Como si todo, como si nada

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La estabilidad nunca fue un requisito presente en nuestro contrato imaginario. No diré que me arrepiento, porque no lo hago; todo lo contrario, me siento aliviada de poder decir que lo intenté, que no me quedé con la duda de: ¿Qué hubiera pasado si...? No tengo remordimientos, porque hubo un momento exacto de mi vida en el que fuiste eso que quería vivir. Eran risas constantes, conversaciones interminables y madrugadas eternas.
 ¿Qué fuimos? No lo sé. La verdad es que nunca le pusimos etiqueta a lo que fuere que teníamos. Éramos tan distintos que no tengo la menor idea de cómo llegamos a ser algo más que unos simples conocidos. Todo iba tan deprisa que olvidamos detenernos a mirar el camino. Definitivamente no eres la mejor historia que contaré de mi vida, pero si esa que no me arrepiento de haber vivido. Nunca hubo un final, jamás hablamos de lo distante que estábamos el uno del otro, sin embargo sabíamos que algo se había roto, tal vez fue nuestra complicidad. Tú borraste fragmentos de la historia y yo olvidé unos pocos más. Jamás pusimos un punto final, solo puntos suspensivos. Hoy las cosas siguen como antes, como si todo, como si nada.

Detrás de las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora