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EL QUERER ES MÁS FUERTE QUE LA NECESIDAD

No es como que de pequeño jamás acompañara a mi madre a recolectar frutas, de los tres, yo soy quien fue más unido a ella. Edwina y Egbert fueron más de pasar tiempo con mi padre, y no entiendo por qué; él realmente no fue cariñoso ni mucho menos atento con ellos, pero de alguna forma mis hermanos eran felices con esos gruñidos y el que los ignorara. En definitiva eso yo no buscaba, no sé realmente qué buscaba, pero prefería estar con mamá que con papá.

Sin embargo, no disfrutaba de las actividades ni me interesaba el saber de sus cuidados o temporadas de cultivo; solo seguía a mi madre porque era la más débil de mi familia y quería protegerla. Claro que, un Dustin de los cinco a los veinte años es tan útil como caracol, no sirve. Yo no servía, pero tenía muy claro que no importase qué, yo iba a hacer todo por salvar a mi madre.

Una promesa, no es una mentira. Es solo una situación compleja que el destino y tiempo evitaron que cumpliera.

Un gruñido se abre paso por mi garganta, cosa que obviamente escucha Ayla y voltea a verme, alzando una de sus blancas cejas.

— ¿Te molesta algo? —sin poder evitarlo, asiento. Si ella sigue haciendo las preguntas correctas, no puedo darle las respuestas adecuadas— ¿Es referente a tu puesto de alfa?

— No, en mi cabeza no hay espacio para dudar de lo que hemos planeado mi hermano y yo —cambio de mano mi camisa que ahora sirve de bolsa para las frutas de ella—; ya no hagas preguntas.

— ¿Por qué? ¿Ya te has cansado de mí en tan poco tiempo? —el tono que usa no es molesto o rencoroso, es burlesco— Ya veo, por eso pasas el menor tiempo posible en casa ¿verdad? Lo haces para no verme.

— Lo hago para no follarte.

La confesión es lo suficientemente vergonzosa para ambos, tanto que ella vuelve su atención al frente con las mejillas teñidas de rojo, y yo suelto un bufido. Esto es ridículo. No es como si yo fuera virgen, he estado con mujeres de mi aldea y con otras más, incluso con humanas que no corrieron despavoridas, pero con Ayla es diferente y odio que sea así, porque soló actúo así por la mordida que le he hecho en el cuello.

Nada más.

Eso y por el beso que su alma me dio. El simple recuerdo hace que un escalofrió recorra mi cuerpo, haciendo que contenga levemente el aire y lo suelte en un suave suspiro, sintiendo en mis labios lo frio que se sintieron los suyos. Aunque no haya un espejo en donde verme, sé que mis pupilas se han dilatado y es obvia la razón, me he excitado. Me siento enfermo.

Sacudo la cabeza, asgo una manzana roja de la "bolsa" y comienzo a comerla, necesito tener algo en donde hincar el diente por ahora. Hincarlo y que no me cause problemas después. Le observo subir otro árbol, ahora de duraznos. Mis ojos viajan a una de las frutas, la redondez y claro color dejan en claro que aún no está maduro, sin embargo, eso no es lo importante ni lo que llama mi atención. Es el hecho que la fruta parece un trasero, uno pequeño y suave.

Cambio totalmente mi campo de visión, centrándome en las nalgas de Ayla. Son redondas, sí, eso se puede apreciar con claridad desde aquí, pero ¿suaves? ¿De ese color rosado que ha tomado cuando la tuve debajo de mí? Mis pies avanzan solos a donde ella se encuentra, es tan fácil subir y tomarla contra una de las ramas más fuertes, una que sea capaz de soportar nuestro peso y mi fuerza, que no se quiebre mientras me hundo en ella de tal manera que le haré...

Golpeo con fuerza la frente contra el grueso tronco, unas cuantas hojas caen al igual que uno que otro fruto, sin embargo, solo presto atención a sus quejas. ¿Soy un idiota? Sí, lo soy. Coloco mi mano libre sobre la madera, encajando con brusquedad las garras y comienzo a obligarme a relajarme, no puedo seguir así. Menos de una hora con ella y ya comienzo a perder el control total, voy tras de ella como cachorro perdido y sé que no dudaría en lamer una de sus heridas.

La Protegida de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora