14★

182 50 64
                                    

     Robert volvió a Escocia decidido a hacerlo funcionar. Esta vez no habría más meteduras de pata, no ignoraría sus llamadas, ni correría por muy necesitado que se encontrara. Iría a su ritmo, por lento que fuera. Haría todo lo que estuviera de su parte para que así fuera. Las distancias eran largas, pero este sería el último curso que hacía en Glasgow.

     En unos meses se mudaría a Madrid, estudiaría arquitectura y que mejor sitio para aprender que junto a su padre.

     Echaría de menos Escocia, en cuanto se mudara. Echaría de menos su casa, sus amigos, incluso la lluvia. Pero era momento de cambiar. Aunque no quiso decírselo a nadie, hasta que no estuviera seguro de poder hacerlo.

     Pasaron las semanas, que se hacían eternas, deseando verla. Conformándose con video llamadas, mensajes de WhatsApp o fotos en Instagram. Hablaban siempre que podían, y al colgar ya se echaban de menos pero tendrían que esperar hasta Navidad para verse. Sin embargo, la paciencia de Robert se agotó rápido. Necesitaba verla aunque fuera unas horas, besarla, abrazarla ,y un fin de semana se presentó en Madrid por sorpresa.

     La cara de Abril al verle se iluminó. Soñaba con ello y no veía el día que pudiera volver a estar entre sus brazos.

     Llegaron las navidades  y, Antonio y Carmen prepararon su típico coctel de navidad en el club social. Antonio, El padre de Claudia, pensaba que Robert era un buen partido para su hija, además de ser la llave, para afianzar aún más los negocios con su padre. Lo que Antonio, no podía imaginarse, es el obstáculo que suponía invitar a Sofía y a su hija.

     Robert intentó eludir la celebración, pero no había manera de poder huir de aquello. Solo le quedaba rezar porque Claudia no se le pagara como una lapa.

     — ¡Rob! ¡Mi amor! — Exclamó Claudia saliendo en su encuentro a saludarle.  Robert intentó contenerla, en cualquier momento aparecería la pecosa y lo último que quería es que la viera abrazado a él.

     Claudia era una chica extremadamente sensual. De grandes pechos y piernas largas. Siempre vestida con faldas cortas y escotes pronunciados. Sabía muy bien de sus virtudes, y no dudaba en hacer uso de ellas. La encantaba que la mirasen, sentirse deseada y saber que robaba los sueños de más de uno.

     — Espero que tengas luego un ratito para mí. — susurró ella insinuante, pasando su índice a lo largo de su pecho, mordiendo su labio inferior mientras miraba los suyos. — hacia mucho que no te veía. ¡Te vendes muy caro!

     — No creo que eso no sea posible, Clau. Eh...Tengo novia. — cortó tajante Robert esperando que esa frase fuera suficiente.

     Claudia miró a su alrededor buscándola, con una amplia sonrisa. — ¿Y dónde está? — preguntó haciendo aspavientos con las manos. — No debería dejarte solo. Podría venir alguna zorrita y... — se mordió el labio inferior tratando de provocarle. Que tuviera una chica cerca, solo suponía que tenía que despistarla un rato.

     — En Glasgow. — aclaró mintiendo. Evitando que pudiera sospechar nada.

     — ¿En Glasgow? Y ¿desde cuándo eso te preocupa? Está demasiado lejos para enterarse ¿No crees? — Claudia rio descarada.

     Robert se quedó por un momento sin palabras. Era cierto, había estado con otras chicas y nunca le había importado demasiado meter en su cama a Claudia entonces.

     — Está vez, voy en serio. — informó. — No voy a joderlo por un polvo.

     — ¿Un polvo? — repitió ofendida. “¿Cómo podía llamarle simplemente polvo a lo que ellos hacían? Ella le hacía, y se dejaba hacer todo lo que él quería, y ¿tenía el descaro de llamarlo polvo? Como si para él no fuera nada. “ Disfrazó su ira y su frustración con una sonrisa. Hacerse la fría y la insensible era algo que se la daba genial. Aunque en la soledad de su cuarto llorara como cualquiera. — Ok. A ver si después de una copa sigues pensando lo mismo. Si me buscas estaré por ahí … supongo. — dijo antes de despedirse contoneando las caderas.

     Robert soltó el aire de sus pulmones, liberando la tensión de no tener que enfrentarse a ella más. Ahora solo le quedaba disimular al ver a la pelirroja, que llegó junto con su madre al poco rato. Las vio entrar, pero fue Felipe el que enseguida se acercó a la chica, dándole la bienvenida.

     Robert deseó acercarse a ellos y quitar de en medio a ese baboso. Conocía de sobra a Felipe. Era divertido, eso tenía que admitirlo. Pero cada vez que veía a una chica terminaba hablando de ella, de la manera más soez posible. Incluso cuando había llegado a estar con alguna, terminaba contando con pelos y señales todo lo que habían hecho y en qué posición. Eso le había parecido gracioso por un tiempo, pero ahora que se encontraba frente a Abril, había perdido toda la gracia. Si a ese desgraciado se le ocurría decir una sola palabra de ella, se encargaría de cerrársela de una ostia.

     Felipe Intentó llamar la atención de la chica con todos los medios de los que disponía. Le enseño su sonrisa más encantadora, le quiso mostrar los resultados de horas de gimnasio incluso trató de captar su interés, hablándole del coche nuevo que "papaíto" le iba a regar para navidad. Abril le sonreía por compromiso, deseando deshacerse de él lo rápido posible. Entonces vio a Robert, que llevaba un rato observándoles de lejos. Habían quedado en mantener las distancias, pero ella le imploró ayuda con la mirada. Sabía lo insufrible que podía llegar a ser ese chico en lo que ha chicas se refería y pero se hizo de rogar por unos momentos antes de ir en su auxilio.

     — Buenas noches Abril. ¡Cuanto tiempo sin verte! ¿Que tal todo?—  saludó extendiendo la mano como si realmente hiciera mucho tiempo de ello.

     Abril le saludo de igual manera y le contó todo lo que se le ocurrió con tal de aburrir al otro chico, para que la dejara tranquila y en pocos minutos los consiguió. Se deshicieron de él, pero no de las miradas asesinas de su hermana.

     "¿Por qué Rob intenta mantener las distancias conmigo pero no con esa niñita?"

Mistakes  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora