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______ salió echa una hidra del salón y Milo no pudo contener una sonrisa. ¿Quién se habría podido imaginar que aquella tímida profesora de instituto poseía una fuerza y vigor semejantes? Claro que eso dificultaba aún más su propósito de librarse de ella, pero constituía un divertido reto.
Milo recordó cómo Meg se deshacía en un valle de lágrimas cuando él se atrevía a usar aquel insolente tono en ella. Una y mil veces se había preguntado por qué se había casado con aquella mujer. No había hecho más que quejarse de la desoladora vida del rancho y lo había engañado con otros hombres desde el principio.
Había intentado hacerla feliz, había tratado de darle cuanto pedía y de hacer que aquel matrimonio funcionara, porque los hombres de la familia Manheim se casaban para siempre. Al menos así había sido con sus padres y con sus tíos. Pero aquellos cuatro Primos que habían encontrado el amor habían producido hijos que no parecían dar con sus parejas apropiadas. Él había sido el único de entre sus primos que se había atrevido con el matrimonio. Pero había fracasado y se había sentido como un idiota, enterándose él último de que Meg ya andaba con otro hombre, ella había acabado abandonándolo y llevándoselo todo. Durante mucho tiempo, Milo había tenido que trabajar doble turno para superar el desastre financiero que su mujer le había dejado.
Todo aquello le había enseñado una lección: las mujeres podían hacer mucho daño si tenían la ocasión. Aquel somero repaso a su pasado le recordó que no quería volver a verse en una situación semejante, así que estaba mejor sin mujeres en su vida. Ya bastante tenía con recuperarse del accidente, sin arriesgarse a sufrir ningún dolor extra al que el toro le había hecho.
Pero, aun sabiendo que su vida estaba mejor sin los peligros de una presencia femenina, no podía dejar de pensar en lo que _____estaría haciendo en aquel instante. Probablemente se encontrara en la habitación de al lado, quitándose la ropa y dejando al descubierto aquella piel de seda. Se maldijo a sí mismo por semejantes pensamientos y comenzó a despojarse, no sin cierta dificultad, de los vaqueros. Tendido en la cama y con una sola mano, luchó por ejecutar lo que no era más un acto cotidiano. Adivinó a través de la puerta entreabierta la sombra de la indeseable invitada rondando por el pasillo. Inmediatamente, se cubrió con el edredón temeroso de que entrara. Sus peores agüeros se vieron cumplidos.
—La próxima vez, llame antes de entrar —dijo él al verla aparecer en su
dormitorio.
—Lo siento —dijo ella mirando su torso desnudo. Se ruborizó. Pero, a pesar de todo, se encaminó hacia él—. He pensado que un masaje lo ayudará a relajarse. Milo se tensó al sentir sus manos sobre la espalda.
-¡No se atreva a tocarme!—Ella se apartó bruscamente.
—¡sólo trato de hacer mi trabajo! —le explicó, sin dejar de mirar sus fortalecidos pectorales.
—¡Váyase a hacerlo a otra parte! —él se agarró con desesperación a la colcha—. No quiero un masaje.
—Pues a mí me parece que está muy tenso y que lo necesita —observó ella.
—Quizás sea porque está usted invadiendo mi intimidad —farfulló él. _____ lo miró pensativa.
—¿Sabe qué, Manheim ?
—No, no sé qué, Smith.
— sigo pensando que me tiene miedo —lo picó ella—. ¿Y sabe más? Que voy a matarlo de amabilidad mientras esté aquí, no importa lo cruelmente terco que sea. No va a poder tener ni una sola queja de mi trabajo.
—Probablemente no, porque estaré muerto, como bien ha anunciado usted —dijo él. Ella se rió deliciosamente.
—Bien, pues buenas noche. Si necesita algo, llámeme. Le tendré el desayuno preparado cuando se despierte por la mañana.
En el momento en que salió de su dormitorio él se pasó con cierta desesperación los dedos por el pelo. No estaba seguro de que fuera a ser capaz de seguir fingiendo rechazo hacia ____, cuando todo en ella era adorable. Se estiró en la cama y pensó una vez más en modos de ganar aquella cada vez más difícil guerra, pero estaba agotado. Finalmente lo venció el sueño y lo absorbió un montón de fantasías prohibidas. Cuando Milo se levantó. _____ ya había puesto y tendido varias lavadora.
También había preparado beicon y tortitas que mantenía calientes en el homo.
—Buenos días —dijo ella alegremente.
Milo gruñó al saludo y se encaminó hacia el salón.Ella asumió que él querría desayunar en su sillón, así que lo puso todo en una bandeja y se la llevó. Sorprendentemente, no hizo cara alguna a su comida y se limitó a comérsela toda y a pedir más. Aunque el día anterior le había dejado bien claro que no necesitaba compañía durante las comidas, ella se puso a limpiar el polvo haciendo caso omiso a su advertencia.
—Me gusta su rancho —dijo en un tono jovial.
—Pues no puede tenerlo porque es mío —respondió él, mirándola de reojo.
—Vaya, yo que estaba aquí con un cheque en blanco, esperando a que dijera usted una cantidad —bromeó ella.
—Podría traerme más jugo, por fav... —se detuvo y la miró fijamente, asustado por lo que había estado a punto de decir.
—Sí, claro —agarró el vaso con una sonrisa, divertida por el esfuerzo que había tenido que hacer para no ser amable con ella. Tenía la sensación de que no era tan desagradable como fingía ser. Tendría que recordar eso cuando se pusiera realmente grosero.
—Bien —respondió él dando un sorbo.
—¿Más café?
—Sí, gra... —volvió a cerrar la boca bruscamente.
—Y, si no le importa, me gustaría darme una vuelta por el rancho esta tarde. No he tenido oportunidad de darme un paseo por el campo ni de montar a caballo desde que estuve de pequeña en un campamento de verano.
—No asuste a las vacas. No estoy en condición de parar una estampida.
Al menos no se lo había prohibido. Claro que eso era porque quería quitársela de en medio. Al cabo de un rato, después de hacer unas cuantas cosas. ______ volvió al salón y se encontró con que milo había dejado la bandeja a un lado y miraba al vacío como perdido. Se imaginaba que un hombre activo como él tendría serios problemas para acostumbrarse a aquella pasajera vida sedentaria. ______se dirigió a su habitación y buscó unos cuantos libros que se había traído.
—Tome, para que se entretenga —le dio dos novelas de suspenso. Milo la miró.
—No me interesan los libros, profesora —le dijo en un tono fingidamente superficial.
—¿Prefiere alguna otra cosa?
—Sí, una revista Playboy. Tengo varias en el cajón de mi cuarto. Si trataba de agraviarla o escandalizarla, no lo iba a conseguir.
—Voy —le dijo ella sin más.
Él frunció el ceño aparentemente decepcionado porque no hubiera objetado. _______ tragó saliva y se encaminó hacia el dormitorio. Nunca antes había puesto sus manos en una revista de hombres. Así que no pudo evitar la tentación de abrir una en cuanto las encontró.
—¿Hay algo interesante, Smith? —le preguntó él, al verla mirando el póster
central.
—No —respondió ella con agilidad y sin dejarse sobresaltar—. Playgirl es más mi estilo. Tenía intención de poner unos cuantos pósters de material masculino en mi dormitorio, si a usted no le importa.
—No tengo problema alguno. Quizás así no se dedique a espiarme cuando estoy en mi cuarto.
Ella respondió a la afrenta.
— ¡No era eso lo que estaba haciendo anoche!
—¿Ah, no? Pues me miró de arriba abajo con cierto apetito.
Ella se ruborizó ante ese comentario. que era definitivamente verdad y ambos sabían. A pesar de estar acostumbrada a ver torsos masculinos por haber convivido con sus cuatro hermanos, Milo era demasiado espectacular para ignorarlo.
—¿Y bien?
Ella se sobresaltó al darse cuenta de que la estaba mirando.
—¿Y bien qué? —lo retó.
______ sabía que trataba de enfurecerla y ganarle terreno, pero no se lo iba a
permitir.
—¿Lo va a negar, Smith?
—No, claro que no —respondió—. Es usted un bombón relleno y si tuviera una foto suya la pondría en la pared de mi dormitorio. Él se quedó boquiabierto y sin habla. _____ sonrió triunfante y continuó limpiando los muebles...............

Un hombre Solitario (Milo & tu) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora