Citas para ¿dos?

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—¿Qué piensas ponerte, cariño?
—No lo he pensado. ¿Una falda, quizás? ¿El vestido corto gris?
—Algo sexy y accesible, y ropa interior para seducir: alguno de esos conjuntos minúsculos y transparentes que tanto me gustan.
—Te mandaré fotos cuando esté lista, ¿de acuerdo?
—Me encantará verlas. ¿Puedes mandar alguna sin nada de ropa también? —pidió el músico con voz zalamera.
—Claro, mi pervertido príncipe azul —rio su novia.
—Te echaré de menos esta noche —suspiró.
—Creo que no te faltará entretenimiento con Kag...
—Ya, pero... aun así, te extrañaré a ti. ¿Me echarás tú de menos?
—Claro que sí, cariño.
—¿Dónde iréis a cenar?
—Adrien no me lo ha dicho. ¿Estás preocupado por algo, Luka? ¿Estás... celoso? —tanteó Marinette con cuidado.
—Un poco, lo reconozco. Encajáis demasiado bien como pareja como para no preocuparme —reconoció él, bajando la voz.
—Te recuerdo que fue idea tuya, y de Kagami, la de vernos dos a dos. ¿Prefieres que lo dejemos estar?
—No, no. Me apetece follarme a Kag, y no me importa que tú te acuestes con Adrien. Me parece bien. ¿Y a ti?
—Bien —asintió Mari.
—Solo prométeme que será solo placer. Sin ternura, sin hablar de los viejos tiempos. Follar, y listo.
—¿Puedo chupársela también? —bromeó ella.
—Claro, cielo; hazle una buena mamada.
—Espera, que ya estoy desnuda. ¿Paso a videollamada?
—Sí, por favor...

Marinette se colocó delante de la cámara y saludó a su novio con la mano, enviándole un beso volado con expresión pícara.

—Hmmmm, déjame verte bien, preciosa.

Ella rio, dejó el teléfono apoyado donde la captara bien y comenzó a moverse con sensualidad, acariciando todo su cuerpo, y acercándose de vez en cuando para proporcionarle primeros planos de su trasero, sus labios, sus pechos o sus dedos pellizcando sus duros pezones. Luka le mostró su enorme erección pugnando por salirse de su pantalón, y bajó la cremallera para tocarla, primero sobre sus boxer y luego bajo la tela.

—Hum, qué ganas me están dando de metérmela en la boca...
—Quiero ver si estás húmeda, ¿me lo muestras?
—Sí que me estoy mojando de verte tan duro, cariño —dijo ella, obedeciendo.
—Oh, sí... ¿me enseñas cómo metes tus deditos? —pidió Luka, comenzando a masturbarse—. Me encanta verte dándote placer.

Mari se recostó, acariciando voluptuosamente la suave piel de sus muslos antes de concentrarse en su entrepierna. Recorrió los pliegues de su intimidad con los dedos, dando toques en su clítoris cada vez más hinchado ante la expectativa del placer, deleitándose en la expresión con la que Luka la contemplaba desde la distancia. Comenzó a juguetear con su entrada, introduciendo las yemas de los dedos. Metió por fin uno entero, y luego dos. Los extrajo para que el chico viera lo empapados que habían quedado con sus fluidos, y fue incrementando la intensidad de los movimientos, acompañándolos coordinadamente con sus caderas.

—Humm, qué precioso coño tienes, cariño.
—¡Ahhh, oh!

Los dedos de la chica entraban y salían de su interior con rapidez, mientras mantenía las piernas bien abiertas para proporcionar a su novio una buena perspectiva. El sonido húmedo de su intimidad acompañaba a sus sensuales gemidos. Él también se tocaba con entusiasmo, imaginándose dentro de ella. De pronto, otro ruido los sobresaltó: ¡estaba sonando el timbre! Ya había llegado Adrien a recogerla. Y aún no estaba ni vestida.

—Vaya, cariño, me parece que tu cita ha llegado. ¿Por qué no eres una buena anfitriona y vas a abrir?
—¡Joder! ¿Qué me pongo?
—Baja así. Ya elegiremos luego.
—¿Quieres que le abra desnuda? —dijo Mari sorprendida.
—Dile que te estabas masturbando para mí. A lo mejor te ayuda...
—¿Quieres... vernos?
—Sí, me gustaría. Quiero veros follar. Quiero que te abras de piernas para él como una buena zorra —dijo él, excitado.
—Seré su zorra esta noche si tú me lo pides —prometió, sintiendo un cosquilleo en su bajo vientre.

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