad y ya que tenía palomitas en mi mano, para distraerle decidí lanzarle una para que la cogiera al vuelo con la boca, y eso hizo. Nos dio tal gracia que me pidió que le lanzara otra y era la última de mi mano. La esquivó y se acercó de golpe a mí. Nuestros rostros de encontraron por primera vez en la noche, un poco incómoda le aparté de mí y tragué saliva.

—¿Qué te ocurre?— Decidió preguntar sin apartar la mirada de la mía.

—Nada—. Me sentaba sobre mis pies, me moví hacia delante, bebí un trago de mi bebida y miré de frente la televisión. Mi respiración era irregular y solo por pensar en su presencia. Necesitaba distraerme, dejar de pensar en él pero colocó su mano zurda en mi mejilla, justo la contraria a la que él veía solo para girar mi cabeza y tener la obligación de mirarle.
Sin darme tiempo a reaccionar me besó y no me separé. Fue un beso suave y cuidadoso como si pensara que me podía hacer daño pero eso no iba a ocurrir.
Notaba una presencia extraña mientras su beso me hipnotizaba y me drogaba, era como si eso realmente no estuviera pasando pero era real. Levanté mi trasero de mis pies y continué el beso con mis manos en su cuello y nuca. Me quitó la chaqueta bajándola por los hombros hasta dejarla caer en el suelo, me acerqué más a él mientras colocaba sus manos en mis muslos y las pasaba por debajo de mi vestido hasta colocarlas con suavidad en mis nalgas.

—¡Llegamos!— Gritó mi padre haciendo acto de presencia en casa. Mamá y él necesitaban mucho tiempo para ellos a solas ya que mayormente Jonathan no estaba en casa. Y sin ser sarcástica, llegaron en el mejor momento. No sabría que habría hecho yo después de que llegáramos a más. Solo había hecho este tipo de cosas con Bruce pero las emociones y los sentimientos eran muy distintos uno del otro, ahora notaba más adrenalina que antes. Me senté bien después de coger la chaqueta del suelo, la dejé apoyada en el brazo del sofá y me peiné con la mano. Herickson hizo más o menos lo mismo terminando con el brazo apoyado en el respaldo, con la mano casi rozándome el hombro. Inspiré... Expiré. Se asomaron a la entrada del salón y nos saludaron, luego siguieron su caminos hasta arriba de las escaleras en dirección al dormitorio. Una carcajada provocó que mi pecho se moviera de una forma brusca haciendo que Herickson posara sus ojos en mí.

×××

Al terminar la película se levantó antes que yo, estirando sus brazos en mi dirección y le cogí de las manos para levantarme.

—Hoy has sonreído—. Me informó mientras me atraía hacia él con sonrisas en nuestros rostros.

—No significa que sea feliz—. Colocó nuestras manos en posición de baile y me tiró hacia atrás sujetándome por la cintura mientras miraba fijamente mis ojos.

—Pues deberías porque tu sonrisa es la más hermosa que haya visto en mi vida—. Tras esas palabras me volví seria a la vez que me apartaba de él, ya que no esperaba que me dijera esas palabras.

—Mi sonrisa me la arrebataron una vez y no quiero que los restos que queden de ella también se esfumen—. Le miré a los ojos dolida. Respiré hondo y salí por la puerta de la casa. No sabía dónde iría en ese instante, pero mis piernas me llevaron solo a un lugar.

EDAS Entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora