La última rosa

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Eran las dos de la tarde, estaba esperando ansiosa a que llegara. Llevábamos un mes sin vernos, por fin ambos pudimos coincidir en un día libre.

Pasaron treinta minutos y él no llegaba, me preocupe un poco y marque a su celular pero no atendía, tampoco respondía los mensajes. No deje de estar preocupada hasta que apareció frente a mi a las tres y cuarto de la tarde.

-Tuve algo que hacer

Normalmente él me diría "Hola princesa" como era su habitual saludo, siempre me saludaba de esa forma cuando no nos veíamos por un mes o mas.

-No hay problema

Respondí aliviada de que este bien, quise tocar su mejilla pero esquivo su rostro.

-Te traje esto como disculpa

Me dio una rosa y una sonrisa no tardo en formarse en mi rostro, pero su celular sonó haciendo que el momento se interrumpa y él contesto apresuradamente.
Cuando colgó lo mire sin entender la razón del cambio de su mirada.

-¿Esta todo bien?

-No, de hecho quería decirte que... Quiero terminar contigo

La sorpresa fue tan fuerte que no supe como reaccionar, comencé a reír pensando que se trataba de una broma pero él no dejo su rostro serio.

-No es una broma

Cuando lo afirmo las lágrimas ya estaban haciendo su aparición luchando por salir de mis ojos.

-¿Por qué?

-Conocí a alguien... Es más encantadora y...

Levante mi mano en señal de que deje de hablar, al meno tuvo la demencia de callarse. Me seque las lágrimas y mi rostro serio apareció.

-Esta bien, terminemos.

-¿Solo así?  ¿Lo tomas tan bien?

La pregunta me pareció de lo más absurda, era obvio que no quería escuchar más.

-Si, esta bien. Gracias por la rosa

-Sabía que lo entenderías

Sonrió y volteo para irse, camine hacia la estación del tren y en todo el camino no deje de sujetar la rosa que me había dado. 
Mientras más rápido pase ese momento, menos tiempo tendré para pensarlo y no me mostrare débil delante de él, no de nuevo...

Llegue a mi casa, ignore a todos y solo me fui a mi habitación, cuando cerré la puerta recordé todos mis pensamientos durante el camino a casa, cosas como que no debo mostrarme débil, que no debería preocuparme esto siendo una muer adulta de treinta años, no debería pensar en ese tipo de cosas ya que alguien mejor puede llegar.

Me convencía de eso mientras mi espalda se deslizaba por la pared y cubría mi rostro,  empapado por  lágrimas, entre mis brazos mientras mi mano era víctima de las espinas de la rosa.
Y fue la segunda vez en el día que experimentaba el dolor que proviene de algo tan hermoso como lo es una rosa o el experimentar el sentimiento llamado "amor".

The unknownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora