360°

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Había pasado mucho tiempo desde nuestro primer beso, moría por volver a probarlos, juro que no me habia sentido así jamás.
Tus besos son como una droga, adictiva y que mi cuerpo pedía más y más.
Desde ese día eres en lo que pienso cada que me despierto y antes de irme a dormir, ocupas mi mente.
Amaba desvelarme contigo, hablando por horas y horas, cada vez me gustabas más, me di cuenta que me estaba enamorando, perdidamente.

Me habías invitado a tu casa donde prepararías una comida y veríamos una película de terror.
Estabamos cómodos viendo aquella película, cuando de repente sentí que tus ojos no estaban direccionados al televisor, estaban perforandome con intensidad y una pizca de deseo.

Elevaste mi rostro tiernamente hasta tenerme a un centímetro de tu boca y contemplaste mis labios como si fuesen algo que estabas decidido a probar, no podía más con esta tensión que decidí acortar distancia.
Lentamente me colocaste sobre tu ancho cuerpo sin separar nuestros labios deseosos, me besabas con calma, disfrutandolo.
La respiración comenzó a escasear de una forma repentina, luego empezaste a viajar por mi cuello con asombrosa lentitud y vehemencia, tus labios suaves como pétalos que me hacían sentir extasiada.
Provocabas sensaciones maravillosas e inigualables, saboreabas mi piel como si de un manjar se tratara. No lo resistí y contraataque.
Te tomé por la cabeza con dulzura y comencé a probarte de la misma forma que tú lo hacías mientras me arrancabas gemidos de aceptación.
Necesitaba de él tanto como él de mí y no me detendría, ya no.
Mis pulmones no eran suficientes, hacía falta espacio para oxigenarlos pero aún así, no me detendría.
Quería sentir sus manos en cada rincón de mi ser.
El sudor empezó hacer presencia, recorría todo mi cuerpo mientras tirabas de mi blusa. Pronto esta prenda desapareció, al igual que las otras. Al dejarme expuesta, tus pupilas se dilataron, parecías anonadado.
Nos besamos intensamente, cada roce fue gentil, tierno y lograbas hacerme gemir de excitacion, lo que estabas haciendo no podía ser legal, sin embargo, era mágico.
Hasta que finalmente te aferraste a mis caderas y sin previo aviso, entraste en mí de un solo movimiento generando una sensación placentera. Me dejé llevar relajando mi cuerpo, nada tenía comparación con lo que sentí en aquel momento, fuegos artificiales, luces de bengala, todo un ejército de pirotecnia y así fue la mejor noche, una asombrosa noche a la que jamás lograría olvidar.

Desperté desorientada, el sol se filtraba por aquella ventana de la recámara, al sentirlo junto a mi, me quedé hipnotizada viéndolo y de pronto recordé la noche anterior, solo con pensarlo, me ruborizaba.

Y así eres tú, plasmando momentos inolvidables, haciendo de mi vida un giro de 360°, queriendo aferrarte a cada recuerdo mío, sin tener otra opción más que aceptarte, por eso y mucho más, Odio Amarte.

Odio Amarte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora