Dotes de mujer

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Marelyn pasó muchos meses viajando por Europa, huyendo de un pasado que cada noche la atormentaba, huyendo, en cierto modo de si misma. Hasta que un día Marelyn se dio cuenta de que huir no era la solición.

-Un billete para Estado Unidos, por favor.

-Nombre, apellidos, visado, 7500 liras italianas y pasaporte.

Marelyn le entregó al hombre del aeropuerto de Roma todo y marchó hacia su avión.

Tras un largo viaje Marelyn llegó a Washington DC, y fue en busca de contactos. Fue así como conocío a Mathew, Mathex Fox; un importante director de la seguridad nacional.

-Asi que... ¿Espía? ¿Por qué señorita Dangüer? -dijo Mathew mientras daba un sorbo a su café.

-Despecho, asco y odio hacia los nazis que me arrebataron todo por lo que me merecía la pena luchar en esta vida.

Mathew observaba divertido a Marelyn.

-¿Acaso ve algo divertido en lo que le acabo de contar, señor Fox?

-No, en absoluto señorita Dangüer. Simplemente admiro su fuerza, las mujeres hoy en día no estan tan valoradas como se merecen, y me sorprende.

Una risa sonora salió de la garganta de Marelyn.

-No me haga usted reir, ¿acaso es usted de esos machistas insensibles que creen que por no tener... miembro viril las mujeres somos inferiores?

-Nada más lejos de la realidad. ¿Cómo puede ayudar usted a los Estados Unidos de América, señorita Dangüer?

Marelyn dio el último sorbo de su café dejando restos de carmin rojo en el reborde de la taza blanca. A continuación se levantó, se ajustó su falda beige de tubo hasta las rodillas, se desabotono un botón dorado de su camisa blanca perfectamente planchada, se retocó el carmin de los labios y se colocó su preciosa melena rubia en una coleta. Un segundo más tarde Mathew la observaba en la barra de la cafetería, coqueteando con uno de los camareros, y en un momento se soltó la coleta y su cabello rubio volvió a sus hombros. Tres minutos más tarde Marelyn se volvió a sentar en la mesa que compartía con Mathew, se acercó a la oreja de su acompañante y le dijo:

-A este desayuno de trabajo, invita la casa.

Cogió su bolso, miró al camarero de la barra, le guiño un ojo, y salió fuera a esperar a Mathew. Una vez que Mathew salió Marelyn paró un taxi, se subió y grito asomandose a la ventanilla:

-¡Mis dotes de mujer Mathew, eso es lo que puedo aportar!

Lágrimas de unos ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora