Capítulo 11

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A la mañana siguiente Ava fue la primera en levantarse y bajó veloz hasta la cocina, o al menos todo lo veloz que las muletas le permitieron.

Cuando llegó, para su asombro, su madre no estaba allí con el desayuno preparado como acostumbraba a hacer. La joven fue al salón y se acercó al lugar donde debían estar las cenizas de su padre, asombrándose al percatarse de que la urna estaba allí.

No entendía nada, no podía ser un sueño. Había sido demasiado real.

Escuchó que alguien bajaba por las escaleras dando saltos y supuso que sería su primo. Acudió hacia ellas para encontrarse con un chico que no había visto en su vida. Tendría más o menos su edad, el pelo negro y los ojos verdes, como los había tenido su padre. De hecho, tenía cierto parecido a él.

-¿Quién eres tú?-Su voz sonó más borde de lo que esperaba, pero odiaba profundamente no entender nada de lo que estaba pasando últimamente en su, hasta días atrás, organizada y rutinaria vida.

-Oh, mierda.-El joven frenó en seco y la contempló asombrado unos segundos. Se rascó la nuca y carraspeó antes de volver a hablar.-No es un buen momento para esto. Creo que es mejor que me vaya.

-Pero...-El chico ya había cerrado la puerta tras de sí.

Ava miró atónita la salida y después lo alto de las escaleras, volviendo a mirar la entrada de la casa y repitiendo el proceso varias veces sin comprender qué estaba pasando.

-¡Mamá!-Gritó con la máxima potencia que sus pulmones le permitieron. Su madre no tardó en asomarse, vestida con su pijama azul bebé.-¿Qué haces aún así?-Preguntó observándola de arriba a abajo.

-Me he pedido el día libre.-Dijo mientras bajaba las escaleras con toda la tranquilidad del mundo. Su cara, totalmente desmaquillada lucía pequeñas arrugas que se esforzaba diariamente por eliminar. Su pelo estaba atado en un moño alto hecho a la carrera y sus pies estaban descalzos.

-¿Quién eres tú y qué has hecho con mi madre?-La voz de Ava salió realmente atormentada.

-No digas bobadas.-Entró en la cocina y sacó una taza del armario.-¿Café?-Ava asintió y su madre sacó otra taza para ella.

-Mamá...

-¿Hmm..?-Dijo mientras servía el líquido negruzco en los recipientes. Ava pudo notar que estaba recién hecho, por lo que o había sido Edgar o su madre ya había bajado anteriormente. Cogió una de las tazas y dio un paso hacia su hija.

-¿Quién era el chico que se acaba de ir?-La mano de Amara perdió el agarre y la taza colisionó contra el suelo, vertiendo el café por este y haciendo añicos el recipiente de porcelana.-¡Mamá!-Se acercó rápidamente a ella, dejando las muletas a un lado.-¿Estás bien?

-No debías enterarte de esto, no ahora. No así.-Ava miró a su madre y en sus ojos pudo apreciar la mirada de la noche anterior. Esa que decía que todo estaba saliéndose de su control sin poder evitarlo.

-Mamá, por favor. Si tienes algo que decirme...

-Buenos días, preciosas damas. ¿Me habéis echado de menos?-Edgar entró en la cocina dando voces lleno de energía. Las miró y luego se percató del desastre que había acontecido bajo sus pies.

-Vais a dejar de darme largas de una vez.-Dijo, ignorando la entrada de su primo llena de palabrería barata.

-No sé de qué hablas.-Edgar pasó a su lado con total naturalidad para sacar un zumo de la nevera. Abrió la tapa y dio un trago.

-¿No? ¿Y tú mamá?-La mirada que la joven dedicó a su madre era afilada como un cuchillo. Ella se limitó a caminar en busca de la escoba para recoger el desastre.-Esto es increíble.

NO SOLO UN BOXEADOR ||Pausada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora