Capítulo IV

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— Cuando era pequeño mi madre y mi abuela solían contarme una leyenda de dos amantes que se convirtieron en el sol y la luna después de que la tragedia llegara a ellos, ¿es cierta? — preguntó Steve.

Ambos hombres se encontraban sentados en la banca de madera que estaba al frente de la cabaña. Ya habían pasado algunos días desde el descubrimiento del rubio, quien a pesar de que aún sentía cierto recelo trataba de convencerse de que Tony no les haría daño, recordandose constantemente que si aquellas fuesen las intenciones del hombre a su lado, este ya lo habría hecho , con sus poderes no sería algo muy difícil... ¿no?

— En parte solamente pues con los años han modificado algunas cosas — respondió mientras jugaba con un pequeño trozo de madera entre sus dedos.

— ¿Cuál es la verdadera historia? — en su voz se percibía la curiosidad , como si de un niño pequeño se tratase , recordandole tanto a su propio hijo.

Anthony lo pensó por un momento, perdiéndose en los recuerdos por un instante antes de comenzar a narrar algo de su pasado.

— Christine Everhart era hija de uno de los sirvientes de mi padre; una chica rubia, hermosa, amable y mi mejor amiga. Nos conocíamos desde niños y al crecer, como era de esperarse, nos enamoramos, — sonrío al recordar los buenos momentos a su lado. Steve por su parte sintió una pequeña punzada en el pecho, negándose a creer que estuviera celoso, se decía a sí mismo que no tenía motivos para estarlo — pero mi familia jamás aceptaría que estuviéramos juntos, el único heredero de los Stark debía comprometerse con una dama rica, así que pensar en casarme con ella era imposible. Ante aquellas circunstancias decidimos que la única forma en que podríamos estar juntos sería huyendo. Desafortunadamente, fuimos asaltados en el camino. Intenté defenderla a pesar de que me encontraba en clara desventaja; un solo hombre enfrentándose contra un grupo de al menos cuatro asaltantes no era la más justa de las situaciones. No obstante, mi osadía dio como resultado una herida grave en el centro de mi pecho y la muerte de Christine. Con mi último aliento rogué a los dioses que nos concedieran una segunda oportunidad y el resto es historia — terminó de narrar al tiempo que lanzaba aquel pequeño trozo que había estado jugando hacia el resto de la madera recién cortada.

— Fuiste tú y no ella quien pidió por estar juntos...

— Así es, aunque podría decirse que no fue la mejor de mis ideas — desvió su vista hacia el cielo mientras una sonrisa amarga se posaba en sus labios — Con el paso de los años ella ha llegado a odiarme por condenarla a resguardar el día en soledad.

— ¿Ella también puede tomar una forma humana?

— Si, al igual que yo puede bajar a la tierra cuando no está cumpliendo con su encomienda , aunque prefiere abstenerse de hacerlo. Le recuerda lo que perdió así que trata de mantenerse alejada.

[...]

¿Cómo habían llegado a aquella situación?

¿En qué momento comenzaron a besarse como si su vida dependiera de ello?

Se encontraban en el río mientras Alisa cuidaba de Luan en la cabaña. De pronto, Tony cayó al agua siendo auxiliado de inmediato por un preocupado rubio aun cuando no era necesario pues el castaño sabía nadar a la perfección y de todas maneras no podía ahogarse y morir pues no estaba vivo precisamente .

En ese momento estaban tan cerca uno del otro que Steve sin pensarlo demasiado se acercó lentamente a sus labios, atrapandolos en un suave beso al ver que el otro no retrocedía.

¿Acaso estaba soñando? Algo imposible desde hacía un par de siglos.

Sus labios se encontraron con timidez al principio, reconociéndose, disfrutando del sabor del otro hasta que el aire se escapó por completo de sus pulmones.

Ninguno sabía qué decir ni cómo actuar después de aquello, siendo el rubio el primero en comenzar a reír contagiando al castaño quien rió con ganas; parecían un par de adolescentes.

Después del primer beso ninguno comentó nada, no hacía falta ya que se habían dicho lo que necesitaban en aquel suave contacto.

Conforme los días pasaron todo parecía perfecto. Anthony cumplía con su deber por las noches y durante el día pasaba el tiempo con su hijo y con el hombre que amaba, quien de vez en cuando le robaba besos que le quitaban el aliento, manteniéndose en un constante estado de felicidad, nada podía salir mal si contaba con su compañía... ¿cierto?

Sin embargo, ese fue su error. Creer que todo sería perfecto olvidándose que al igual que él que podía observar por las noches a los humanos, Christine podía hacerlo durante el día.

Siendo testigo de todos y cada uno de los momentos que pasaba con los Rogers, a pesar de ello decidió no hacer nada hasta el día en que les vio besarse por primera vez, cuando la envidia y la rubia comenzó a invadirla.

Anthony estaba feliz con ese rubio mientras ella se encontraba sola, condenada a resguardar el día por la eternidad debido al amor que el castaño alguna vez le profesó.

[...]

Algunos meses más pasaron. Tony se encontraba pensativo en los últimos días, pronto Luan cumpliría cinco años, sin embargo no era eso lo que le tenía preocupado sino el hecho de que el momento de cumplir con otro de sus deberes se acercaba.

Tal como decía la leyenda que Alisa le contaba al niño antes de dormir, cada cinco años ocurría un eclipse total de sol, el que, según las creencias del pueblo, auguraba tiempos de prosperidad venidera. Pero que para él no significaba más que unirse a Christine. Un regalo que los dioses les habían otorgado como buena voluntad y que ahora solamente era una parte más de su eterna labor.

Hijo de la luna (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora