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Enero 9, 2018

Querido Tao:

Me hizo mucha gracia acordarme de la primera vez que me subí a tu moto. Había tenido pensamientos vivos muchas veces en el pasado sobre cómo sería ir contigo en moto a cualquier lugar, y el día que por fin lo hice, ni siquiera tuve tiempo de asimilarlo.

Sucedió que había entrado a la universidad y a diferencia de los primeros semestres cuyo horario de clases había sido en las horas de la mañana, ese semestre en particular era el primero en ser en las horas de la noche. Como apenas estaba acostumbrando mi rutina diaria con el horario para poder arreglarme y llegar a tiempo a clases, especialmente porque en las tardes las rutas de autobuses se demoraban mucho más tiempo en pasar, me retrasé, y a menos que ocurriese un milagro iba a llegar espantosamente tarde a mi primera clase.

Afortunadamente ese milagro fuiste tú.

Estábamos hablando por mensajes en redes sociales cuando me di cuenta que se me había pasado el tiempo y aun no me había arreglado para ir a la universidad. Recuerdo que te escribí:

¡Mierda! hablamos después. Tengo que ir a clase, ya se me hizo súper tarde y ni siquiera me he bañado.

Envié el mensaje y corrí a buscar la toalla mientras me apresuraba a entrar al baño, cuando me estaba quitando la arropa mi celular vibró y encendió la pantalla mostrando la notificación de tu mensaje de respuesta.

¿A qué hora es tú clase? Alístate que yo te llevo a la universidad. Te prometo que llegamos a tiempo.

Tuve un pequeño debate interno, pero como estaba de prisa no me opuse ante la idea y decidí aceptar tu oferta, así que te mande un mensaje de respuesta con la hora de mi clase. Cuando salí del baño me vestí, maquillé y peiné corriendo, para luego ir a guardar mis libros y estar lista lo antes posible. Cuando tú llegaste solo me faltaba terminar de colocarme el zapato izquierdo.

No tuve mucho tiempo para explicarle a mamá que tú me llevarías a clases por lo que le dije algunas palabras de rapidez mientras me despedí de ella con un beso y me acerqué a ti con una sonrisa mi rostro. Por fortuna no había personas en la calle y me sentí con toda la confianza necesaria para saludarte, subirme a tu motocicleta y rodear tu cintura con mis manos.

Sin embargo, desde casa tomaste ruta hasta la estación de gasolina más cercana para abastecer el tanque de combustible de tu moto, y eso me hizo sentir un poco apenada pues me di cuenta del dinero que te hice gastar, además del tiempo y el esfuerzo, solo por mi despistada cabeza que olvidó fijarse en la hora en primer lugar.

Cuando tomamos ruta hacia la universidad mi mente se concentró en ti. La cercanía que se produce entre dos personas cuando están sobre una motocicleta es increíble, se pueden sentir y notar muchas cosas que en otras circunstancias no.

Debido a la velocidad a la que íbamos me asusté un poco y me abracé más a tu robusta cintura, acción que te tomó por sorpresa y te hizo dar un respingo que nos balanceó hacia ambos lados, primero a la derecha y luego a la izquierda. Esto me asustó más y me hizo cuestionarme si abrazarte de esa forma tan afectuosa era correcto, especialmente porque debido al fuerte sonido del viento no podíamos mantener ninguna conversación.

No obstante, pude ver a través del retrovisor una sonrisa dibujada en tu rostro que me hizo cambiar mis pensamientos y dibujar mi propia sonrisa. La experiencia me resultaba mejor de lo que había imaginado.

Estando tan cerca de ti, a la distancia que nos permitía estar los cascos de protección, me permití embriagarme con el delicioso olor de tu colonia que desde el día de nuestra cita había decidido que me encantaba. También pude notar lo bien que se sentía abrazar tu enorme cuerpo y lo paradójico que me resultaba descubrir lo bien que encajaba en mis largos y delgados brazos.

Con amor, Hayley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora