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Y allí estaba él, apostado en el marco  de la puerta mirando con excesivo interés el camisón de ______. Su primera reacción fue cubrirse, pero la contuvo. Le parecía estúpido, dado que ya la había visto aún más escasa de ropa.
—Has venido antes de lo que esperaba —dijo ella en un tono ligero y coloquial que nada tenía que ver con la naturaleza de sus pensamientos—. Asumí que tardarías horas. ¿Te lo has pasado bien con tus primos?
—Realmente, no —respondió él sin poder dejar de mirarle las piernas—. ¿Qué estás haciendo en mi sillón, ricitos de oro?
—«Dijo papá oso en tono gruñón» —concluyó ella por él—. Estoy aquí porque ni es duro, ni es blando. Es, sencillamente, perfecto. ¿Qué vas a hacer al respecto? Lo miró con una pose fingidamente provocativa y una sonrisa retadora. El efecto que su gesto provocó en el cuerpo de Milo fue inmediato y devastador.
Se había pasado todo el viaje desde la ciudad diciéndose que desear a ____ desesperadamente no implicaba que pudiera tenerla. Pero allí estaba ella, con un camisón transparente y el pelo suelto cayéndole como una cascada dorada sobre los hombros.
______tenía la capacidad de excitarlo en un abrir y cerrar de ojos. Quizás había llegado el momento de reconocer que aquella mujer había hecho en él. La había visto desnuda, la había tenido en sus brazos una noche entera, la había tocado, besado y había tenido todo tipo de sueños eróticos a su costa que lo habían dejado atormentado. Le gustaba su sentido del humor, su determinación y el coraje que había demostrado enfrentándose a él sin titubear.
La pregunta era qué pensaba hacer con todos aquellos sentimientos y deseos. ¿Se limitaría a darse una ducha fría o tomaría la decisión de asumir riesgos y abrir la caja de Pandora? Milo cerró la puerta para darse un poco más de tiempo para aquella decisión. Su cabeza le decía que lo mejor que podía hacer era irse y meterse en la cama, pero su corazón lo incitaba a explorar más.
Debió de tardar demasiado en actuar, porque la sonrisa de _____ se desvaneció, se levantó del sofá y le entregó el mando a distancia.
—Aquí tiene, su majestad: el trono y el cetro son todo suyos. ¡Pero qué despiste
el mío! Si en realidad todo lo que hay en la casa es suyo.
—Todo, menos tú —le dijo él en un tono sensual.
—¿Perdón? —preguntó ella confusa.
—Soy yo quien te pide perdón —le dijo, mientas se acercaba a ella—. Si no quieres que te bese, será mejor que lo digas ahora mismo, porque estoy ansioso por probar tus labios otra vez.
Se detuvo delante de ella y esperó a que ella tomara la decisión. Si la idea del beso y todo lo que pudiera seguir no le resultaba sugerente, no iba a insistir.
—¿Te das cuenta de a lo que te puede conducir todo esto?—le preguntó ella.
—Probablemente, no. Ya te dije que el cerebro de los hombres está situado por debajo de la hebilla del cinturón.
—Así que si te dijera que quiero una noche de lujuria contigo, ¿entrarías en el juego? ¿Eso es todo lo que quieres? No estás dispuesto a implicarte emocionalmente ¿verdad? ¿Sería eso lo que ella quería o lo que esperaba de él? Milo no sabía exactamente lo que ella esperaba que contestara. Pero a lo que no estaba dispuesto era a darle armas para que lo dañara.
—Exacto —respondió él.
—Al menos eres sincero, así que no te podré acusar de mentirme —ella se abrazó a su cuello—. Bésame como es debido, porque yo también estoy ansiosa por probar tus labios otra vez.
No tuvo que pedírselo dos veces. Él descendió la cabeza y comenzó a devorarla. Sobrecogido por el ansia que el deseo le provocaba, le faltó el aliento, y tuvo que separarse para respirar.
—Mmm... —murmuró ella—. Me besas incluso mejor que me atormentas. Bésame un poco más, por favor.
—No sabes lo que me provocan tus palabras, ____ —dijo él—. Llevo toda la semana sumido en un infierno pero en esta última hora pensé que me iba a volver loco. Te necesito. Su confesión y su vulnerabilidad la hicieron sentir más tranquila.
—Pues aquí me tienes.
Él gimió, tomó su mano y le besó tiernamente los dedos. El deseo la inflamaba cada vez más. La sensación era tan fuerte, que _____sintió que las piernas empezaban a temblarle y temió caerse. Retiró los dedos de su boca y él la miró implorante. Sin mediar palabra, la despojó del camisón, que cayó al suelo con toda suavidad dejando al descubierto su hermoso cuerpo.
Allí estaba, ante él, sintiéndose más deseable de lo que se había sentido jamás. Sus ojos hambrientos amenazaban con devorarla, especialmente sus senos. El se quitó la ropa y apareció desnudo y musculoso, como sacado de la más preciada fantasía que ella jamás hubiera tenido. Nunca, en su vida había visto a un hombre tan ferozmente excitado. Parecía un volcán a punto de estallar.
—No te olvides de usar protección —le susurró ella.
—Estoy bien preparado —le dijo, y sacó un sobrecito pequeño de aluminio del bolsillo de sus vaqueros. Con notable habilidad hizo uso de su contenido. Luego, la tomó suavemente entre sus brazos, la tumbó sobre la alfombra.
—Milo ...
La miró directamente a los ojos y sintió que el corazón le daba un vuelco. Ninguna mujer lo había mirado antes de aquel modo, como si solo él tuviera todas las respuestas del universo. Ella le ofreció sus brazos y él se posó sobre ella, y comenzó a besarla con furia. Muy pronto, era ella la que lo buscaba con desesperación,.
—Deberías haberme dicho que era la primera vez —dijo él en un tono algo
severo.
—No te pongas paternal conmigo —dijo ella acariciándole la frente—.
—Estamos jugando según tus reglas, eso es lo único que importa. Y si te atreves a parar ahora, te mato. Su tono jovial y jocoso confirmó que su estado era inmejorable, lo que ayudó a Milo a olvidar sus reparos.
Ella lo instó a moverse, y él cumplió sus deseos. Su cuerpo seguía el ritmo que ella marcaba, provocando en él un placer desconocido hasta entonces. La abrazó con fuerza, temeroso de que su final llegara demasiado pronto. Nunca antes había tenido tanto miedo de decepcionar a alguien. Le importaba _____, de hecho, era lo único que le importaba.
— ¡ Milo ! — gritó ella de repente.–Sintió las convulsiones de su amante y la contracción que apretaba su masculinidad. Irremediablemente, se dejó llevar, alcanzando a un tiempo el placer más exquisito. Colapso sobre ella y trató de recobrar el aliento. Pero pronto la dura realidad lo golpeó como una masa. Aquel no había sido el modo en que él habría deseado poseer a _____. No había sido suave y dulce como había esperado, sino la erupción descontrolada y tosca de un volcán de pasiones y turbulentas emociones.
_____ lo miró desconcertada.
—¿Milo ?
—Lo siento. No deberíamos estar así, en el suelo, no debería estar así contigo...—trató de apartarse de ella.
Lo sujetó de las caderas y lo trajo hacia sí de nuevo.

Un hombre Solitario (Milo & tu) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora