Capítulo 2

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El ardor comenzó a subirle por el dedo gordo del pie hasta el tobillo. No había sido un atropello en toda regla porque el coche había frenado, disminuyendo casi a tope su velocidad y ella se había percatado en el último momento del coche y había dado un paso atrás.

Pero Ava había retrocedido muy rápido y había colocado el pie en una posición imposible, llegando a colisionar con la parte izquierda baja del coche cuando este ya estaba parado, consiguiendo un duro golpe que la dejó caída en el suelo. La joven creía que iba a morir de dolor. Todo era muy surrealista. El conductor ni siquiera se había bajado del coche, simplemente la observaba con toda la calma del mundo desde su BMW 320 negro.

Negro como debía tener el corazón para permanecer ahí. ¿Quién en su sano juicio se queda mirando después de atropellar a alguien?

O sales a ayudar o huyes despavorido, pero no te quedas a mirar. Eso solo lo haría un loco o un enfermo.

La joven no podía apreciar la cara del conductor, puesto que estaba a contraluz y el sol la cegaba, además de que el dolor que sentía la dejaba incapaz de pensar en el procedimiento a seguir cuando te atropellan. Todo eso de intentar quedarte con la cara, el coche o la matrícula del agresor. Ella solo podía pensar en su pie y en que aquél imbécil seguía ahí, sin moverse ni un ápice.

Al menos hasta que las sirenas comenzaron a sonar cinco eternos minutos después. En ese momento el imbécil decidió que era el instante idóneo para huir, y tras dar un acelerón, que fácilmente se podía oír a tres calles de distancia, desapareció carretera adelante.

La ambulancia llegó junto a ella en menos de dos minutos, y en otros tres apareció un coche de policía. Ella no había dado la voz de alarma, y a juzgar por la solitaria calle, sabía que nadie más lo había visto. Al menos no hasta que las sirenas hicieron que todos los vecinos salieran para ver qué pasaba. La policía le hizo unas cuantas preguntas, a las que no supo contestar con algo que no fueran divagaciones y maldiciones para con el conductor fantasma del coche negro (así lo había descrito).

Cuando la policía dejó de interrogarla echó un ojo a su alrededor y vio que realmente todos en aquella calle habían salido a ver qué pasaba, incluso pudo ver a Mireya en la puerta de su casa, mirándola preocupada mientras la metían en la ambulancia. Le hizo el gesto de una llamada y sonrió con tristeza hacia la joven herida, por lo que entendió que quizá fue ella quien había llamado a la policía. Articuló un gracias y vio cerrarse las puertas de la ambulancia delante de ella.

El médico que había subido junto a ella parecía tener unos 30 años aproximadamente. Tenía el pelo castaño oscuro con alguna que otra mecha rubia que le hacía ver bastante atractivo, sus ojos de un marrón intenso la miraban fijamente esperando a que dijera algo.

- ¿Y bien? ¿Cómo te encuentras? -Dijo mientras palpaba su tobillo hinchado. Ella simplemente susurró un quejido, lo que hizo que él sonriera.

-No estoy muerta, es un avance. -Esto le hizo sonreír aún más. -No entiendo lo que ha pasado.

-"Casi" te han atropellado.

-No, "casi" me han atropellado el pie. -Corrigió, ganándose una mirada divertida del hombre.

-Bien, "casi" te han atropellado el pie. -La ambulancia se detuvo, lo que la hizo suponer que habían llegado a un semáforo. Aún quedaban varias calles hasta el hospital más cercano.

-Exacto. ¿Y cuál es el veredicto? -Preguntó, sintiendo que si hablaba mucho el dolor desaparecería.

-Un esguince de 2º grado. ¿Le complace a su señoría? -La ambulancia volvió a ponerse en marcha.

-Depende. -El hombre enarcó una ceja, dando pie a seguir con esa extraña conversación. - ¿Voy a poder bailar con el pie así? -El hombre cerró los ojos e hizo una mueca antes de suspirar con resignación.

NO SOLO UN BOXEADOR ||Pausada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora